/ sábado 1 de abril de 2023

Verdades elocuentes | Batopilas

Una inmensa riqueza nos regaló la bondadosa Sierra Tarahumara chihuahuense con sus nutridos pinos, sus escarpadas cumbres y sobre todo sus profundas barrancas como las de Batopilas. Este lugar tuvo varios nombres, entre ellos San Pedro de Acanasaina, después San Pedro de Alburquerque y Deza, en honor del Duque de Alburquerque y de Don Antonio de Deza y Ulloa, quienes gobernaban en aquella época la Nueva España. Posteriormente se impuso la denominación de Batopilas la cual le daban los indígenas Tarahumaras, que significa "río cerrado”, aunque más antiguamente fue conocido como Bachotígori que en el dialecto lugareño cahita se traduce como “Rio de plata”.

Exploradores españoles la fundaron en el siglo XVII, luego de descubrir la inmensa riqueza que se manifestaba a simple vista; yacimientos, filones y gallos de plata nativa afloraban en cantidades jamás vistas, lo cual la llevó a la cumbre de la fama y centro de atención mundial tras el codiciado mineral. Inmensidades de ese metal precioso estaban a flor de tierra y sin batallar llegaba a las ávidas manos de los buscadores de riquezas que arribaron de todas partes del mundo.

A finales del siglo XIX el ex Gobernador de Washington, Alejandro Shepherd, se aventuró casi a ciegas hasta el sitio y agrupó alrededor de 10 compañías mineras para extraer con inconmensurable habilidad el metal, y así dotar a América de moneda mercantil ante la dificultad de operar en aquellos tiempos con el suficiente oro en mano. En 30 años de operación de su compañía, la “Batopilas Mining Company”, logró capitalizar el sueño de los viejos gambusinos y mineros, con la racionalización y rendimiento del trabajo gracias al uso de tecnología avanzada.

De las entrañas de esa barranca extrajo más de 27 millones de onzas de plata que eran cantidades exorbitantes para aquellos tiempos. Otro de los grandes desafíos era la transportación hasta la estación de trenes más cercana que se encontraba a una distancia de 385 km en la Ciudad de Chihuahua. No solamente la lejanía era un problema, había un factor agregado a esta problemática que era lo accidentado del terreno; los primeros 200 kms. se tenían que a hacer a lomo de mula en 5 jornadas de más o menos 40 kms. Este traslado salía mensualmente con cargamentos promedio de 60 000 pesos en barras de plata, agrupando un número que variaba de entre 100 y 150 y a veces hasta 200 mulas con cerca de 40 kg cada una. Los últimos 185 km. eran cubiertos en carretas tiradas por hasta 14 animales. Esta compañía minera habilitó el sendero y construyó a lo largo de la ruta más o menos cada 40 kms. estaciones de apoyo, donde había encargados que aseguraban comida a los arrieros y animales.

Para los pobladores fue una gran bendición el patrón grande, como era conocido el ex político norteamericano, quien provocó que el lugar fuera la primer población a nivel Latinoamérica que pudo gozar de energía hidroeléctrica; también construyó otra gran obra con un túnel que conectó las vetas de las áreas de Roncesvalles y “Todos santos”; además muchas más, como la Hacienda de San Antonio que, en su época, fue una de las más modernas del país. Esta población en su bonanza llegó a tener hasta 50 000 habitantes permanentes que gozaban de un alto nivel de vida. Visitar este lugar es una obligación de todo mexicano bien nacido, ya que difícilmente encontraremos mejor sitio histórico y turístico.

Manuel Antonio Cano Villalobos | ngeniero Zootecnista

Una inmensa riqueza nos regaló la bondadosa Sierra Tarahumara chihuahuense con sus nutridos pinos, sus escarpadas cumbres y sobre todo sus profundas barrancas como las de Batopilas. Este lugar tuvo varios nombres, entre ellos San Pedro de Acanasaina, después San Pedro de Alburquerque y Deza, en honor del Duque de Alburquerque y de Don Antonio de Deza y Ulloa, quienes gobernaban en aquella época la Nueva España. Posteriormente se impuso la denominación de Batopilas la cual le daban los indígenas Tarahumaras, que significa "río cerrado”, aunque más antiguamente fue conocido como Bachotígori que en el dialecto lugareño cahita se traduce como “Rio de plata”.

Exploradores españoles la fundaron en el siglo XVII, luego de descubrir la inmensa riqueza que se manifestaba a simple vista; yacimientos, filones y gallos de plata nativa afloraban en cantidades jamás vistas, lo cual la llevó a la cumbre de la fama y centro de atención mundial tras el codiciado mineral. Inmensidades de ese metal precioso estaban a flor de tierra y sin batallar llegaba a las ávidas manos de los buscadores de riquezas que arribaron de todas partes del mundo.

A finales del siglo XIX el ex Gobernador de Washington, Alejandro Shepherd, se aventuró casi a ciegas hasta el sitio y agrupó alrededor de 10 compañías mineras para extraer con inconmensurable habilidad el metal, y así dotar a América de moneda mercantil ante la dificultad de operar en aquellos tiempos con el suficiente oro en mano. En 30 años de operación de su compañía, la “Batopilas Mining Company”, logró capitalizar el sueño de los viejos gambusinos y mineros, con la racionalización y rendimiento del trabajo gracias al uso de tecnología avanzada.

De las entrañas de esa barranca extrajo más de 27 millones de onzas de plata que eran cantidades exorbitantes para aquellos tiempos. Otro de los grandes desafíos era la transportación hasta la estación de trenes más cercana que se encontraba a una distancia de 385 km en la Ciudad de Chihuahua. No solamente la lejanía era un problema, había un factor agregado a esta problemática que era lo accidentado del terreno; los primeros 200 kms. se tenían que a hacer a lomo de mula en 5 jornadas de más o menos 40 kms. Este traslado salía mensualmente con cargamentos promedio de 60 000 pesos en barras de plata, agrupando un número que variaba de entre 100 y 150 y a veces hasta 200 mulas con cerca de 40 kg cada una. Los últimos 185 km. eran cubiertos en carretas tiradas por hasta 14 animales. Esta compañía minera habilitó el sendero y construyó a lo largo de la ruta más o menos cada 40 kms. estaciones de apoyo, donde había encargados que aseguraban comida a los arrieros y animales.

Para los pobladores fue una gran bendición el patrón grande, como era conocido el ex político norteamericano, quien provocó que el lugar fuera la primer población a nivel Latinoamérica que pudo gozar de energía hidroeléctrica; también construyó otra gran obra con un túnel que conectó las vetas de las áreas de Roncesvalles y “Todos santos”; además muchas más, como la Hacienda de San Antonio que, en su época, fue una de las más modernas del país. Esta población en su bonanza llegó a tener hasta 50 000 habitantes permanentes que gozaban de un alto nivel de vida. Visitar este lugar es una obligación de todo mexicano bien nacido, ya que difícilmente encontraremos mejor sitio histórico y turístico.

Manuel Antonio Cano Villalobos | ngeniero Zootecnista