/ viernes 21 de junio de 2019

SUEÑOS CAUTIVOS


En este palacio construido con piedras preciosas, ventanas de plata y puertas de oro, deambulan mis sueños en medio de las sombras que dejan los rayos del astro rey y la diosa nocturna. Hay un custodio en cada rincón, sigilosos observan cada movimiento que mi cuerpo hace, y tengo la ligera sospecha que incluso pueden adivinar al fijar su mirada acusadora sobre mi rostro, cuales son los sueños que están cautivos en esta cavidad cefálica.

La vida ofrece oportunidades que no siempre están a la vista y no siempre se saben aprovechar, pero también hay trampas en medio de la jungla que nos hacen caer, de pronto el camino de la libertad se ve obstruido, la vida cambia su dimensión y entonces, el sol solo se puede observar desde un mismo lugar.

La soledad se convierte en la inseparable compañera, la nostalgia moja a la niña que inquieta juega en medio de esa mirada perdida en el infinito, son entonces los sueños los únicos que pueden volar en el universo de las posibilidades, se alimentan de ilusiones, de deseos y hasta de arrepentimiento, e invariablemente una y otra vez siempre regresan a la misma celda, para seguir siendo solo sueños cautivos.

La esperanza se ofrece como un consuelo, un consuelo que se pierde en fango de lo intangible, los errores se convierten en una guillotina que cercena lo más sagrado que el ser humano tiene, abrazado al arrepentimiento imploro perdón al universo, mientras el corazón muere lento.

Hoy es el día del padre y yo aquí en este palacio sin poder salir siquiera por un momento, soñado y solo soñando en poder correr hasta ti y estrecharte entre mis brazos, besarte y mirándote a los ojos decirte ¡hijo!, anhelado escuchar de tus tiernos labios esa palabra que me estruja hasta los huesos, ¡papá, papito! La realidad me despierta de un macanazo y con ese mismo golpe los sueños regresan a su cautiverio.

Las consecuencias suelen ser de dimensiones no calculadas y no son estas cuatro paredes de piedras preciosas las que me hacen purgar mis penas, son esos sueños de verte crecer, de acompañarte a cada momento, los que se convierten en un tormento que lento taladran mi corazón, es esta ausencia de un padre vivo, que ve como su hijo crece huérfano.

No, hoy no me digan ¡feliz día del padre!, quizá no podré soportarlo, solo pido un favor cuiden de mi hijo, muéstrenle el buen camino, no permitan que caiga en las trampas que hay en las veredas de la jungla, díganle que tiene alas, que puede volar y que antes de dar un paso en falso recuerde que no debe seguir los pasos de su padre, nunca permitan que sus sueños también sean cautivos.

Cuando al paso de los años de nuevo pueda extender mis alas y mirar el sol cada día desde distinto lugar, entonces mirándolo a los ojos sentiré de nuevo ese fuego que corra por mi sangre cuando vuelva a llamarme papá. Sera entonces cuando los sueños dejen a un lado las esposas y rompan los barrotes para recuperar su libertad.

Son estos sueños aunque cautivos los que alimentan mi vida, son ellos y solo ellos.


En este palacio construido con piedras preciosas, ventanas de plata y puertas de oro, deambulan mis sueños en medio de las sombras que dejan los rayos del astro rey y la diosa nocturna. Hay un custodio en cada rincón, sigilosos observan cada movimiento que mi cuerpo hace, y tengo la ligera sospecha que incluso pueden adivinar al fijar su mirada acusadora sobre mi rostro, cuales son los sueños que están cautivos en esta cavidad cefálica.

La vida ofrece oportunidades que no siempre están a la vista y no siempre se saben aprovechar, pero también hay trampas en medio de la jungla que nos hacen caer, de pronto el camino de la libertad se ve obstruido, la vida cambia su dimensión y entonces, el sol solo se puede observar desde un mismo lugar.

La soledad se convierte en la inseparable compañera, la nostalgia moja a la niña que inquieta juega en medio de esa mirada perdida en el infinito, son entonces los sueños los únicos que pueden volar en el universo de las posibilidades, se alimentan de ilusiones, de deseos y hasta de arrepentimiento, e invariablemente una y otra vez siempre regresan a la misma celda, para seguir siendo solo sueños cautivos.

La esperanza se ofrece como un consuelo, un consuelo que se pierde en fango de lo intangible, los errores se convierten en una guillotina que cercena lo más sagrado que el ser humano tiene, abrazado al arrepentimiento imploro perdón al universo, mientras el corazón muere lento.

Hoy es el día del padre y yo aquí en este palacio sin poder salir siquiera por un momento, soñado y solo soñando en poder correr hasta ti y estrecharte entre mis brazos, besarte y mirándote a los ojos decirte ¡hijo!, anhelado escuchar de tus tiernos labios esa palabra que me estruja hasta los huesos, ¡papá, papito! La realidad me despierta de un macanazo y con ese mismo golpe los sueños regresan a su cautiverio.

Las consecuencias suelen ser de dimensiones no calculadas y no son estas cuatro paredes de piedras preciosas las que me hacen purgar mis penas, son esos sueños de verte crecer, de acompañarte a cada momento, los que se convierten en un tormento que lento taladran mi corazón, es esta ausencia de un padre vivo, que ve como su hijo crece huérfano.

No, hoy no me digan ¡feliz día del padre!, quizá no podré soportarlo, solo pido un favor cuiden de mi hijo, muéstrenle el buen camino, no permitan que caiga en las trampas que hay en las veredas de la jungla, díganle que tiene alas, que puede volar y que antes de dar un paso en falso recuerde que no debe seguir los pasos de su padre, nunca permitan que sus sueños también sean cautivos.

Cuando al paso de los años de nuevo pueda extender mis alas y mirar el sol cada día desde distinto lugar, entonces mirándolo a los ojos sentiré de nuevo ese fuego que corra por mi sangre cuando vuelva a llamarme papá. Sera entonces cuando los sueños dejen a un lado las esposas y rompan los barrotes para recuperar su libertad.

Son estos sueños aunque cautivos los que alimentan mi vida, son ellos y solo ellos.