A casi cumplir el año desde que la ciudad de Nueva York se paralizó por el miedo, la intriga y el caos causado por el Covid-19, la gran ciudad “que nunca duerme”, se convirtió en un lugar fantasma.
Siendo uno de los epicentros de la pandemia con más auge, empezó a cobrar factura a muchos de sus habitantes, incluido el joven Fabian Rosas Beckmann, artista parralense que radica actualmente en la gran manzana.
Los meses de marzo y abril del año pasado resultaron muy difíciles para el pintor, en ese entonces trabajaba en una empresa de diseño y administración en Broadway, así como fuera de Nueva York.
El confinamiento vino acompañado de las suspensiones de todas las presentaciones teatrales, la incertidumbre de cuándo se regresaría a la normalidad era absolutamente lejana, el único futuro cercano que se tenía seguro es que se pondría la vida en pausa, para poderse adaptar a la nueva realidad.
Y así fue como de un día a otro mi vida, como la conocía, dejó de existirmenciona Fabian.
Fue a mediados de abril que mi jefe me llamó para decirme que ya era imposible continuar pagando nuestros sueldos y que honestamente no parecía factible que su pequeña empresa, la que con tanto esfuerzo fundó y logró posicionar en un medio tan competido, pudiera recuperarse de esta caída.
Desde entonces no han vuelto a presentarse espectáculos y no se espera que lo hagan antes del verano del 2021.
Por otro lado, no todo es oscuro, dentro del hogar del pintor, se respira respeto, compromiso y sobre todo amor, ya que tras el cierre indefinido de la empresa de la cual era un aporte económico para su casa, su esposo no lo dejó de lado, por suerte él no dejó de trabajar, al contrario, trabajaba más que nunca desde casa.
A pesar de vivir en un departamento pequeño, lograron ajustar horarios y actividades para que la rutina no acabara con ellos .
La pintura fue un refugio completo para Fabian, ya que ahora sí contaba con todo el tiempo libre para pintar los encargos que no había podido terminar, sacando el trabajo atrasado y convirtiendo esa locura y desesperación en arte.
Acoplarse a la “nueva normalidad” no resulta fácil, el pensar en la salud propia, en la del prójimo, vivir con el miedo si la situación económica va soportar los estragos de la pandemia, son temas que han explotado la cabeza de la mayoría de los seres humanos, y no es la excepción de Fabian, ya que él mismo explica, “no fue fácil regresar de lleno a la pintura al tener la cabeza llena de incertidumbres y miedos, además de adaptarme a compartir un departamento pequeño donde mi esposo trabajaba desde casa y era imposible no obstruirnos el uno al otro tratando de trabajar, pintar, y hacer ejercicio en el mismo espacio”.
Transcurren las semanas y Nueva York por fin vence esa curva de contagios, la situación parece mejorar y los neoyorquinos han demostrado ser solidarios y seguir las nuevas medidas de prevención para evitar nuevamente el confinamiento.
En estos momentos se da la opción de sentarte a comer en una terraza, ir a los parques, y caminar en la ciudad sin estar entre las multitudes puesto que un gran porcentaje de la población abandonó la ciudad y además no había ni el más mínimo turismo. “Era surreal caminar por Times Square y en ocasiones no ver a más de 20 personas”, menciona Fabian.
Por fortuna se respira mayor tranquilidad. Los meses negros de la pandemia en Nueva York ya quedaron atrás. El confinamiento fue duro y trajo consigo muchos obstáculos pero también trajo paz. Es increíble lo poco que necesitas para estar bien.
El parralense se ha dado la oportunidad de explorar diferentes ideas creativas en collage y arte digital. Lanzó una colección de platos decorativos con sus obras impresas y las ventas fueron exitosas.
Las circunstancias le permitieron encontrar un departamento más grande, donde ahora cuenta con un espacio exclusivo para pintar con mayor libertad y donde su proceso creativo pueda evolucionar al límite.
Estar tanto tiempo con mi esposo y nuestros gatos ha sido muy reconfortante. A pesar de que perdí un trabajo que disfrutaba muchísimo y me pagaba muy bien, sé que vendrán cosas nuevas y que el tiempo que estoy teniendo para mí y para mis cosas es un lujo concluyó el pintor.
