/ domingo 17 de febrero de 2019

La vecina del pueblo fantasma...

Un pueblo “fantasma” al sur del estado de Chihuahua

POR LUIS G. PRIETO RAMÍREZ / ÚLTIMA PARTE

Con el fin de testimoniar las historias que se hablan popularmente del panteón de Guadalupe de Bagües, el titular de la parroquia de San Francisco Javier (adscrita a la Diócesis de Parral) en la cabecera municipal de Coronado, Miguel Domínguez, afirmó que la única persona viva (y que él conocía) con tal sabiduría y experiencia sobre la comarca, es Doña Delfina.

Doña Delfina, según relató el Párroco, es quizá la única vecina que queda en la Hacienda del Real de Guadalupe de Bagües, lugar que expresó, pertenece a una familia acaudalada que radica en Chihuahua Capital; pero que encomendó a la citada señora para que cuidara de las ruinas, pues se dijo que ella vive ahí, que allí tiene su casa.

“Es la única persona que conozco de Guadalupe, pues lamentablemente ya no quedan más en la hacienda… Ni siquiera a quién celebrarle misa. El lugar es una ruina y de su panteón ya ni se diga, es muy viejo”, manifestó el Presbítero, quien antes de abandonar al equipo de investigación para oficiar la Eucaristía en La Conquista, señaló con su dedo la ubicación del sitio en cuestión.

Entonces, apareció una carretera de poco tránsito con dos carriles, uno de ida y otro de vuelta; un paisaje verdosamente azulado; cubierto con un cielo blanquecino, a punto de tronar en lluvia. Y bien, ¿quién será doña Delfina? Se les preguntó abiertamente a los miembros de la empresa compuesta desde ese instante por dos estudiantes universitarios, un joven restaurador originario de Mazatlán, Sinaloa, y otro sacerdote, éste Párroco de San Buenaventura en Villa López.

El religioso respondió: “pues Miguelito –el otro ministro católico- dijo que era una señora mayor…” Otro de los presentes añadió: “yo me imagino que pasa los ochenta, no sé; eso entendí”. Inmediatamente la comitiva ironizó con el comentario llegando a la sarcástica conclusión de que muy probablemente, por su edad, ella es parte del complejo funerario… O al menos de que vive muy cerca de la puerta del panteón.

Lamentablemente, al arribar al camino que llevaría al cementerio la camioneta se atascó en el lodo originado por la precedente lluvia. Veinte fueron los minutos que la comitiva perdió liberándola del arenal; eran como las 5:40 de la tarde en territorio desconocido, en Coronado, invadidos por el temor de la violencia que aún en momentos de esta redacción asuela la región. Todos en medio de la nada.

Cuando el vehículo salió de su trampa el equipo llegó al acuerdo de terminar pronto la investigación; tomar fotos y platicar con doña Delfina, pues las sombras estaban por cubrir el orbe. Se decidió caminar hacia el panteón y al encontrarlo sobre la colina, se miró que no había más que huizaches salvajes rodeándolo. Más allá sólo imperaba naturalmente la soledad y el silencio.

La Hacienda del Real de Guadalupe de Bagües no existe para el panteón, el espíritu de los muertos no puede escaparse de vez en cuando para visitar a sus deudos… y doña Delfina, ella tampoco se hizo real en ese momento. Lo que se imaginó de su casa, la ruina, no se materializó para los curiosos. Se quedaron infinidad de preguntas en la boca de quienes con interés querían conocerla, para saber si era tan anciana y sobre todo, para borrarse la mofa de que vivía en el cementerio.

Según se corroboró días después, el pueblo “fantasma” se localizaba del otro lado de la carretera, como a 15 minutos y por otro camino de terracería; pero de doña Delfina no se supo más, ni de su casa, ni de su relación con los acaudalados. Sólo que muy probablemente pasa los 80 años y que quizá espera ansiosa la hora de ocupar un espacio en la mística necrópolis de Guadalupe de Bagües.

¿Se puede solidarizar con el olvido?

De acuerdo con Guillermo Bonfil Batalla, antropólogo y escritor mexicano, la solidaridad es un elemento indispensable para que el patrimonio cultural pueda rescatarse, conservarse, estudiarse, difundirse y propiamente enriquecerse, pero surge una pregunta para esta cuestión que debe responderse lo antes posible: ¿es el cementerio de Guadalupe de Bagües materia de un estudio patrimonial desde la cultura?

Sí, a la necrópolis puede catalogársele parte del patrimonio histórico y cultural de un pueblo por su edad, su uso y por lo que representa (representó y representará) para la comunidad que sin embargo, aparentemente dejó de existir… por lo cual se torna meramente difícil encabezar su defensa, primero ante su propia concepción y después contra el tiempo que le está lacerando gravemente.

Sin embargo, gracias al interés emanado por la curiosidad, se llega a la consciencia de que este monumento histórico se está perdiendo, que le falta solidaridad por parte de terceras personas, debido a que está abandonado sobre el cerro y probablemente que sólo doña Delfina tenga una relación íntima con él.

Es natural que las tumbas viejas se queden sin dolientes, y es lo que sin lugar a dudas sucede con el resto del acervo funerario. Tal vez en este sentido existe una desconexión con los monumentos, pero la gente de la cabecera municipal de Coronado, se siente relacionada con el lugar dada la capacidad de asombro que manifiesta: por ser un depósito de huesos y por el supuesto de resguardar tesoros.

La profanación por lo anterior es evidente, hay daños estructurales en el osario y los ataúdes de piedra por la búsqueda de inciertas fortunas, pero esto es parte de la memoria viva que sólo algunos espacios como este puede presumir en la región. ¿Un osario como éste en medio de la nada? ¿En Coronado?

Ahora bien, parte de la solidaridad que se propone es muy sencilla: es darle realce a esta memoria popular que tiene el cementerio para con la cultura regional, ese imaginario de tesoros infinitos que el tiempo guarda no sólo en los metales preciosos, sino en el pasado; aquellos años en los que Guadalupe de Bagües representaba para su región solidez y ciertamente orgullo de originalidad.

Que esos relatos que han participado en parte de su destrucción, sean el motor de su defensa; pero se necesita compromiso y más todavía, solidaridad con doña Delfina, los deudos de los Martínez Hernández y el pueblo de Coronado. Ojalá que el centro de estas vidas no sea la violencia que ha permeado en su cotidianidad, sino la mágica visión que esta propuesta desea.

Otro elemento muy importante a destacar es el osario que gobierna la ciudad de los muertos, pues ¿en qué otra parte del sur de Chihuahua existe similar estructura? Para los de Coronado es único a pesar de su deterioro, e incluso mediáticamente sólo se conoce al de Guadalupe de Bagües en dicha región; claro, haciéndose énfasis de su olvido y de que muy pronto desaparecerá reincorporándose a la geografía que lo rodea.

Se sabe que el impacto turístico es mínimo en la zona, pero esto puede ser detonante de otra realidad económica para la región, otra imagen aparte de la enseñoreada violencia que espanta hasta las familias más antiguas del municipio, de los caminos poco transitados y de la incertidumbre que limitó la presente investigación.

Epílogo de un caso: A perpetuidad de Guadalupe de Bagües

Poco o casi nada se puede señalar para el caso de un pueblo que en la etapa final de su decadencia muere agonizante bajo la figura de una o dos personas. Es una situación que difícilmente se logra reparar debido al éxodo de sus habitantes y una cierta marginación geográfica que todo lo limita.

Se entiende el por qué hipotéticamente doña Delfina es la última habitante de una hacienda que vio pasar a los extranjeros durante la Intervención Francesa, el por qué no hay movimiento en su rico cementerio adornado con cantera… eso resulta muy lógico, los polos de desarrollo ahora son otros.

No obstante, la influencia de los seres humanos en determinados sitios se borrará después de que estos dejen de ocuparlos y aunque la señora se vaya, la memoria de una vida quedará impregnada, como en este caso, en las piedras que se utilizaron para que los restos de sus padres, abuelos y bisabuelos se conservaran.

Pero la situación de Guadalupe de Bagües y sus monumentos históricos, es crítica. Ahora que no sólo es el caso del cementerio que alberga impresionante osario, sino también de toda la hacienda, lo mismo pasa en otros lugares del municipio de Coronado. Se trata de un problema de grandes escalas; de que se perderán lugares patrimoniales con el tiempo, se perderán.

Y con raíz en la conciencia, este trabajo-propuesta pretende, además de contar las historias de un misterioso sitio anclado en su soledad, rescatarlo del olvido y la ignorancia. Los medios son muy limitados, pero el valor que conserva es demasiado importante para una región, sólo basta con ser honestos y afirmar que este estudio no es suficiente para abarcar todas sus aristas, por lo que debe mantenerse en pie.

En fin, ojalá que estos apuntes incentiven la solidaridad con los demás, si no es por medio de la soledad de doña Delfina, la vecina del pueblo fantasma, que lo sea por la familia Martínez Hernández para que no se queden sin flores, que sea por el pueblo de Coronado en favor de su liberación en contra de la violencia y los usurpadores de su tranquilidad.

Para que no tengan miedo de salir al campo y puedan contemplar los bellos paisajes que ofrece el sur de Chihuahua, verdosamente azulados, con cielo blanquecino; azul claro y violeta; anaranjados, así como la muralla del panteón de Guadalupe de Bagües, así como su osario, así como la hacienda… claros y tangibles elementos de un patrimonio cultural que desaparece en la muda soledad del tiempo.

POR LUIS G. PRIETO RAMÍREZ / ÚLTIMA PARTE

Con el fin de testimoniar las historias que se hablan popularmente del panteón de Guadalupe de Bagües, el titular de la parroquia de San Francisco Javier (adscrita a la Diócesis de Parral) en la cabecera municipal de Coronado, Miguel Domínguez, afirmó que la única persona viva (y que él conocía) con tal sabiduría y experiencia sobre la comarca, es Doña Delfina.

Doña Delfina, según relató el Párroco, es quizá la única vecina que queda en la Hacienda del Real de Guadalupe de Bagües, lugar que expresó, pertenece a una familia acaudalada que radica en Chihuahua Capital; pero que encomendó a la citada señora para que cuidara de las ruinas, pues se dijo que ella vive ahí, que allí tiene su casa.

“Es la única persona que conozco de Guadalupe, pues lamentablemente ya no quedan más en la hacienda… Ni siquiera a quién celebrarle misa. El lugar es una ruina y de su panteón ya ni se diga, es muy viejo”, manifestó el Presbítero, quien antes de abandonar al equipo de investigación para oficiar la Eucaristía en La Conquista, señaló con su dedo la ubicación del sitio en cuestión.

Entonces, apareció una carretera de poco tránsito con dos carriles, uno de ida y otro de vuelta; un paisaje verdosamente azulado; cubierto con un cielo blanquecino, a punto de tronar en lluvia. Y bien, ¿quién será doña Delfina? Se les preguntó abiertamente a los miembros de la empresa compuesta desde ese instante por dos estudiantes universitarios, un joven restaurador originario de Mazatlán, Sinaloa, y otro sacerdote, éste Párroco de San Buenaventura en Villa López.

El religioso respondió: “pues Miguelito –el otro ministro católico- dijo que era una señora mayor…” Otro de los presentes añadió: “yo me imagino que pasa los ochenta, no sé; eso entendí”. Inmediatamente la comitiva ironizó con el comentario llegando a la sarcástica conclusión de que muy probablemente, por su edad, ella es parte del complejo funerario… O al menos de que vive muy cerca de la puerta del panteón.

Lamentablemente, al arribar al camino que llevaría al cementerio la camioneta se atascó en el lodo originado por la precedente lluvia. Veinte fueron los minutos que la comitiva perdió liberándola del arenal; eran como las 5:40 de la tarde en territorio desconocido, en Coronado, invadidos por el temor de la violencia que aún en momentos de esta redacción asuela la región. Todos en medio de la nada.

Cuando el vehículo salió de su trampa el equipo llegó al acuerdo de terminar pronto la investigación; tomar fotos y platicar con doña Delfina, pues las sombras estaban por cubrir el orbe. Se decidió caminar hacia el panteón y al encontrarlo sobre la colina, se miró que no había más que huizaches salvajes rodeándolo. Más allá sólo imperaba naturalmente la soledad y el silencio.

La Hacienda del Real de Guadalupe de Bagües no existe para el panteón, el espíritu de los muertos no puede escaparse de vez en cuando para visitar a sus deudos… y doña Delfina, ella tampoco se hizo real en ese momento. Lo que se imaginó de su casa, la ruina, no se materializó para los curiosos. Se quedaron infinidad de preguntas en la boca de quienes con interés querían conocerla, para saber si era tan anciana y sobre todo, para borrarse la mofa de que vivía en el cementerio.

Según se corroboró días después, el pueblo “fantasma” se localizaba del otro lado de la carretera, como a 15 minutos y por otro camino de terracería; pero de doña Delfina no se supo más, ni de su casa, ni de su relación con los acaudalados. Sólo que muy probablemente pasa los 80 años y que quizá espera ansiosa la hora de ocupar un espacio en la mística necrópolis de Guadalupe de Bagües.

¿Se puede solidarizar con el olvido?

De acuerdo con Guillermo Bonfil Batalla, antropólogo y escritor mexicano, la solidaridad es un elemento indispensable para que el patrimonio cultural pueda rescatarse, conservarse, estudiarse, difundirse y propiamente enriquecerse, pero surge una pregunta para esta cuestión que debe responderse lo antes posible: ¿es el cementerio de Guadalupe de Bagües materia de un estudio patrimonial desde la cultura?

Sí, a la necrópolis puede catalogársele parte del patrimonio histórico y cultural de un pueblo por su edad, su uso y por lo que representa (representó y representará) para la comunidad que sin embargo, aparentemente dejó de existir… por lo cual se torna meramente difícil encabezar su defensa, primero ante su propia concepción y después contra el tiempo que le está lacerando gravemente.

Sin embargo, gracias al interés emanado por la curiosidad, se llega a la consciencia de que este monumento histórico se está perdiendo, que le falta solidaridad por parte de terceras personas, debido a que está abandonado sobre el cerro y probablemente que sólo doña Delfina tenga una relación íntima con él.

Es natural que las tumbas viejas se queden sin dolientes, y es lo que sin lugar a dudas sucede con el resto del acervo funerario. Tal vez en este sentido existe una desconexión con los monumentos, pero la gente de la cabecera municipal de Coronado, se siente relacionada con el lugar dada la capacidad de asombro que manifiesta: por ser un depósito de huesos y por el supuesto de resguardar tesoros.

La profanación por lo anterior es evidente, hay daños estructurales en el osario y los ataúdes de piedra por la búsqueda de inciertas fortunas, pero esto es parte de la memoria viva que sólo algunos espacios como este puede presumir en la región. ¿Un osario como éste en medio de la nada? ¿En Coronado?

Ahora bien, parte de la solidaridad que se propone es muy sencilla: es darle realce a esta memoria popular que tiene el cementerio para con la cultura regional, ese imaginario de tesoros infinitos que el tiempo guarda no sólo en los metales preciosos, sino en el pasado; aquellos años en los que Guadalupe de Bagües representaba para su región solidez y ciertamente orgullo de originalidad.

Que esos relatos que han participado en parte de su destrucción, sean el motor de su defensa; pero se necesita compromiso y más todavía, solidaridad con doña Delfina, los deudos de los Martínez Hernández y el pueblo de Coronado. Ojalá que el centro de estas vidas no sea la violencia que ha permeado en su cotidianidad, sino la mágica visión que esta propuesta desea.

Otro elemento muy importante a destacar es el osario que gobierna la ciudad de los muertos, pues ¿en qué otra parte del sur de Chihuahua existe similar estructura? Para los de Coronado es único a pesar de su deterioro, e incluso mediáticamente sólo se conoce al de Guadalupe de Bagües en dicha región; claro, haciéndose énfasis de su olvido y de que muy pronto desaparecerá reincorporándose a la geografía que lo rodea.

Se sabe que el impacto turístico es mínimo en la zona, pero esto puede ser detonante de otra realidad económica para la región, otra imagen aparte de la enseñoreada violencia que espanta hasta las familias más antiguas del municipio, de los caminos poco transitados y de la incertidumbre que limitó la presente investigación.

Epílogo de un caso: A perpetuidad de Guadalupe de Bagües

Poco o casi nada se puede señalar para el caso de un pueblo que en la etapa final de su decadencia muere agonizante bajo la figura de una o dos personas. Es una situación que difícilmente se logra reparar debido al éxodo de sus habitantes y una cierta marginación geográfica que todo lo limita.

Se entiende el por qué hipotéticamente doña Delfina es la última habitante de una hacienda que vio pasar a los extranjeros durante la Intervención Francesa, el por qué no hay movimiento en su rico cementerio adornado con cantera… eso resulta muy lógico, los polos de desarrollo ahora son otros.

No obstante, la influencia de los seres humanos en determinados sitios se borrará después de que estos dejen de ocuparlos y aunque la señora se vaya, la memoria de una vida quedará impregnada, como en este caso, en las piedras que se utilizaron para que los restos de sus padres, abuelos y bisabuelos se conservaran.

Pero la situación de Guadalupe de Bagües y sus monumentos históricos, es crítica. Ahora que no sólo es el caso del cementerio que alberga impresionante osario, sino también de toda la hacienda, lo mismo pasa en otros lugares del municipio de Coronado. Se trata de un problema de grandes escalas; de que se perderán lugares patrimoniales con el tiempo, se perderán.

Y con raíz en la conciencia, este trabajo-propuesta pretende, además de contar las historias de un misterioso sitio anclado en su soledad, rescatarlo del olvido y la ignorancia. Los medios son muy limitados, pero el valor que conserva es demasiado importante para una región, sólo basta con ser honestos y afirmar que este estudio no es suficiente para abarcar todas sus aristas, por lo que debe mantenerse en pie.

En fin, ojalá que estos apuntes incentiven la solidaridad con los demás, si no es por medio de la soledad de doña Delfina, la vecina del pueblo fantasma, que lo sea por la familia Martínez Hernández para que no se queden sin flores, que sea por el pueblo de Coronado en favor de su liberación en contra de la violencia y los usurpadores de su tranquilidad.

Para que no tengan miedo de salir al campo y puedan contemplar los bellos paisajes que ofrece el sur de Chihuahua, verdosamente azulados, con cielo blanquecino; azul claro y violeta; anaranjados, así como la muralla del panteón de Guadalupe de Bagües, así como su osario, así como la hacienda… claros y tangibles elementos de un patrimonio cultural que desaparece en la muda soledad del tiempo.

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