/ lunes 6 de enero de 2020

Tarahumaras huyen del hambre y encuentran rechazo en ciudades

En la capital del estado se ubican un total de mil 211 rarámuris, siendo el asentamiento El Oasis el que cuenta con mayor población alcanzando casi las 400 personas

Con la esperanza de huir del hambre, la violencia, falta de empleo y carencia de oportunidades para salir adelante, los rarámuris abandonan sus hogares ubicados en la Sierra de Chihuahua, y buscan en ciudades conurbadas una mejor calidad de vida, conformando los ya conocidos asentamientos tarahumaras.

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La mayoría de ellos provienen de los municipios de Guadalupe y Calvo, Guachochi, Batopilas, Urique, Guazaparez, Moris, Uruachi, Chínipas, Maguarichi, Bocoyna, Nonoava, Carichí, Ocampo, Guerrero y Temósachi; llegan a la ciudad de Chihuahua, Parral y Ciudad Juárez en busca de un trabajo, vivienda digna y seguridad.

De acuerdo con la Comisión Estatal para los Pueblos Indígenas (Coepi), a la fecha, sólo en la ciudad de Chihuahua se contabilizan nueve asentamientos, mientras que el municipio de Parral se ubican tres, en Cuauhtémoc uno y en Ciudad Juárez, dentro de la colonia Tarahumara, viven más de 300 personas de origen rarámuri. Estas zonas representan un lugar seguro para permanecer conservando su cultura y la realización de los actos que los caracterizan. Desde los festejos propios de Semana Santa, elaboración de tesgüino y sus propias reglas de convivencia.

En cada asentamiento se elige democráticamente un representante al cual ellos llaman gobernador, el cual selecciona a un capitán y puede llegar a gobernar la comunidad por varios años dependiendo si decide ya no liderarlos o los propios indígenas deciden que no es apto, realizando reuniones donde se hacen votaciones.

La poca capacidad de alcance del gobernador en una ciudad desconocida y con una extensión mayor a la acostumbrada hizo que sus funciones cambiaran exclusivamente a la gestión de recursos materiales para la infraestructura de vivienda, así como de apoyos asistenciales para la subsistencia.

En la capital del estado se ubican un total de mil 211 rarámuris, siendo el asentamiento El Oasis el que cuenta con mayor población alcanzando casi las 400 personas. La discriminación y la falta de empleo son las principales problemáticas a las que se enfrentan dentro de las grandes ciudades.

En Parral hay tres asentamientos, donde se ubican alrededor de 160 casas en donde habitan hasta dos familias por unidad. Se trata de los albergues San Andrés, Los Carrizos y El Venadito, donde desde hace 20 años se han instalado las familias emigrantes de las partes altas de la sierra, quienes encuentran trabajo principalmente como pepenadores en ladrilleras o en aserraderos.

Según Guillermo Negrete, quien fue fundador gobernador primeramente de Los Carrizos y también fue gobernador por más de 15 años en el albergue de San Andrés, expuso que la mayor parte de las familias que se han instalado se sostienen gracias a que al menos un integrante logra conseguir trabajo y afirmó que la mayor parte de quienes habitan estos asentamientos labora como recolector de basura.

Son los hombres dentro del grupo familiar quienes logran obtener el sustento laborando ladrilleras y los demás se dedican a ser pepenadores de basura, donde por día llegan a obtener desde 60 hasta 120 pesos y a veces nada, según mencionó Negrete, esto si llegan desde de temprano y lograr pepenar y vender a la empresa recolectora.

En tanto, los indígenas que cuentan con un trabajo formal son los que logran ser contratados en las empresas que trabajan la madera, es decir, los aserraderos que se ubican en la salida a Santa Bárbara, la vía corta, y en la periferia de la ciudad.

De las zonas de donde provienen las familias que habitan estas colonias, son de Balleza, Guadalupe y Calvo y Guachochi, todos ellos de comunidades muy alejadas, de difícil acceso y donde asegura, no hay trabajo y hay una latente falta de alimento.

“Aún están llegando personas, unos no tienen a veces dónde vivir, pero tienen amigos o familia y quienes no tienen dónde vivir nos organizamos entre todos, hacemos una colecta y mientras se quedan en la Casa de Cristo, que es un salón de usos múltiples de la iglesia que se encuentra en el Albergue San Andrés”, aseveró.

Negrete advirtió que no reciben ningún apoyo de gobierno estatal ni municipal, ya que afirmó que desde hace años ya no acuden al DIF porque se les niegan las despensas, y que debido a esto ya desconocen si existe alguna ayuda, como despensas o abrigo.

A las orillas de Ciudad Juárez, en un pequeño espacio pegado a las faldas del cerro “Lee la Biblia” se ubica la colonia Tarahumara. En el lugar habitan aproximadamente 300 personas de origen rarámuri, quienes pese a vivir en la frontera sufren discriminación, falta de empleo e inseguridad.

“Aquí todos hemos sufrido y seguimos sufriendo discriminación. Nos ven con nuestra vestimenta y piensan que vamos a pedir, pero nosotros venimos a trabajar”, dice Rosalinda Guadalajara, coordinadora de la colonia Tarahumara, en entrevista con El Heraldo de Juárez.

Dentro de la colonia actualmente viven 97 familias y son aproximadamente 330 personas, sin embargo, se estima que otras 42 familias que apenas llegaron de la Sierra Tarahumara también habitan en la ciudad.

De acuerdo con Guadalajara, desde el inicio del nuevo gobierno federal del presidente Andrés Manuel López Obrador comenzaron a quedarse sin apoyos oficiales, como lo son los de Prospera, Sedesol, internet gratuito dentro del programa México Conectado, entre otros.

“Nos quitaron el apoyo de Prospera, lo de los comedores de Sedesol, ahora la entrega de despensa es cada mes y eso nos ha afectado mucho porque antes con ese apoyo se daba desayuno, comida y cena, ahora no; así como el internet y eso ha afectado mucho a los niños y jóvenes que van a la escuela y necesitan buscar algo para sus tareas”, indicó.

Los rarámuris que aquí habitan cuentan con una serie de necesidades que van desde alimento, viviendas, seguridad y demás. “Ahorita lo que queremos es ampliar el espacio que tenemos en la colonia para que las viviendas sean más amplias y grandes, también hay necesidades de alimento para el comedor y de internet”, aseguró Guadalajara.

Dijo que debido a las condiciones en las que viven actualmente han buscado apoyos en diversas dependencias, así como en organizaciones civiles para poder seguir en esta localidad y mantener el comedor.

La mayoría de los rarámuris que habitan en la colonia Tarahumara en Ciudad Juárez se dedican a la construcción, también trabajan en las empresas maquiladoras y otros vendiendo sus artesanías y hierbas. Debido a que la mayoría conservan su vestimenta, así como el idioma, son víctimas de discriminación por parte de la ciudadanía juarense.

“Todavía la gente nos ve y nos hace caras, es frecuente, yo he ido a comprar cosas al mercado de abastos, yo andaba ahí y en el área de administración me preguntaron a qué iba, les dije que a comprar, pero me dijeron que me iban a sacar, porque piensan que porque uno es tarahumara anda pidiendo, tuve que mostrar el recibo de que ya había pagado. Pero nos reclaman porque vamos a vender nuestros productos o porque entramos a sus locales”, agregó Rosalinda.

En un recorrido realizado por la colonia por El Heraldo de Juárez se constató la cantidad de familias que ahí habitan, las cuales aún visten con sus trajes típicos, hablan el idioma rarámuri y se reúnen para platicar, jugar y convivir entre ellos.

Con la temporada invernal los juarenses se han solidarizado para llevarles leña, cobijas y demás artículos para poder mitigar las bajas temperaturas registradas en los últimos días.

Mientras que en Cuauhtémoc el único asentamiento tarahumara de la comunidad es la colonia Rayénari; fundada en la década de los ochenta, sirvió para dar cabida a las familias que entonces, como ahora, llegaban en busca de empleo en la producción de manzana, sin embargo, el crecimiento ha sido exponencial y hoy, en pequeñas casas en cada terreno, hay hasta 15 o más personas.

Según el censo de Coepi, hay 101 casas, sin embargo, en un recorrido es posible observar cómo cada terreno ha sido fragmentado en pequeños cuartos, cada uno es una vivienda dentro de otra, en cada una hay una familia, cuatro o cinco integrantes, en esta temporada.

El promedio por familia, explica Neyma Durán, coordinadora regional de la Comisión Estatal de los Pueblos Indígenas de Chihuahua, es de 5 integrantes y estiman, de manera permanente, hay cerca de 148 familias, es decir, unas 740 personas.

Sin embargo, al visitar Josefina Olivas, Chepa, en su casa, hay cuatro divisiones, dos son de cartón, lámina y plástico, una más es la vivienda original donde habita ella y algunos integrantes de su propia familia, además del cuarto que recientemente construyeron y que ahora presta a otros visitantes. En total viven 14 personas en el mismo terreno.

La situación cambia cuando es temporada alta en producción de manzana, en verano, cuando la cantidad de habitantes incluso se triplica, obligando a varones a dormir en los patios y mujeres y niños en el interior de las casas.

Aunque han existido ofrecimientos constantes de crear un nuevo asentamiento indígena en Cuauhtémoc, hasta el momento no se ha cumplido. El hacinamiento es un problema fuerte en la comunidad.

Asentamientos en las principales ciudades del estado:

Chihuahua:

Asentamiento Carlos Arroyo, 231 personas

Asentamiento Pino Alto, 84 personas

Asentamiento Pájaro Azul, 111 personas

Asentamiento La Soledad, 260 personas

Asentamiento Ladrillera Norte, 219 personas

Asentamiento Tarahumara, 260 personas

Asentamiento Rinconada Los Nogales, 46 personas

Asentamiento El Oasis, 387 personas

Asentamiento Díaz Infante, 141 personas

Parral

San Andrés

El Venadito

Los Carrizos

Ciudad Juárez

Colonia Tarahumara, 300 personas

Cuauhtémoc

Colonia Rayénari, 740 personas

Fuente: Comisión Estatal de los Pueblos Indígenas.



En colaboración con:

Edna Martínez Estrada/ El Heraldo Noroeste

Paola Gamboa/ El Heraldo de Juárez

Javier Cruz/ El Sol de Parral

Con la esperanza de huir del hambre, la violencia, falta de empleo y carencia de oportunidades para salir adelante, los rarámuris abandonan sus hogares ubicados en la Sierra de Chihuahua, y buscan en ciudades conurbadas una mejor calidad de vida, conformando los ya conocidos asentamientos tarahumaras.

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La mayoría de ellos provienen de los municipios de Guadalupe y Calvo, Guachochi, Batopilas, Urique, Guazaparez, Moris, Uruachi, Chínipas, Maguarichi, Bocoyna, Nonoava, Carichí, Ocampo, Guerrero y Temósachi; llegan a la ciudad de Chihuahua, Parral y Ciudad Juárez en busca de un trabajo, vivienda digna y seguridad.

De acuerdo con la Comisión Estatal para los Pueblos Indígenas (Coepi), a la fecha, sólo en la ciudad de Chihuahua se contabilizan nueve asentamientos, mientras que el municipio de Parral se ubican tres, en Cuauhtémoc uno y en Ciudad Juárez, dentro de la colonia Tarahumara, viven más de 300 personas de origen rarámuri. Estas zonas representan un lugar seguro para permanecer conservando su cultura y la realización de los actos que los caracterizan. Desde los festejos propios de Semana Santa, elaboración de tesgüino y sus propias reglas de convivencia.

En cada asentamiento se elige democráticamente un representante al cual ellos llaman gobernador, el cual selecciona a un capitán y puede llegar a gobernar la comunidad por varios años dependiendo si decide ya no liderarlos o los propios indígenas deciden que no es apto, realizando reuniones donde se hacen votaciones.

La poca capacidad de alcance del gobernador en una ciudad desconocida y con una extensión mayor a la acostumbrada hizo que sus funciones cambiaran exclusivamente a la gestión de recursos materiales para la infraestructura de vivienda, así como de apoyos asistenciales para la subsistencia.

En la capital del estado se ubican un total de mil 211 rarámuris, siendo el asentamiento El Oasis el que cuenta con mayor población alcanzando casi las 400 personas. La discriminación y la falta de empleo son las principales problemáticas a las que se enfrentan dentro de las grandes ciudades.

En Parral hay tres asentamientos, donde se ubican alrededor de 160 casas en donde habitan hasta dos familias por unidad. Se trata de los albergues San Andrés, Los Carrizos y El Venadito, donde desde hace 20 años se han instalado las familias emigrantes de las partes altas de la sierra, quienes encuentran trabajo principalmente como pepenadores en ladrilleras o en aserraderos.

Según Guillermo Negrete, quien fue fundador gobernador primeramente de Los Carrizos y también fue gobernador por más de 15 años en el albergue de San Andrés, expuso que la mayor parte de las familias que se han instalado se sostienen gracias a que al menos un integrante logra conseguir trabajo y afirmó que la mayor parte de quienes habitan estos asentamientos labora como recolector de basura.

Son los hombres dentro del grupo familiar quienes logran obtener el sustento laborando ladrilleras y los demás se dedican a ser pepenadores de basura, donde por día llegan a obtener desde 60 hasta 120 pesos y a veces nada, según mencionó Negrete, esto si llegan desde de temprano y lograr pepenar y vender a la empresa recolectora.

En tanto, los indígenas que cuentan con un trabajo formal son los que logran ser contratados en las empresas que trabajan la madera, es decir, los aserraderos que se ubican en la salida a Santa Bárbara, la vía corta, y en la periferia de la ciudad.

De las zonas de donde provienen las familias que habitan estas colonias, son de Balleza, Guadalupe y Calvo y Guachochi, todos ellos de comunidades muy alejadas, de difícil acceso y donde asegura, no hay trabajo y hay una latente falta de alimento.

“Aún están llegando personas, unos no tienen a veces dónde vivir, pero tienen amigos o familia y quienes no tienen dónde vivir nos organizamos entre todos, hacemos una colecta y mientras se quedan en la Casa de Cristo, que es un salón de usos múltiples de la iglesia que se encuentra en el Albergue San Andrés”, aseveró.

Negrete advirtió que no reciben ningún apoyo de gobierno estatal ni municipal, ya que afirmó que desde hace años ya no acuden al DIF porque se les niegan las despensas, y que debido a esto ya desconocen si existe alguna ayuda, como despensas o abrigo.

A las orillas de Ciudad Juárez, en un pequeño espacio pegado a las faldas del cerro “Lee la Biblia” se ubica la colonia Tarahumara. En el lugar habitan aproximadamente 300 personas de origen rarámuri, quienes pese a vivir en la frontera sufren discriminación, falta de empleo e inseguridad.

“Aquí todos hemos sufrido y seguimos sufriendo discriminación. Nos ven con nuestra vestimenta y piensan que vamos a pedir, pero nosotros venimos a trabajar”, dice Rosalinda Guadalajara, coordinadora de la colonia Tarahumara, en entrevista con El Heraldo de Juárez.

Dentro de la colonia actualmente viven 97 familias y son aproximadamente 330 personas, sin embargo, se estima que otras 42 familias que apenas llegaron de la Sierra Tarahumara también habitan en la ciudad.

De acuerdo con Guadalajara, desde el inicio del nuevo gobierno federal del presidente Andrés Manuel López Obrador comenzaron a quedarse sin apoyos oficiales, como lo son los de Prospera, Sedesol, internet gratuito dentro del programa México Conectado, entre otros.

“Nos quitaron el apoyo de Prospera, lo de los comedores de Sedesol, ahora la entrega de despensa es cada mes y eso nos ha afectado mucho porque antes con ese apoyo se daba desayuno, comida y cena, ahora no; así como el internet y eso ha afectado mucho a los niños y jóvenes que van a la escuela y necesitan buscar algo para sus tareas”, indicó.

Los rarámuris que aquí habitan cuentan con una serie de necesidades que van desde alimento, viviendas, seguridad y demás. “Ahorita lo que queremos es ampliar el espacio que tenemos en la colonia para que las viviendas sean más amplias y grandes, también hay necesidades de alimento para el comedor y de internet”, aseguró Guadalajara.

Dijo que debido a las condiciones en las que viven actualmente han buscado apoyos en diversas dependencias, así como en organizaciones civiles para poder seguir en esta localidad y mantener el comedor.

La mayoría de los rarámuris que habitan en la colonia Tarahumara en Ciudad Juárez se dedican a la construcción, también trabajan en las empresas maquiladoras y otros vendiendo sus artesanías y hierbas. Debido a que la mayoría conservan su vestimenta, así como el idioma, son víctimas de discriminación por parte de la ciudadanía juarense.

“Todavía la gente nos ve y nos hace caras, es frecuente, yo he ido a comprar cosas al mercado de abastos, yo andaba ahí y en el área de administración me preguntaron a qué iba, les dije que a comprar, pero me dijeron que me iban a sacar, porque piensan que porque uno es tarahumara anda pidiendo, tuve que mostrar el recibo de que ya había pagado. Pero nos reclaman porque vamos a vender nuestros productos o porque entramos a sus locales”, agregó Rosalinda.

En un recorrido realizado por la colonia por El Heraldo de Juárez se constató la cantidad de familias que ahí habitan, las cuales aún visten con sus trajes típicos, hablan el idioma rarámuri y se reúnen para platicar, jugar y convivir entre ellos.

Con la temporada invernal los juarenses se han solidarizado para llevarles leña, cobijas y demás artículos para poder mitigar las bajas temperaturas registradas en los últimos días.

Mientras que en Cuauhtémoc el único asentamiento tarahumara de la comunidad es la colonia Rayénari; fundada en la década de los ochenta, sirvió para dar cabida a las familias que entonces, como ahora, llegaban en busca de empleo en la producción de manzana, sin embargo, el crecimiento ha sido exponencial y hoy, en pequeñas casas en cada terreno, hay hasta 15 o más personas.

Según el censo de Coepi, hay 101 casas, sin embargo, en un recorrido es posible observar cómo cada terreno ha sido fragmentado en pequeños cuartos, cada uno es una vivienda dentro de otra, en cada una hay una familia, cuatro o cinco integrantes, en esta temporada.

El promedio por familia, explica Neyma Durán, coordinadora regional de la Comisión Estatal de los Pueblos Indígenas de Chihuahua, es de 5 integrantes y estiman, de manera permanente, hay cerca de 148 familias, es decir, unas 740 personas.

Sin embargo, al visitar Josefina Olivas, Chepa, en su casa, hay cuatro divisiones, dos son de cartón, lámina y plástico, una más es la vivienda original donde habita ella y algunos integrantes de su propia familia, además del cuarto que recientemente construyeron y que ahora presta a otros visitantes. En total viven 14 personas en el mismo terreno.

La situación cambia cuando es temporada alta en producción de manzana, en verano, cuando la cantidad de habitantes incluso se triplica, obligando a varones a dormir en los patios y mujeres y niños en el interior de las casas.

Aunque han existido ofrecimientos constantes de crear un nuevo asentamiento indígena en Cuauhtémoc, hasta el momento no se ha cumplido. El hacinamiento es un problema fuerte en la comunidad.

Asentamientos en las principales ciudades del estado:

Chihuahua:

Asentamiento Carlos Arroyo, 231 personas

Asentamiento Pino Alto, 84 personas

Asentamiento Pájaro Azul, 111 personas

Asentamiento La Soledad, 260 personas

Asentamiento Ladrillera Norte, 219 personas

Asentamiento Tarahumara, 260 personas

Asentamiento Rinconada Los Nogales, 46 personas

Asentamiento El Oasis, 387 personas

Asentamiento Díaz Infante, 141 personas

Parral

San Andrés

El Venadito

Los Carrizos

Ciudad Juárez

Colonia Tarahumara, 300 personas

Cuauhtémoc

Colonia Rayénari, 740 personas

Fuente: Comisión Estatal de los Pueblos Indígenas.



En colaboración con:

Edna Martínez Estrada/ El Heraldo Noroeste

Paola Gamboa/ El Heraldo de Juárez

Javier Cruz/ El Sol de Parral

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