/ sábado 15 de junio de 2019

Evocando a Carlos Montemayor en su 72 aniversario

Por Victoria Montemayor Galicia

Hace dos años con motivo del 70 aniversario del escritor parralense Carlos Montemayor, el Municipio de Parral encabezado por el Lic. Alfredo Lozoya y el Lic. Francisco Sánchez Villegas, se inauguró la Sala Carlos Montemayor en el Teatro Hidalgo. En aquella ocasión participaron: el historiador Jesús Vargas, Alma Gómez, una de Las Mujeres del Alba, el Dr. Jorge Alan Flores, Catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Chihuahua, así como estudiantes de la misma Institución quienes leyeron sus propios cuentos y poemas. El día de hoy 15 de junio a las 19:30 hrs. se llevará a cabo un homenaje en la acogedora Sala Carlos Montemayor, para evocar al escritor parralense en su 72 aniversario. En esta ocasión participarán el Lic. Francisco Sánchez Villegas, Jesús Quiñones Jasso, Carlos Franco y una servidora para evocar las distintas facetas de Montemayor desde una perspectiva del amigo, el escritor, el padre, el intelectual.

A las 10:00 am también en la Sala Carlos Montemayor dirigiré un club de lectura sobre la obra de Montemayor en la que pretendo dar una aproximación a la narrativa, poética y ensayística del escritor. Los invito a que nos acompañen en las actividades del día de hoy.

Comparto un fragmento de un ensayo que escribí para la revista Acta Sociológica Núm. 77 de la UNAM titulada: “Carlos Montemayor, pensador tenaz y riguroso polifacético creador”, que presentaremos próximamente.

Montemayor: Entre la ensoñación, la muerte y el gnosticismo en algunos relatos de Las llaves de Urgell y Cuentos gnósticos.

“La muerte de Tsin Pau” es un cuento polifónico. La mayor parte está narrada en tercera persona por un narrador omnisciente; aunque a lo largo de la historia irrumpen dos voces en la narración, podría afirmar que una pertenece a Tsin Pau, y la otra a la divinidad que parece castigarlo. El relato narra el regreso de Tsin Pau a su aldea natal después de varios años de ausencia, en donde al parecer nada había cambiado, y es en este retorno en donde el personaje se encuentra con su destino.

En la Calzada de los Templos, Tsin Pau bajó de su carro y entró al Templo a agradecer: “Después de orar, de sentir el reposo primero, se incorporó al rito de los ministros. Tuvo una sensación que no era el movimiento de los ancianos en el rito, que no era el aire viejo del templo, la persistencia de los muros. Temió un templo infinito; o la reunión de hombres desconocidos, sin lenguaje.” En estas primeras líneas encontramos un tono de misterio al mencionar el “rito”, el “templo infinito”, y “los hombres desconocidos, sin lenguaje”. Como si con estas descripciones Tsin Pau se transportara a aquella atmosfera mística, el famoso rapto místico en donde el individuo se encuentra con la divinidad; donde quizá esos hombres desconocidos, carentes de lenguaje, sean seres divinos.

Tsin Pau regresa a casa de sus padres, los días se le aparecen a manera de ensoñación, confusos. Tal vez una de las palabras clave para comprender mejor el relato se encuentre en estas líneas: “Antes de salir, miró fijamente en un altar el ángulo del primer sol: la piedra oscurecía y las sombras palpitaron en sus ojos hasta despertarle recuerdos de los más velados, de los más perdidos.” La sensación de algo desconocido que recorre el Templo, el obscurecimiento de la piedra, y las sombras que al palpitar en sus ojos evocaron recuerdos antiguos, ocultos, parecieran ser una sucesión de imágenes que nos llevan a pensar que el personaje comienza a morir. De tal manera que podríamos suponer, como en el relato de “El regreso”, que a Tsin Pau se le hubiera revelado algún secreto, y que esta revelación trajera consigo un castigo.

La estructura y narración del relato llevan al lector a pensar y a reflexionar sobre cada descripción, acción o pensamiento del personaje. ¿Qué tipo de recuerdos despertaron las sombras en Tsin Pau? Tsin Pau observa la calle, la planicie, regresa a la casa de sus padres, a su habitación. ¿Será acaso este regreso a casa de sus padres, evocación del paraíso perdido de la infancia?

La tarde que estuvo con sus padres paso rápidamente y le pareció que habían estado en silencio, sin hablar; tal era la sensación producida por la intimidad, por la quietud de las horas. Avanzada la noche, fue molestado por varias personas que entraron en sus habitaciones y tomaron asiento en la cabecera del lecho. Se habló de la muerte completa, la que nunca se puede quitar, de la que nunca puede uno desprenderse. Cayó en un profundo sueño, durmió tan profundamente que nada volvió a recordar.

La escena se desarrolla en el espacio de la intimidad. La atmosfera onírica hace que el personaje confunda la realidad con la ensoñación. El sueño siempre ha sido considerado una metáfora de la muerte, quizá por eso la charla sobre la muerte, el sueño profundo y las personas entrando, evocan una sensación de despedida. Al día siguiente Tsin Pau abrió los ojos y vio la mañana, metáfora tal vez de un nuevo renacer: “Su habitación estaba desarreglada, sucia, llena de polvo.” Todo era un caos, todo estaba en ruinas, abandonado: “Salió de la casa; en la calle se encontró con tierra vacía, un horizonte viejo, infinito. […] algo le hizo sentirse terriblemente, mortalmente vivo.” De tal manera que el paisaje desolado, el silogismo “mortalmente vivo” y la desnudez estarían reforzando la muerte de Tsin Pau.

Regresa nuevamente a casa y charla con sus padres; esta escena pareciera ser una alegoría del paraíso recuperado y la Santa Trinidad: “Lo llevaron a las habitaciones del jardín y lo sentaron en cojines. Tras él estaban sus padres, sentados a cada lado.” En esta parte la narración cambia de tono y la atmosfera pareciera obscurecerse como la sombra que observó Tsin Pau en el Templo, y que le despertó, o más bien, reveló algunos recuerdos velados. La voz de Tsin Pau parece irrumpir en la narración: “Dices que estoy muerto, escucho tu lejanía como otra voz, como un cuerpo irreconocible, ¿por qué te ocultas?” Inmediatamente interviene la voz narradora: “Sintió el llanto de una risa común, fría. Creyó al eco de un tiempo extraño, un recuerdo sin comprender, sin obtener.” Otra voz irrumpe en el relato. Una especie de divinidad, de Creador le habla a Tsin Pau, mismo que como dador y sustentador de vida puede quitársela:

Yo soy quien hizo tus ojos y forjó tus dientes y llenó de ruidos tu alrededor. Limpié tus uñas y en la boca te di leche para caminar, para que conocieses tiempo. Te he confundido, un rumbo en tu voz se devuelve y te extravías. Ahora mueres. Esta es tu muerte, Tsin Pau, y sientes que nunca te quitarás de ella; hace tiempo que has muerto, estás rodeado de tu muerte desde hace años y aún no termina, y no terminará jamás, jamás.

La divinidad parece burlarse de Tsin Pau, de su mortalidad, de la fugacidad de la vida. En esta parte del relato podríamos pensar que Tsin Pau percibió su muerte en el Templo, que los elementos como la reunión de hombres desconocidos, sin lenguaje y la sombra proyectada en la piedra, podrían dar la sensación de un desvanecimiento que se revela mediante la confusión del personaje. Quizá la revelación de algún secreto haya provocado el castigo. La voz lo expulsa del Templo: “Mira, ve mi cuerpo desnudo, no pierdas ninguno de mis rasgos; y luego ─dijo la voz, oscura, ronca, llena de lástima y desprecio─ no vuelvas nunca al Templo Tsin Pau.” De tal manera que quizá lo que vemos reflejado en el relato, sea una alegoría de la expulsión del Paraíso, la divinidad le habla a Tsin Pau en un tono de voz oscuro, sombrío e imperativo para expulsarlo del Templo, y dar un sentido trágico al personaje. Pareciera que desde su regreso Tsin Pau estuviera ya muerto, y que su regreso fuera en espíritu, al lugar donde creció y fue feliz, a ese paraíso perdido. La muerte explicaría la confusión al regresar a su aldea natal y la atmosfera onírica que permea el relato. La muerte, recordando a Quevedo y parafraseando a Pavese, tiene un rostro y una mirada para cada uno de nosotros; para Tsin Pau: “Esta es tu muerte Tsin Pau y sientes que nunca te quitaras de ella.” En “El regreso” el anciano profeta ve llegar su propia muerte, “la que le pertenecía, la muerte que solo era para él.”


Hace dos años con motivo del 70 aniversario del escritor parralense Carlos Montemayor, el Municipio de Parral encabezado por el Lic. Alfredo Lozoya y el Lic. Francisco Sánchez Villegas, se inauguró la Sala Carlos Montemayor en el Teatro Hidalgo. En aquella ocasión participaron: el historiador Jesús Vargas, Alma Gómez, una de Las Mujeres del Alba, el Dr. Jorge Alan Flores, Catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Chihuahua, así como estudiantes de la misma Institución quienes leyeron sus propios cuentos y poemas. El día de hoy 15 de junio a las 19:30 hrs. se llevará a cabo un homenaje en la acogedora Sala Carlos Montemayor, para evocar al escritor parralense en su 72 aniversario. En esta ocasión participarán el Lic. Francisco Sánchez Villegas, Jesús Quiñones Jasso, Carlos Franco y una servidora para evocar las distintas facetas de Montemayor desde una perspectiva del amigo, el escritor, el padre, el intelectual.

A las 10:00 am también en la Sala Carlos Montemayor dirigiré un club de lectura sobre la obra de Montemayor en la que pretendo dar una aproximación a la narrativa, poética y ensayística del escritor. Los invito a que nos acompañen en las actividades del día de hoy.

Comparto un fragmento de un ensayo que escribí para la revista Acta Sociológica Núm. 77 de la UNAM titulada: “Carlos Montemayor, pensador tenaz y riguroso polifacético creador”, que presentaremos próximamente.

Montemayor: Entre la ensoñación, la muerte y el gnosticismo en algunos relatos de Las llaves de Urgell y Cuentos gnósticos.

“La muerte de Tsin Pau” es un cuento polifónico. La mayor parte está narrada en tercera persona por un narrador omnisciente; aunque a lo largo de la historia irrumpen dos voces en la narración, podría afirmar que una pertenece a Tsin Pau, y la otra a la divinidad que parece castigarlo. El relato narra el regreso de Tsin Pau a su aldea natal después de varios años de ausencia, en donde al parecer nada había cambiado, y es en este retorno en donde el personaje se encuentra con su destino.

En la Calzada de los Templos, Tsin Pau bajó de su carro y entró al Templo a agradecer: “Después de orar, de sentir el reposo primero, se incorporó al rito de los ministros. Tuvo una sensación que no era el movimiento de los ancianos en el rito, que no era el aire viejo del templo, la persistencia de los muros. Temió un templo infinito; o la reunión de hombres desconocidos, sin lenguaje.” En estas primeras líneas encontramos un tono de misterio al mencionar el “rito”, el “templo infinito”, y “los hombres desconocidos, sin lenguaje”. Como si con estas descripciones Tsin Pau se transportara a aquella atmosfera mística, el famoso rapto místico en donde el individuo se encuentra con la divinidad; donde quizá esos hombres desconocidos, carentes de lenguaje, sean seres divinos.

Tsin Pau regresa a casa de sus padres, los días se le aparecen a manera de ensoñación, confusos. Tal vez una de las palabras clave para comprender mejor el relato se encuentre en estas líneas: “Antes de salir, miró fijamente en un altar el ángulo del primer sol: la piedra oscurecía y las sombras palpitaron en sus ojos hasta despertarle recuerdos de los más velados, de los más perdidos.” La sensación de algo desconocido que recorre el Templo, el obscurecimiento de la piedra, y las sombras que al palpitar en sus ojos evocaron recuerdos antiguos, ocultos, parecieran ser una sucesión de imágenes que nos llevan a pensar que el personaje comienza a morir. De tal manera que podríamos suponer, como en el relato de “El regreso”, que a Tsin Pau se le hubiera revelado algún secreto, y que esta revelación trajera consigo un castigo.

La estructura y narración del relato llevan al lector a pensar y a reflexionar sobre cada descripción, acción o pensamiento del personaje. ¿Qué tipo de recuerdos despertaron las sombras en Tsin Pau? Tsin Pau observa la calle, la planicie, regresa a la casa de sus padres, a su habitación. ¿Será acaso este regreso a casa de sus padres, evocación del paraíso perdido de la infancia?

La tarde que estuvo con sus padres paso rápidamente y le pareció que habían estado en silencio, sin hablar; tal era la sensación producida por la intimidad, por la quietud de las horas. Avanzada la noche, fue molestado por varias personas que entraron en sus habitaciones y tomaron asiento en la cabecera del lecho. Se habló de la muerte completa, la que nunca se puede quitar, de la que nunca puede uno desprenderse. Cayó en un profundo sueño, durmió tan profundamente que nada volvió a recordar.

La escena se desarrolla en el espacio de la intimidad. La atmosfera onírica hace que el personaje confunda la realidad con la ensoñación. El sueño siempre ha sido considerado una metáfora de la muerte, quizá por eso la charla sobre la muerte, el sueño profundo y las personas entrando, evocan una sensación de despedida. Al día siguiente Tsin Pau abrió los ojos y vio la mañana, metáfora tal vez de un nuevo renacer: “Su habitación estaba desarreglada, sucia, llena de polvo.” Todo era un caos, todo estaba en ruinas, abandonado: “Salió de la casa; en la calle se encontró con tierra vacía, un horizonte viejo, infinito. […] algo le hizo sentirse terriblemente, mortalmente vivo.” De tal manera que el paisaje desolado, el silogismo “mortalmente vivo” y la desnudez estarían reforzando la muerte de Tsin Pau.

Regresa nuevamente a casa y charla con sus padres; esta escena pareciera ser una alegoría del paraíso recuperado y la Santa Trinidad: “Lo llevaron a las habitaciones del jardín y lo sentaron en cojines. Tras él estaban sus padres, sentados a cada lado.” En esta parte la narración cambia de tono y la atmosfera pareciera obscurecerse como la sombra que observó Tsin Pau en el Templo, y que le despertó, o más bien, reveló algunos recuerdos velados. La voz de Tsin Pau parece irrumpir en la narración: “Dices que estoy muerto, escucho tu lejanía como otra voz, como un cuerpo irreconocible, ¿por qué te ocultas?” Inmediatamente interviene la voz narradora: “Sintió el llanto de una risa común, fría. Creyó al eco de un tiempo extraño, un recuerdo sin comprender, sin obtener.” Otra voz irrumpe en el relato. Una especie de divinidad, de Creador le habla a Tsin Pau, mismo que como dador y sustentador de vida puede quitársela:

Yo soy quien hizo tus ojos y forjó tus dientes y llenó de ruidos tu alrededor. Limpié tus uñas y en la boca te di leche para caminar, para que conocieses tiempo. Te he confundido, un rumbo en tu voz se devuelve y te extravías. Ahora mueres. Esta es tu muerte, Tsin Pau, y sientes que nunca te quitarás de ella; hace tiempo que has muerto, estás rodeado de tu muerte desde hace años y aún no termina, y no terminará jamás, jamás.

La divinidad parece burlarse de Tsin Pau, de su mortalidad, de la fugacidad de la vida. En esta parte del relato podríamos pensar que Tsin Pau percibió su muerte en el Templo, que los elementos como la reunión de hombres desconocidos, sin lenguaje y la sombra proyectada en la piedra, podrían dar la sensación de un desvanecimiento que se revela mediante la confusión del personaje. Quizá la revelación de algún secreto haya provocado el castigo. La voz lo expulsa del Templo: “Mira, ve mi cuerpo desnudo, no pierdas ninguno de mis rasgos; y luego ─dijo la voz, oscura, ronca, llena de lástima y desprecio─ no vuelvas nunca al Templo Tsin Pau.” De tal manera que quizá lo que vemos reflejado en el relato, sea una alegoría de la expulsión del Paraíso, la divinidad le habla a Tsin Pau en un tono de voz oscuro, sombrío e imperativo para expulsarlo del Templo, y dar un sentido trágico al personaje. Pareciera que desde su regreso Tsin Pau estuviera ya muerto, y que su regreso fuera en espíritu, al lugar donde creció y fue feliz, a ese paraíso perdido. La muerte explicaría la confusión al regresar a su aldea natal y la atmosfera onírica que permea el relato. La muerte, recordando a Quevedo y parafraseando a Pavese, tiene un rostro y una mirada para cada uno de nosotros; para Tsin Pau: “Esta es tu muerte Tsin Pau y sientes que nunca te quitaras de ella.” En “El regreso” el anciano profeta ve llegar su propia muerte, “la que le pertenecía, la muerte que solo era para él.”


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