/ martes 7 de abril de 2020

¿Cuánto vale tu vida..? Preguntaron los hermanos Sandoval a Carmelita

Ella, en medio de una desesperación por curar los mareos que sufre desde hace cinco años, decidió acudir con los supuestos "espiritistas", estafadores que sólo la desfalcaron

¿Cuánto vale tu vida..? Ésta fue la pregunta que los “Hermanos Sandoval” le hicieron a Carmelita luego que asistiera con ellos, en medio de una desesperación por curar sus mareos. Velas, santería, lectura de manos, hierbas y lociones, eran parte del “show” para hacer ver el 'profesionalismo' de los brujos.

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Carmelita, de 32 años, soltera y sin hijos, fue víctima de los “brujos” y supuestos “espiritistas” autodenominados “Hermanos Sandoval”, quienes se aprovecharon de sus problemas para desfalcarla por la cantidad de tres mil pesos; una cantidad mínima –en comparación a los demás afectados-, pero grande para una estafa.

Cuenta la historia de cómo fue que recurrió a los “hermanos” en un acto de desesperación por curar su enfermedad, pues desde hace cinco años sufre mareos y hasta ese momento ningún médico había remediado su mal.

La difusión de los supuestos brujos en combinación de los diversos testimonios que diariamente escuchaba a través de la radio, se armó de valor y decidió visitarlos.

Fue en octubre, cuando decidió ir a los supuestos espiritistas sanadores a sus instalaciones ubicadas en la colonia Las Américas. Una casa color morado con barandales blancos, adornada con decenas de velas, plantas, lociones, inciensos y cortinas.

Al llegar, Carmelita narró cómo fue que se veía el lugar. “Tenía un poco de nervios. No sabía de qué se trataba ni lo que fueran a hacerme. Yo lo único que quería era curar mi mal y lo que hice fue regalar mi dinero”.

Un olor atrajo su atención –incienso, quizá-. En el recibidor estaba una mujer de tez morena, delgada, alta y con el cabello recogido. Y quien le lanzó una pregunta: ¿Qué es lo que necesita?

Carmelita le explicó que había escuchado los “trabajos” que los hermanos Sandoval hacían; que curaban a gente que no podía caminar, que deshacían embrujos, que prácticamente “hacían milagros”.

La mujer le ordenó esperar. “El maestro”- como lo hacían llamar-, se encontraba atendiendo a otra persona. Transcurrida media hora y de un cuarto ubicado a la derecha de la recepción, adornado con cortinas oscuras que impedían ver y en el marco de la puerta una bocina con música ambiental que no dejaba escuchar lo que ocurría en el interior, salió un hombre de estatura baja, tez morena, acento foráneo; era de barba un poco descuidada y dijo llamarse “Rubén”.

Y como si se tratase de la sala de espera de un hospital, preguntó: ¿Quién sigue? Levantándose con algo de pena y voz entrecortada, Carmelita indicó ser la siguiente. “Pásele por favor, dígame ¿cuál es su mal?” A lo que la afectada respondió explicándole que le pasaba en su vida y cuál era su sufrimiento.

“Le indiqué que desde hace varios años sufría de constantes mareos, los cuales ni los médicos pudieron detectar qué era. Por lo que, en medio de la desesperación, había acudido a ellos para ver si podían remediar mi mal”.

Destacó que el joven Rubén la hizo pasar a la “misteriosa habitación”. Había una gran imagen de Cristo, una estatua enorme de la Virgen de Guadalupe y decenas de velas que alumbraban la habitación-, como si se tratase de una película de terror-.

Ahí, el “sanador” tomó sus manos y comenzó a “Leerlas”. “Estiró la palma de su mano hacia él. Posteriormente me indicó que, efectivamente, yo tenía una enfermedad mal puesta; envidia, entre otras cosas que ya no me acuerdo”.

Carmelita señaló que, luego de la lectura, el joven le indicó que debían realizar un trabajo para aliviar su mal, que, si quería curarse, debía invertir tres mil pesos para su remedio; pero no debía preocuparse, ya que podía estarlo pagando en abonos –si, como si se tratase de una tienda de esas donde sacan artículos a crédito- y que no sería hasta el término del pago cuando le realizarían el trabajo de sanación.

Con algo de inconformidad le replicó: “¿Y esto es todo? ¿No me hará una limpia o algo?”. Tras la réplica de la señora, el curandero tomó un frasco de loción “Siete machos” – según indicó la señora-, untó un poco en sus palmas, le dijo que debía ponerse de pie y comenzó a rezar un “padre nuestro” recorriendo con las manos parte de su cuerpo como si la estuviera “barriendo”.

Terminado este ritual le afirmó que debía comprar un “preparado de hierbas” hechas con flores “especiales”, el cual contenía flor de azahar, flor de tila, anís de estrella y clavo de olor que remediarían poco a poco su enfermedad, o por lo pronto, la controlarían.

“Me recomendó tomar un vasito antes de ir a dormir, pero yo sabía que ese té era para los nervios; aun así, decidí consumirlo pues sabía que no era algo malo”.

Luego, Carmen dijo que el joven Rubén le pidió que no olvidara volver para abonar tres mil pesos y comenzar con el ritual de curación. Para ello le extendió un “cartoncito” –de esos que traen los cobradores-, en donde conforme fuera abonando se le hacían anotaciones.

Transcurridos tres meses, Carmen logró completar la “deuda”. Fue así que en enero decidió volver con los “brujos” para que le realizaran el tan esperado ritual de curación. Y su sorpresa fue otra…

Al acudir de nuevo a la “casa de los hermanos Sandoval, la hicieron pasar ahora sí -como dice la famosa canción- con el “jefe de jefes”, “el maestro Sandoval”, un señor mayor, complexión robusta, canoso, tez morena.

Le dijo que para el ritual debía conseguir 13 mil pesos para el material – tal vez necesitaba ciertos artículos que sólo son de importación quizá- y que debía pagarlos en una sola exhibición antes de 15 días; si no podía hacerlo debía pedir prestado o hacer cualquier cosa para conseguirlos, ya que según dijo, ese dinero serio “santificado” y si no los conseguía era mejor que no volviera.

Habiendo escuchado esto y en total decepción, la señora Carmen exclamó que se le hacía una total exageración y en réplica recibió una pregunta que la dejó pensando… ¿Cuánto vale tu vida? Sin decir nada, Carmelita decidió retirarse para no volver.

Fue así, que se salvó de haber sido una víctima más de la estafa de los hermanos Sandoval, pues decidió acudir con un médico privado, quien le mencionó que de lo que ella sufría era vértigo, para lo cual le recetó tomar una bebida preparada a base de Jengibre, la cual le ha hecho sentir mejor desde entonces y sólo tuvo que invertir 50 pesos…

¿Cuánto vale tu vida..? Ésta fue la pregunta que los “Hermanos Sandoval” le hicieron a Carmelita luego que asistiera con ellos, en medio de una desesperación por curar sus mareos. Velas, santería, lectura de manos, hierbas y lociones, eran parte del “show” para hacer ver el 'profesionalismo' de los brujos.

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Carmelita, de 32 años, soltera y sin hijos, fue víctima de los “brujos” y supuestos “espiritistas” autodenominados “Hermanos Sandoval”, quienes se aprovecharon de sus problemas para desfalcarla por la cantidad de tres mil pesos; una cantidad mínima –en comparación a los demás afectados-, pero grande para una estafa.

Cuenta la historia de cómo fue que recurrió a los “hermanos” en un acto de desesperación por curar su enfermedad, pues desde hace cinco años sufre mareos y hasta ese momento ningún médico había remediado su mal.

La difusión de los supuestos brujos en combinación de los diversos testimonios que diariamente escuchaba a través de la radio, se armó de valor y decidió visitarlos.

Fue en octubre, cuando decidió ir a los supuestos espiritistas sanadores a sus instalaciones ubicadas en la colonia Las Américas. Una casa color morado con barandales blancos, adornada con decenas de velas, plantas, lociones, inciensos y cortinas.

Al llegar, Carmelita narró cómo fue que se veía el lugar. “Tenía un poco de nervios. No sabía de qué se trataba ni lo que fueran a hacerme. Yo lo único que quería era curar mi mal y lo que hice fue regalar mi dinero”.

Un olor atrajo su atención –incienso, quizá-. En el recibidor estaba una mujer de tez morena, delgada, alta y con el cabello recogido. Y quien le lanzó una pregunta: ¿Qué es lo que necesita?

Carmelita le explicó que había escuchado los “trabajos” que los hermanos Sandoval hacían; que curaban a gente que no podía caminar, que deshacían embrujos, que prácticamente “hacían milagros”.

La mujer le ordenó esperar. “El maestro”- como lo hacían llamar-, se encontraba atendiendo a otra persona. Transcurrida media hora y de un cuarto ubicado a la derecha de la recepción, adornado con cortinas oscuras que impedían ver y en el marco de la puerta una bocina con música ambiental que no dejaba escuchar lo que ocurría en el interior, salió un hombre de estatura baja, tez morena, acento foráneo; era de barba un poco descuidada y dijo llamarse “Rubén”.

Y como si se tratase de la sala de espera de un hospital, preguntó: ¿Quién sigue? Levantándose con algo de pena y voz entrecortada, Carmelita indicó ser la siguiente. “Pásele por favor, dígame ¿cuál es su mal?” A lo que la afectada respondió explicándole que le pasaba en su vida y cuál era su sufrimiento.

“Le indiqué que desde hace varios años sufría de constantes mareos, los cuales ni los médicos pudieron detectar qué era. Por lo que, en medio de la desesperación, había acudido a ellos para ver si podían remediar mi mal”.

Destacó que el joven Rubén la hizo pasar a la “misteriosa habitación”. Había una gran imagen de Cristo, una estatua enorme de la Virgen de Guadalupe y decenas de velas que alumbraban la habitación-, como si se tratase de una película de terror-.

Ahí, el “sanador” tomó sus manos y comenzó a “Leerlas”. “Estiró la palma de su mano hacia él. Posteriormente me indicó que, efectivamente, yo tenía una enfermedad mal puesta; envidia, entre otras cosas que ya no me acuerdo”.

Carmelita señaló que, luego de la lectura, el joven le indicó que debían realizar un trabajo para aliviar su mal, que, si quería curarse, debía invertir tres mil pesos para su remedio; pero no debía preocuparse, ya que podía estarlo pagando en abonos –si, como si se tratase de una tienda de esas donde sacan artículos a crédito- y que no sería hasta el término del pago cuando le realizarían el trabajo de sanación.

Con algo de inconformidad le replicó: “¿Y esto es todo? ¿No me hará una limpia o algo?”. Tras la réplica de la señora, el curandero tomó un frasco de loción “Siete machos” – según indicó la señora-, untó un poco en sus palmas, le dijo que debía ponerse de pie y comenzó a rezar un “padre nuestro” recorriendo con las manos parte de su cuerpo como si la estuviera “barriendo”.

Terminado este ritual le afirmó que debía comprar un “preparado de hierbas” hechas con flores “especiales”, el cual contenía flor de azahar, flor de tila, anís de estrella y clavo de olor que remediarían poco a poco su enfermedad, o por lo pronto, la controlarían.

“Me recomendó tomar un vasito antes de ir a dormir, pero yo sabía que ese té era para los nervios; aun así, decidí consumirlo pues sabía que no era algo malo”.

Luego, Carmen dijo que el joven Rubén le pidió que no olvidara volver para abonar tres mil pesos y comenzar con el ritual de curación. Para ello le extendió un “cartoncito” –de esos que traen los cobradores-, en donde conforme fuera abonando se le hacían anotaciones.

Transcurridos tres meses, Carmen logró completar la “deuda”. Fue así que en enero decidió volver con los “brujos” para que le realizaran el tan esperado ritual de curación. Y su sorpresa fue otra…

Al acudir de nuevo a la “casa de los hermanos Sandoval, la hicieron pasar ahora sí -como dice la famosa canción- con el “jefe de jefes”, “el maestro Sandoval”, un señor mayor, complexión robusta, canoso, tez morena.

Le dijo que para el ritual debía conseguir 13 mil pesos para el material – tal vez necesitaba ciertos artículos que sólo son de importación quizá- y que debía pagarlos en una sola exhibición antes de 15 días; si no podía hacerlo debía pedir prestado o hacer cualquier cosa para conseguirlos, ya que según dijo, ese dinero serio “santificado” y si no los conseguía era mejor que no volviera.

Habiendo escuchado esto y en total decepción, la señora Carmen exclamó que se le hacía una total exageración y en réplica recibió una pregunta que la dejó pensando… ¿Cuánto vale tu vida? Sin decir nada, Carmelita decidió retirarse para no volver.

Fue así, que se salvó de haber sido una víctima más de la estafa de los hermanos Sandoval, pues decidió acudir con un médico privado, quien le mencionó que de lo que ella sufría era vértigo, para lo cual le recetó tomar una bebida preparada a base de Jengibre, la cual le ha hecho sentir mejor desde entonces y sólo tuvo que invertir 50 pesos…

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