/ martes 4 de mayo de 2021

Dolor neuropático: un mal a prueba de analgésicos

Si no es tratado a tiempo puede ser incapacitante debido a su intensidad

Ana Luisa Ochoa regresaba a casa cuando comenzó a sentir las piernas entumecidas y en un santiamén, un dolor intenso. “Era terrible… me paralizó tanto que ni siquiera podía dar yo un paso”, recuerda. La sensación comenzaba en su cadera y de ahí bajaba recorriendo sus dos extremidades inferiores.

Al principio no entendía qué es lo que le había sucedido. Atribuyó el evento a un mal movimiento o a que recién se incorporaba a sus actividades cotidianas luego de haber pasado por una recuperación tras ocho meses de quimioterapias que le permitieron superar el linfoma de Hodgkin. Unas inyecciones calmaron las molestias ese día, aunque sólo fue temporalmente.

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Las crisis siguieron en la casa, la oficina, parada, sentada y hasta acostada. Tenía miedo de cuándo sería la próxima vez que detonaría ese insoportable dolor que no se quitaba con analgésicos comunes. La gente pensaba que tenía reumas.

Fue en el Hospital ABC donde finalmente se enteró que padecía un dolor neuropático.

A diferencia del dolor común, el neuropático no es causado por una lesión en algún tejido, sino por una lesión en un nervio o una enfermedad que afecte el sistema nervioso.

Es más común de lo que parece porque una de sus principales causas son las enfermedades sistémicas o metabólicas, como la neuropatía diabética. Y si algo abunda en México, son los diabéticos.

No hay estadísticas claras sobre su prevalencia, pero a nivel mundial se estima que afecta a entre dos y cinco por ciento de la población adulta. Y en México se calcula que alrededor de ocho millones de personas lo padecen, indica Andrés Hernández Ortiz, algólogo adscrito al Departamento de Medicina del Dolor y Paliativa del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán.

De los casos estimados, 60 por ciento corresponde al dolor neuropático localizado porque el malestar se limita a un área que no es mayor a una hoja de papel tamaño carta.

Es un problema que inicia desde la mediana edad, a partir de los 40 años, pero afecta sobre todo a adultos mayores.

Ana Luisa tenía antecedentes familiares de diabetes. Su madre y su hermana son diabéticas.

En su caso, los tratamientos para combatir el cáncer le detonaron la enfermedad y ésta los dolores, a sus 47 años.

Hay otras causas que también pueden provocar esta clase de dolor, tales como un herpes infeccioso, las de origen traumático y quirúrgico, el alcoholismo y la lumbalgia.

De todos los tipos de dolor, el neuropático puede ser incapacitante por su intensidad ya que limita la movilidad del cuerpo y provoca alteraciones del sueño, disminución del apetito, irritabilidad y depresión, lo que impide a los pacientes llevar una vida normal.

“Estamos hablando de dolores que pueden ser moderados a severos, pero además que son crónicos, dolores que acompañan a una persona por muchas semanas, meses o incluso años… no se quita después de algunos días, sino que te acompaña a lo largo de mucho tiempo.

“Las personas empiezan a desarrollar insomnio, no pueden dormir por el dolor. Empiezan a desarrollar trastornos de ansiedad o depresión y a afectar mucho sus relaciones sociales… El dolor generalmente te lleva a que no te muevas… y por lo tanto pierdes fuerza, pierdes elasticidad, empiezas a quedarte cada vez más tiempo en cama, a veces hasta en silla de ruedas por el dolor mal controlado”, explica Hernández Ortiz a El Sol de México.

HAY TRATAMIENTOS

El especialista en dolor neuropático localizado comparte una noticia buena y otra mala. La buena es que existen medicamentos para controlarlo. Sus precios están a la par de los analgésicos usuales e incluso hay genéricos.

También se han desarrollado parches de lidocaína que sirven para calmar el dolor colocándolos sobre la zona del cuerpo afectada.

El punto es acudir con un médico que sepa elegir el tratamiento adecuado y dosificarlo, ya que algunos tienen efectos secundarios.

Hernández indica que en México son pocos los especialistas en dolor, llamados algólogos. Quizá unos 500 o 600 a lo mucho. Sin embargo, este grupo se ha dedicado a capacitar a otros doctores para que puedan tratar el mal.

“Muchos médicos pueden tratar el dolor neuropático… no solo los especialistas en dolor, también los neurólogos, los internistas, los ortopedistas y cada vez más hay médicos generales de primer contacto que saben de este diagnóstico y lo pueden tratar”, explica.

La mala noticia es que la gente desconoce que existe esta clase de dolor, la confunde con un ardor común y no busca atención médica a tiempo, sino que tiende a automedicarse con analgésicos y con antiinflamatorios que puede comprar sin receta como la aspirina, el ketorolaco o el paracetamol.

“Desgraciadamente estos no sirven para tratar el tipo de dolor que estamos hablando”, advierte el experto.

Y agrega que “entre más tiempo una persona dure con dolor intenso o mal controlado, va a costar más trabajo controlarlo y revertir todas las complicaciones psicológicas, sociales y en el cuerpo”.

Ana Luisa logró ser diagnosticada a tiempo y gracias a los medicamentos las crisis se volvieron menos comunes. El dolor no se le quita por completo, pero es más tolerable.

“Yo he aprendido a vivir con pesadez en las piernas y un poco de dolor, pero lo malo es cuando te da una crisis fuerte”. En ese caso, dice, no queda más que aguantarse y aprender a vivir con ello.

Ana Luisa Ochoa regresaba a casa cuando comenzó a sentir las piernas entumecidas y en un santiamén, un dolor intenso. “Era terrible… me paralizó tanto que ni siquiera podía dar yo un paso”, recuerda. La sensación comenzaba en su cadera y de ahí bajaba recorriendo sus dos extremidades inferiores.

Al principio no entendía qué es lo que le había sucedido. Atribuyó el evento a un mal movimiento o a que recién se incorporaba a sus actividades cotidianas luego de haber pasado por una recuperación tras ocho meses de quimioterapias que le permitieron superar el linfoma de Hodgkin. Unas inyecciones calmaron las molestias ese día, aunque sólo fue temporalmente.

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Las crisis siguieron en la casa, la oficina, parada, sentada y hasta acostada. Tenía miedo de cuándo sería la próxima vez que detonaría ese insoportable dolor que no se quitaba con analgésicos comunes. La gente pensaba que tenía reumas.

Fue en el Hospital ABC donde finalmente se enteró que padecía un dolor neuropático.

A diferencia del dolor común, el neuropático no es causado por una lesión en algún tejido, sino por una lesión en un nervio o una enfermedad que afecte el sistema nervioso.

Es más común de lo que parece porque una de sus principales causas son las enfermedades sistémicas o metabólicas, como la neuropatía diabética. Y si algo abunda en México, son los diabéticos.

No hay estadísticas claras sobre su prevalencia, pero a nivel mundial se estima que afecta a entre dos y cinco por ciento de la población adulta. Y en México se calcula que alrededor de ocho millones de personas lo padecen, indica Andrés Hernández Ortiz, algólogo adscrito al Departamento de Medicina del Dolor y Paliativa del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán.

De los casos estimados, 60 por ciento corresponde al dolor neuropático localizado porque el malestar se limita a un área que no es mayor a una hoja de papel tamaño carta.

Es un problema que inicia desde la mediana edad, a partir de los 40 años, pero afecta sobre todo a adultos mayores.

Ana Luisa tenía antecedentes familiares de diabetes. Su madre y su hermana son diabéticas.

En su caso, los tratamientos para combatir el cáncer le detonaron la enfermedad y ésta los dolores, a sus 47 años.

Hay otras causas que también pueden provocar esta clase de dolor, tales como un herpes infeccioso, las de origen traumático y quirúrgico, el alcoholismo y la lumbalgia.

De todos los tipos de dolor, el neuropático puede ser incapacitante por su intensidad ya que limita la movilidad del cuerpo y provoca alteraciones del sueño, disminución del apetito, irritabilidad y depresión, lo que impide a los pacientes llevar una vida normal.

“Estamos hablando de dolores que pueden ser moderados a severos, pero además que son crónicos, dolores que acompañan a una persona por muchas semanas, meses o incluso años… no se quita después de algunos días, sino que te acompaña a lo largo de mucho tiempo.

“Las personas empiezan a desarrollar insomnio, no pueden dormir por el dolor. Empiezan a desarrollar trastornos de ansiedad o depresión y a afectar mucho sus relaciones sociales… El dolor generalmente te lleva a que no te muevas… y por lo tanto pierdes fuerza, pierdes elasticidad, empiezas a quedarte cada vez más tiempo en cama, a veces hasta en silla de ruedas por el dolor mal controlado”, explica Hernández Ortiz a El Sol de México.

HAY TRATAMIENTOS

El especialista en dolor neuropático localizado comparte una noticia buena y otra mala. La buena es que existen medicamentos para controlarlo. Sus precios están a la par de los analgésicos usuales e incluso hay genéricos.

También se han desarrollado parches de lidocaína que sirven para calmar el dolor colocándolos sobre la zona del cuerpo afectada.

El punto es acudir con un médico que sepa elegir el tratamiento adecuado y dosificarlo, ya que algunos tienen efectos secundarios.

Hernández indica que en México son pocos los especialistas en dolor, llamados algólogos. Quizá unos 500 o 600 a lo mucho. Sin embargo, este grupo se ha dedicado a capacitar a otros doctores para que puedan tratar el mal.

“Muchos médicos pueden tratar el dolor neuropático… no solo los especialistas en dolor, también los neurólogos, los internistas, los ortopedistas y cada vez más hay médicos generales de primer contacto que saben de este diagnóstico y lo pueden tratar”, explica.

La mala noticia es que la gente desconoce que existe esta clase de dolor, la confunde con un ardor común y no busca atención médica a tiempo, sino que tiende a automedicarse con analgésicos y con antiinflamatorios que puede comprar sin receta como la aspirina, el ketorolaco o el paracetamol.

“Desgraciadamente estos no sirven para tratar el tipo de dolor que estamos hablando”, advierte el experto.

Y agrega que “entre más tiempo una persona dure con dolor intenso o mal controlado, va a costar más trabajo controlarlo y revertir todas las complicaciones psicológicas, sociales y en el cuerpo”.

Ana Luisa logró ser diagnosticada a tiempo y gracias a los medicamentos las crisis se volvieron menos comunes. El dolor no se le quita por completo, pero es más tolerable.

“Yo he aprendido a vivir con pesadez en las piernas y un poco de dolor, pero lo malo es cuando te da una crisis fuerte”. En ese caso, dice, no queda más que aguantarse y aprender a vivir con ello.

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