/ sábado 9 de abril de 2022

Año 1916: El pueblo de Parral expulsó con palos al ejército de EU que buscaba a Villa

La forma en que se rechazó a la columna que buscaba a Francisco Villa estuvo a punto de ocasionar un conflicto internacional

Memorias de Chihuahua

La repentina o mejor dicho fugaz presencia de la Expedición Punitiva en Parral, Chihuahua, un evento que se conoce como el Incidente de Parral de 1916, es un episodio militar que estuvo a punto de involucrar a México en otra guerra con su vecino del norte, pues más de una centena de soldados norteamericanos fueron agredidos con piedras y palos por los habitantes de la citada población ubicada al sur de Chihuahua.

A partir de este momento quiero recibir las noticias a mi celular

El suelo mexicano se vio intervenido a causa del ataque que Francisco Villa realizó en Estados Unidos, precisamente en Columbus. El gobierno de ese país organizó una expedición que concentraría a más de 10 mil hombres para capturar al guerrillero y someterlo a un castigo, esta misma incursión fue comandada por John J. Pershing, un reconocido militar que más tarde dirigiría ejércitos en la Primera Guerra Mundial.

Dicha campaña militar se internó en Chihuahua el 15 de marzo de 1916, seis días luego de haber sucedido el ataque a Columbus y casi un mes después, el 12 de abril, arribaría a Parral, una pequeña población minera al sur de la referida entidad y que curiosamente, años más tarde, sería el escenario de la muerte del perseguido revolucionario.

Te puede interesar: Trabaja Archivo Histórico con planos y mapas; el más antiguo data del 1865

De acuerdo con diversas fuentes bibliográficas, los parralenses no permitieron la intervención y expulsaron al ejército norteamericano que ingresó al pueblo sin permiso del jefe de armas, esto pasadas las siete de la mañana con la intención de adquirir suministros. El mayor Frank Tompkins se hacía acompañar por casi 150 soldados. Internado en las calles del pueblo, se entrevistó con el general Ismael Lozano, quien lideraba la plaza, para solicitarle el permiso de su arribo, pero dadas las circunstancias y la prontitud, este le ordenó salir de inmediato.

No obstante, la población al ver lo que sucedía a un costado del templo de San Juan de Dios, frente al edificio de la jefatura militar, se congregó para observar al ejército invasor que rápidamente fue identificado: sí, eran los gringos. Cuando Tompkins salió del recinto la multitud se mostró agresiva, recibiendo todos ellos insultos y múltiples injurias.

¡Viva Villa! ¡Viva México! Son algunas de los gritos que se describen para este episodio. Destaca de entre los aglutinados la señorita Elisa Griensen, cuñada del acaudalado don Pedro Alvarado y a quien comúnmente se le atribuye la dirección de este incidente de tintes patrióticos. La tradición también indica que ella sacó a un grupo de alumnos de la Escuela 99 para que le ayudaran con la expulsión del invasor.

“He buscado ayuda y no me han secundado; sin embargo… alguien tiene que hacer algo”, es una frase que se le imputa al citado personaje, una heroína popular que encabezó a la multitud con un Mauser en la mano y detonó los primeros disparos. Los norteamericanos supuestamente desconcertados al ver caer a por lo menos dos de sus compañeros se retiraron rumbo a la avenida Centenario y la estación del ferrocarril, con destino a Santa Cruz de Villegas, una locación donde fueron sepultados los cuerpos de Hobert Mckinley Ledford y Jay Richley, militares que fallecieron durante esta precipitada operación.

Históricamente ¿Qué pasó con la expedición punitiva que buscaba a Francisco Villa?

A 106 años del Incidente de Parral, la narrativa de este choque no ha terminado de definirse, particularmente por la falta de documentación histórica sobre el caso. Aparentemente el Archivo Histórico del Municipio de Parral sólo conserva un par de documentos que se refieren al asunto, el primero es una circular expedida por la Secretaría de Guerra y Marina, en ese momento bajo la titularidad de Álvaro Obregón, que comunica los incompetentes esfuerzos del presidente municipal de Parral, el Sr. José de la Luz Herrera, y los generales Lozano, García y Hernández, para contener a la gente.

Dice que el choque fue inevitable y que se tuvo como resultado la muerte de personas en ambas partes, asimismo explica que, de acuerdo con todos los informes levantados, la indignación del pueblo obedeció a que las fuerzas norteamericanas entraron improvisadamente a la ciudad sin avisar con oportunidad a las autoridades militares de la plaza.

El segundo documento sugiere la posibilidad de que un niño llamado Rodolfo Sosman haya muerto días después por causa de una herida que le provocó un arma de fuego. El pequeño tenía diez años, la edad que cumplían muchos de los estudiantes participantes en la expulsión de la columna invasora.

Sobre la escena resultan una serie de dudas que los cronistas e historiadores han dejado en el tintero, por ejemplo, la guarnición al mando del general Lozano era mayor a los 400 hombres, ¿Por qué intervinieron solamente para pacificar a la población enardecida? ¿Acaso se buscó de manera consciente evitar un conflicto internacional? ¿O era miedo a una represalia?

También se dice que la enemistad de José de la Luz Herrera con el general Francisco Villa era tal, que evitó la violencia contra el ejército norteamericano para que este continuara en su búsqueda y diera finalmente con el guerrillero.

En oposición a la gesta heroica atribuida a Elisa Griensen, un testigo aseguró que ella nunca disparó un arma, que sólo se había dedicado a inquietar a la multitud, pero que quienes verdaderamente habían iniciado la confrontación fueron los niños de la Escuela 99. Otro declarante llamado Rafael Sepúlveda afirmó que siendo parte de los estudiantes que se enfrentó al enemigo, él y sus compañeros vieron como a un costado del templo de San Juan de Dios se formaban los invasores.

Sostuvo que estos hombres eran en su mayoría afroamericanos… y que la presencia de “los gringos” era insultante para el pueblo de Parral. Sepúlveda agregó que de forma inesperada desde el Cerro de la Cruz se izó la bandera mexicana y que esto incentivó al patriotismo de la población para defender la plaza, a pesar de las omisiones cometidas por la autoridad militar y el mismo Presidente Municipal.

Facebook: Archivo Histórico Municipal de Parral

Memorias de Chihuahua

La repentina o mejor dicho fugaz presencia de la Expedición Punitiva en Parral, Chihuahua, un evento que se conoce como el Incidente de Parral de 1916, es un episodio militar que estuvo a punto de involucrar a México en otra guerra con su vecino del norte, pues más de una centena de soldados norteamericanos fueron agredidos con piedras y palos por los habitantes de la citada población ubicada al sur de Chihuahua.

A partir de este momento quiero recibir las noticias a mi celular

El suelo mexicano se vio intervenido a causa del ataque que Francisco Villa realizó en Estados Unidos, precisamente en Columbus. El gobierno de ese país organizó una expedición que concentraría a más de 10 mil hombres para capturar al guerrillero y someterlo a un castigo, esta misma incursión fue comandada por John J. Pershing, un reconocido militar que más tarde dirigiría ejércitos en la Primera Guerra Mundial.

Dicha campaña militar se internó en Chihuahua el 15 de marzo de 1916, seis días luego de haber sucedido el ataque a Columbus y casi un mes después, el 12 de abril, arribaría a Parral, una pequeña población minera al sur de la referida entidad y que curiosamente, años más tarde, sería el escenario de la muerte del perseguido revolucionario.

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De acuerdo con diversas fuentes bibliográficas, los parralenses no permitieron la intervención y expulsaron al ejército norteamericano que ingresó al pueblo sin permiso del jefe de armas, esto pasadas las siete de la mañana con la intención de adquirir suministros. El mayor Frank Tompkins se hacía acompañar por casi 150 soldados. Internado en las calles del pueblo, se entrevistó con el general Ismael Lozano, quien lideraba la plaza, para solicitarle el permiso de su arribo, pero dadas las circunstancias y la prontitud, este le ordenó salir de inmediato.

No obstante, la población al ver lo que sucedía a un costado del templo de San Juan de Dios, frente al edificio de la jefatura militar, se congregó para observar al ejército invasor que rápidamente fue identificado: sí, eran los gringos. Cuando Tompkins salió del recinto la multitud se mostró agresiva, recibiendo todos ellos insultos y múltiples injurias.

¡Viva Villa! ¡Viva México! Son algunas de los gritos que se describen para este episodio. Destaca de entre los aglutinados la señorita Elisa Griensen, cuñada del acaudalado don Pedro Alvarado y a quien comúnmente se le atribuye la dirección de este incidente de tintes patrióticos. La tradición también indica que ella sacó a un grupo de alumnos de la Escuela 99 para que le ayudaran con la expulsión del invasor.

“He buscado ayuda y no me han secundado; sin embargo… alguien tiene que hacer algo”, es una frase que se le imputa al citado personaje, una heroína popular que encabezó a la multitud con un Mauser en la mano y detonó los primeros disparos. Los norteamericanos supuestamente desconcertados al ver caer a por lo menos dos de sus compañeros se retiraron rumbo a la avenida Centenario y la estación del ferrocarril, con destino a Santa Cruz de Villegas, una locación donde fueron sepultados los cuerpos de Hobert Mckinley Ledford y Jay Richley, militares que fallecieron durante esta precipitada operación.

Históricamente ¿Qué pasó con la expedición punitiva que buscaba a Francisco Villa?

A 106 años del Incidente de Parral, la narrativa de este choque no ha terminado de definirse, particularmente por la falta de documentación histórica sobre el caso. Aparentemente el Archivo Histórico del Municipio de Parral sólo conserva un par de documentos que se refieren al asunto, el primero es una circular expedida por la Secretaría de Guerra y Marina, en ese momento bajo la titularidad de Álvaro Obregón, que comunica los incompetentes esfuerzos del presidente municipal de Parral, el Sr. José de la Luz Herrera, y los generales Lozano, García y Hernández, para contener a la gente.

Dice que el choque fue inevitable y que se tuvo como resultado la muerte de personas en ambas partes, asimismo explica que, de acuerdo con todos los informes levantados, la indignación del pueblo obedeció a que las fuerzas norteamericanas entraron improvisadamente a la ciudad sin avisar con oportunidad a las autoridades militares de la plaza.

El segundo documento sugiere la posibilidad de que un niño llamado Rodolfo Sosman haya muerto días después por causa de una herida que le provocó un arma de fuego. El pequeño tenía diez años, la edad que cumplían muchos de los estudiantes participantes en la expulsión de la columna invasora.

Sobre la escena resultan una serie de dudas que los cronistas e historiadores han dejado en el tintero, por ejemplo, la guarnición al mando del general Lozano era mayor a los 400 hombres, ¿Por qué intervinieron solamente para pacificar a la población enardecida? ¿Acaso se buscó de manera consciente evitar un conflicto internacional? ¿O era miedo a una represalia?

También se dice que la enemistad de José de la Luz Herrera con el general Francisco Villa era tal, que evitó la violencia contra el ejército norteamericano para que este continuara en su búsqueda y diera finalmente con el guerrillero.

En oposición a la gesta heroica atribuida a Elisa Griensen, un testigo aseguró que ella nunca disparó un arma, que sólo se había dedicado a inquietar a la multitud, pero que quienes verdaderamente habían iniciado la confrontación fueron los niños de la Escuela 99. Otro declarante llamado Rafael Sepúlveda afirmó que siendo parte de los estudiantes que se enfrentó al enemigo, él y sus compañeros vieron como a un costado del templo de San Juan de Dios se formaban los invasores.

Sostuvo que estos hombres eran en su mayoría afroamericanos… y que la presencia de “los gringos” era insultante para el pueblo de Parral. Sepúlveda agregó que de forma inesperada desde el Cerro de la Cruz se izó la bandera mexicana y que esto incentivó al patriotismo de la población para defender la plaza, a pesar de las omisiones cometidas por la autoridad militar y el mismo Presidente Municipal.

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