/ jueves 28 de abril de 2022

Voces | Reflexiones

Por si mañana en vez de verla te toca imaginarla.

El problema empezará cuando inventes su nombre por el simple hecho de rellenar un corazón en blanco. El problema empezara ahí al ser inconsciente de lo que quieres, incluso en las historias que aún no has escrito. Si en algún momento te cruza alguien que te sacuda el alma; agarra su mano, abrázate a sus besos, empápate en su tiempo. Aunque sea un ratito, de esos ratitos que duran toda una vida.

De quien te acuerdes sin motivo, de repente, la que inventas, a la que le reclamas en tus sueños ¿por qué te tardaste tanto? Aquella que formaste con todos los fragmentos dispersos de tu existencia. Esa persona que debes intentar que se quede para siempre. Probablemente de todos nuestros sentimientos el único que no es verdaderamente nuestro es la esperanza. La esperanza le pertenece a la vida, es la vida misma deteniéndose. Que llegue quien tenga que llegar, que se vaya quien se tenga que ir, que duela lo que tenga que doler… que pase lo que tenga que pasar. A esta altura de la vida no estamos para privarnos de nada, ya sea un buen vino o un buen beso un buen amante, un buen cigarro; o mandar a la mierda a quien lo merezca. A esta altura de la vida, estamos para darnos los gustos de la vida.

Y si amas los sueños aquellos que te regresan siempre a donde te llevan, y si ya en el sueño que se llama vida la tienes, no olvides cuidarla… por si mañana en vez de verla te toca imaginarla.

Por lo demás, es una gran misericordia llevar flores a los desaparecidos, cubrir de primavera el perpetuo frio de los huesos… ¿Quién sabe si cuando se deshojan rosas sobre una tumba no hay dentro como un estremecimiento de amor y gratitud, que no nos es dado percibir?

¿Quién sabe si no es muda la muerte?

¿Quién sabe si debajo de la bóveda fría de la tumba vela el espíritu, como barbarroja en su legendario subterráneo?

Presunciones quizá… Pero todos sentimos, al hablar a los muertos, que los muertos nos responden dentro de nuestro propio espíritu; todos sentimos que un mundo invisible nos rodea, y que cuando interrogamos al abismo de la eternidad, el abismo nos contesta. El remordimiento hace presa en nuestra ánima si nos olvidamos de nuestros muertos, como si ellos estuviesen tristes de nuestro olvido; y a veces, en el seno del silencio.

Próximos a entregarnos al sueño, una voz de inflexión metálica, altisonante, extraña y misteriosa, nos grita con claridad aterradora nuestro nombre al oído…

Es esa una apelación desesperada que se nos dirige desde el fondo de la eternidad. Acaso una alma querida nos necesita porque tiene miedo, infinito miedo, mas allá de la vida, en un mundo fantasmagórico poblado de seres que son como la sombra de una sombra y a través de cuyas formas ultraterrestres, como a través de un velo de blonda sutilísima, se miran las estrellas…Acaso no hay en la naturaleza, durante la noche, un rumor que no sea un dialogo, una súplica, un llamamiento de alma a alma.

Stecchetti lo adivino cuando dijo:

NO ES ESE GRITO, NO, GRITO DEL VIENTO. PERO YO SOY EL QUE MURIÓ Y EL ÚLTIMO BESO Y EL ÚLTIMO.


Dr. Jorge Peña Rivera | Cirujano dentista, Lic. Filosofía

Por si mañana en vez de verla te toca imaginarla.

El problema empezará cuando inventes su nombre por el simple hecho de rellenar un corazón en blanco. El problema empezara ahí al ser inconsciente de lo que quieres, incluso en las historias que aún no has escrito. Si en algún momento te cruza alguien que te sacuda el alma; agarra su mano, abrázate a sus besos, empápate en su tiempo. Aunque sea un ratito, de esos ratitos que duran toda una vida.

De quien te acuerdes sin motivo, de repente, la que inventas, a la que le reclamas en tus sueños ¿por qué te tardaste tanto? Aquella que formaste con todos los fragmentos dispersos de tu existencia. Esa persona que debes intentar que se quede para siempre. Probablemente de todos nuestros sentimientos el único que no es verdaderamente nuestro es la esperanza. La esperanza le pertenece a la vida, es la vida misma deteniéndose. Que llegue quien tenga que llegar, que se vaya quien se tenga que ir, que duela lo que tenga que doler… que pase lo que tenga que pasar. A esta altura de la vida no estamos para privarnos de nada, ya sea un buen vino o un buen beso un buen amante, un buen cigarro; o mandar a la mierda a quien lo merezca. A esta altura de la vida, estamos para darnos los gustos de la vida.

Y si amas los sueños aquellos que te regresan siempre a donde te llevan, y si ya en el sueño que se llama vida la tienes, no olvides cuidarla… por si mañana en vez de verla te toca imaginarla.

Por lo demás, es una gran misericordia llevar flores a los desaparecidos, cubrir de primavera el perpetuo frio de los huesos… ¿Quién sabe si cuando se deshojan rosas sobre una tumba no hay dentro como un estremecimiento de amor y gratitud, que no nos es dado percibir?

¿Quién sabe si no es muda la muerte?

¿Quién sabe si debajo de la bóveda fría de la tumba vela el espíritu, como barbarroja en su legendario subterráneo?

Presunciones quizá… Pero todos sentimos, al hablar a los muertos, que los muertos nos responden dentro de nuestro propio espíritu; todos sentimos que un mundo invisible nos rodea, y que cuando interrogamos al abismo de la eternidad, el abismo nos contesta. El remordimiento hace presa en nuestra ánima si nos olvidamos de nuestros muertos, como si ellos estuviesen tristes de nuestro olvido; y a veces, en el seno del silencio.

Próximos a entregarnos al sueño, una voz de inflexión metálica, altisonante, extraña y misteriosa, nos grita con claridad aterradora nuestro nombre al oído…

Es esa una apelación desesperada que se nos dirige desde el fondo de la eternidad. Acaso una alma querida nos necesita porque tiene miedo, infinito miedo, mas allá de la vida, en un mundo fantasmagórico poblado de seres que son como la sombra de una sombra y a través de cuyas formas ultraterrestres, como a través de un velo de blonda sutilísima, se miran las estrellas…Acaso no hay en la naturaleza, durante la noche, un rumor que no sea un dialogo, una súplica, un llamamiento de alma a alma.

Stecchetti lo adivino cuando dijo:

NO ES ESE GRITO, NO, GRITO DEL VIENTO. PERO YO SOY EL QUE MURIÓ Y EL ÚLTIMO BESO Y EL ÚLTIMO.


Dr. Jorge Peña Rivera | Cirujano dentista, Lic. Filosofía