/ miércoles 8 de septiembre de 2021

Voces | Mictlantecuhtli, dios de la muerte

La palabra cultura abarca para su definición de arte, lenguaje, historia, religión y características físicas, para entender el carácter del mexicano hablemos un poco de la cultura Azteca en su aspecto religioso. Nada del mundo puede perder quien se ha encontrado a sí mismo. Y quién una vez ha comprendido lo humano en sí mismo, comprende a todos los hombres (Nietzsche).

La religión de los aztecas o mexicas, pueblo que dominaba gran parte del México actual hacia la época de la invasión española (1519), parece haber sido derivada de la de los toltecas. La deidad principal era Huitzilopochtli (originalmente un mero dios tribal) que fue convertido en dios de la guerra y de la caza, para quedar, por último, íntimamente asociado al sol. Otros dioses importantes eran Quetzalcóatl, dios creador y civilizador; Tláloc, dios de la lluvia; Mictlantecuhtli, dios de la muerte; y Tezcatlipoca, dios del firmamento. La creencia básica era que el sol necesitaba alimentarse de corazones humanos a fin de no perecer y, por ello, la guerra se convirtió en un deber religioso, pues era la forma de proveerse de cautivos que inmolar en la piedra de los sacrificios. (Los aztecas no sólo se comprometían en campañas casi constantes, sino que tenían pactos con otros pueblos para celebrar "guerras floridas", cuyo único fin era la captura de prisioneros.) Los documentos indígenas afirman que al celebrarse la dedicación del gran teocalli de Tenochtitlan (hacia 1486), se sacrificaron 20,000 víctimas humanas, cuyos corazones fueron ofrecidos a los dioses.

No todos los sacrificios eran celebrados de la misma manera. Las víctimas ofrecidas al dios del fuego (Xiuhtecuhtli) eran arrojadas a una enorme hoguera después de ser semianestesiadas con yauhtli- (itzafiate); las inmoladas a Xipe, dios de la vegetación, eran desolladas y los sacerdotes se revestían con las pieles, de las que no se despojaban hasta la terminación de las fiestas. Los sacrificados a las deidades del agua eran ahogados. Otras veces usaban el sacrificio gladiatorio (reservado a los prisioneros que se hubieran distinguido en combate), en el que un guerrero cautivo, atado a una piedra circular, se defendía, con armas fingidas, de un grupo escogido de Caballeros Águila y Caballeros Tigre. Los aztecas creían que la muerte sobre la piedra de los sacrificios, al igual que la hallada en el campo de batalla, conducía directamente al Paraíso del Sol. Las víctimas tenían, pues, una suerte envidiable, ya que no sólo rejuvenecían al dios al que eran inmoladas, sino que beneficiaban al pueblo que éste tenía bajo su protección y gozaban de un "paraíso". Algunas veces se comía la carne de los sacrificados (canibalismo ritual que encuentra su paralelo en la comida sacramental de otras muchas religiones), pero no era la regla.

Se ha dicho que uno de los factores que más ayudaron al triunfo de los españoles (además de la hostilidad que los aztecas habían despertado en las tribus vecinas que se convirtieron por ello en aliadas de Cortés) fue la renuencia de los guerreros aztecas a matar a los invasores blancos, pues deseaban apoderarse de ellos vivos para ofrecer a sus dioses un sacrificio singularmente valioso. En resumen, puede decirse que Tenochtitlan era una verdadera teocracia; la religión permeaba todos los aspectos de la vida. Los dioses mandaban, los sacerdotes interpretaban y el pueblo obedecía.

Lo que el árbol tiene de florido vive de lo que tiene sepultado.

Dr. Jorge Peña Rivera | Cirujano Dentista / Lic. Filosofía

La palabra cultura abarca para su definición de arte, lenguaje, historia, religión y características físicas, para entender el carácter del mexicano hablemos un poco de la cultura Azteca en su aspecto religioso. Nada del mundo puede perder quien se ha encontrado a sí mismo. Y quién una vez ha comprendido lo humano en sí mismo, comprende a todos los hombres (Nietzsche).

La religión de los aztecas o mexicas, pueblo que dominaba gran parte del México actual hacia la época de la invasión española (1519), parece haber sido derivada de la de los toltecas. La deidad principal era Huitzilopochtli (originalmente un mero dios tribal) que fue convertido en dios de la guerra y de la caza, para quedar, por último, íntimamente asociado al sol. Otros dioses importantes eran Quetzalcóatl, dios creador y civilizador; Tláloc, dios de la lluvia; Mictlantecuhtli, dios de la muerte; y Tezcatlipoca, dios del firmamento. La creencia básica era que el sol necesitaba alimentarse de corazones humanos a fin de no perecer y, por ello, la guerra se convirtió en un deber religioso, pues era la forma de proveerse de cautivos que inmolar en la piedra de los sacrificios. (Los aztecas no sólo se comprometían en campañas casi constantes, sino que tenían pactos con otros pueblos para celebrar "guerras floridas", cuyo único fin era la captura de prisioneros.) Los documentos indígenas afirman que al celebrarse la dedicación del gran teocalli de Tenochtitlan (hacia 1486), se sacrificaron 20,000 víctimas humanas, cuyos corazones fueron ofrecidos a los dioses.

No todos los sacrificios eran celebrados de la misma manera. Las víctimas ofrecidas al dios del fuego (Xiuhtecuhtli) eran arrojadas a una enorme hoguera después de ser semianestesiadas con yauhtli- (itzafiate); las inmoladas a Xipe, dios de la vegetación, eran desolladas y los sacerdotes se revestían con las pieles, de las que no se despojaban hasta la terminación de las fiestas. Los sacrificados a las deidades del agua eran ahogados. Otras veces usaban el sacrificio gladiatorio (reservado a los prisioneros que se hubieran distinguido en combate), en el que un guerrero cautivo, atado a una piedra circular, se defendía, con armas fingidas, de un grupo escogido de Caballeros Águila y Caballeros Tigre. Los aztecas creían que la muerte sobre la piedra de los sacrificios, al igual que la hallada en el campo de batalla, conducía directamente al Paraíso del Sol. Las víctimas tenían, pues, una suerte envidiable, ya que no sólo rejuvenecían al dios al que eran inmoladas, sino que beneficiaban al pueblo que éste tenía bajo su protección y gozaban de un "paraíso". Algunas veces se comía la carne de los sacrificados (canibalismo ritual que encuentra su paralelo en la comida sacramental de otras muchas religiones), pero no era la regla.

Se ha dicho que uno de los factores que más ayudaron al triunfo de los españoles (además de la hostilidad que los aztecas habían despertado en las tribus vecinas que se convirtieron por ello en aliadas de Cortés) fue la renuencia de los guerreros aztecas a matar a los invasores blancos, pues deseaban apoderarse de ellos vivos para ofrecer a sus dioses un sacrificio singularmente valioso. En resumen, puede decirse que Tenochtitlan era una verdadera teocracia; la religión permeaba todos los aspectos de la vida. Los dioses mandaban, los sacerdotes interpretaban y el pueblo obedecía.

Lo que el árbol tiene de florido vive de lo que tiene sepultado.

Dr. Jorge Peña Rivera | Cirujano Dentista / Lic. Filosofía