/ lunes 5 de julio de 2021

Voces | La muerte de Felipe Ángeles (Parte II)

Esperaba reencontrarse con su amor en un futuro lejano, en un lugar donde no existía el tiempo. Terminó de escribir, entregó la carta y pidió que se la hicieran llegar al general Ángeles a cualquier lugar donde se encontrara. El 8 de diciembre falleció sin saber que sus líneas jamás fueron leídas por su amado Felipe Ángeles dedicó los últimos instantes de vida a su pasión por la lectura.

Releyó algunos pasajes de La vida de Jesús, de Renán. Minutos antes de las 6 de la mañana del 26 de noviembre, le comunicaron que había llegado la hora. Se despidió de sus amigos, salió de su celda y con el ‘espíritu en sí mismo’ caminó con tranquilidad hasta el lugar de la ejecución. Soplaba una ventisca helada que recorría la ciudad de Chihuahua. El general se colocó de frente al pelotón y recibió la descarga cayendo al suelo sobre su costado izquierdo. En medio del silencio sepulcral, se escuchaban los estertores de Ángeles por lo que fue necesario darle el tiro de gracia. El cuerpo fue recogido por los camilleros y de inmediato fue llevado al hospital para dar fe de su muerte. La Revolución había devorado a uno de sus mejores hijos

El general colocó la nota en un sobre y la entregó a uno de sus amigos para la entregara a su esposa. El destino lo impidió. Ángeles nunca supo que en los últimos meses la salud de su esposa se había deteriorado considerablemente. Consciente de su agonía, Clarita pidió papel y pluma para escribir una última carta a su marido. Sus últimos pensamientos serían para él. Moriría bajo la fe de Cristo y lamentaba dejar a un hombre viudo y a sus hijos huérfanos. Esperaba reencontrarse con su amor en un futuro lejano, en un lugar donde no existía el tiempo. Terminó de escribir, entregó la carta y pidió que se la hicieran llegar al general Ángeles a cualquier lugar donde se encontrara. El 8 de diciembre falleció sin saber que sus líneas jamás fueron leídas por su amado Felipe Ángeles dedicó los últimos instantes de vida a su pasión por la lectura. Releyó algunos pasajes de La vida de Jesús, de Renán. Minutos antes de las 6 de la mañana del 26 de noviembre, le comunicaron que había llegado la hora. Se despidió de sus amigos, salió de su celda y con el ‘espíritu en sí mismo’ caminó con tranquilidad hasta el lugar de la ejecución. Soplaba una ventisca helada que recorría la ciudad de Chihuahua. El general se colocó de frente al pelotón y recibió la descarga cayendo al suelo sobre su costado izquierdo. En medio del silencio sepulcral, se escuchaban los estertores de Ángeles por lo que fue necesario darle el tiro de gracia. El cuerpo fue recogido por los camilleros y de inmediato fue llevado al hospital para dar fe de su muerte. La Revolución había devorado a uno de sus mejores hijos.

A Villa le dolió profundamente el juicio de Felipe Ángeles, uno de los generales más probos de la Revolución Mexicana, compañero de Francisco I. Madero durante sus días finales, en la llamada “Decena Trágica”. Felipe Ángeles fue capturado por las fuerzas del Ejército Federal, y siguiendo instrucciones directas de Venustiano Carranza, fue juzgado por rebelión junto con Enciso de Arce y Antonio Trillo, dos villistas célebres. Su juicio duró solamente unas horas y es uno de los capítulos más vergonzosos en la historia de la Revolución Mexicana.

Esperaba reencontrarse con su amor en un futuro lejano, en un lugar donde no existía el tiempo. Terminó de escribir, entregó la carta y pidió que se la hicieran llegar al general Ángeles a cualquier lugar donde se encontrara. El 8 de diciembre falleció sin saber que sus líneas jamás fueron leídas por su amado Felipe Ángeles dedicó los últimos instantes de vida a su pasión por la lectura.

Releyó algunos pasajes de La vida de Jesús, de Renán. Minutos antes de las 6 de la mañana del 26 de noviembre, le comunicaron que había llegado la hora. Se despidió de sus amigos, salió de su celda y con el ‘espíritu en sí mismo’ caminó con tranquilidad hasta el lugar de la ejecución. Soplaba una ventisca helada que recorría la ciudad de Chihuahua. El general se colocó de frente al pelotón y recibió la descarga cayendo al suelo sobre su costado izquierdo. En medio del silencio sepulcral, se escuchaban los estertores de Ángeles por lo que fue necesario darle el tiro de gracia. El cuerpo fue recogido por los camilleros y de inmediato fue llevado al hospital para dar fe de su muerte. La Revolución había devorado a uno de sus mejores hijos

El general colocó la nota en un sobre y la entregó a uno de sus amigos para la entregara a su esposa. El destino lo impidió. Ángeles nunca supo que en los últimos meses la salud de su esposa se había deteriorado considerablemente. Consciente de su agonía, Clarita pidió papel y pluma para escribir una última carta a su marido. Sus últimos pensamientos serían para él. Moriría bajo la fe de Cristo y lamentaba dejar a un hombre viudo y a sus hijos huérfanos. Esperaba reencontrarse con su amor en un futuro lejano, en un lugar donde no existía el tiempo. Terminó de escribir, entregó la carta y pidió que se la hicieran llegar al general Ángeles a cualquier lugar donde se encontrara. El 8 de diciembre falleció sin saber que sus líneas jamás fueron leídas por su amado Felipe Ángeles dedicó los últimos instantes de vida a su pasión por la lectura. Releyó algunos pasajes de La vida de Jesús, de Renán. Minutos antes de las 6 de la mañana del 26 de noviembre, le comunicaron que había llegado la hora. Se despidió de sus amigos, salió de su celda y con el ‘espíritu en sí mismo’ caminó con tranquilidad hasta el lugar de la ejecución. Soplaba una ventisca helada que recorría la ciudad de Chihuahua. El general se colocó de frente al pelotón y recibió la descarga cayendo al suelo sobre su costado izquierdo. En medio del silencio sepulcral, se escuchaban los estertores de Ángeles por lo que fue necesario darle el tiro de gracia. El cuerpo fue recogido por los camilleros y de inmediato fue llevado al hospital para dar fe de su muerte. La Revolución había devorado a uno de sus mejores hijos.

A Villa le dolió profundamente el juicio de Felipe Ángeles, uno de los generales más probos de la Revolución Mexicana, compañero de Francisco I. Madero durante sus días finales, en la llamada “Decena Trágica”. Felipe Ángeles fue capturado por las fuerzas del Ejército Federal, y siguiendo instrucciones directas de Venustiano Carranza, fue juzgado por rebelión junto con Enciso de Arce y Antonio Trillo, dos villistas célebres. Su juicio duró solamente unas horas y es uno de los capítulos más vergonzosos en la historia de la Revolución Mexicana.