/ lunes 30 de mayo de 2022

Voces | Historia De La Real Lotería

Gobernando en España el rey Carlos III y en esta la Nueva, por su majestad el virrey marqués de Croix, llegó a México un caballero con recomendaciones de altos personajes de la Corte para obtener un empleo lucrativo. Pero como los que había eran pocos y estaban ya ocupados y los vacantes rendían escaso producto, pensó el dicho caballero, que se llamaba don Francisco Xavier Sarria, inventar un nuevo arbitrio para que con sus rendimientos se aumentara el fondo de la Corona y quedara también él recompensado. Este nuevo arbitrio, desconocido en la Colonia, sería una lotería, a semejanza de las que ya existían En otros países europeos. El 7 de agosto del año de 1770 se fijó el decreto que anunciaba al pueblo y clases altas de la ciudad de México el establecimiento de la que se llamó Real Lotería de la Nueva España.

El señor Sarria, que de sobra está que digamos que fue nombrado primer Director de dicha institución, proyectó una lotería en grande; pues ésta debería emitir cincuenta mil billetes, con valor de veinte pesos cada uno; Habría cinco mil premios, siendo el mayor de cincuenta mil pesos y en orden descendente los demás, habiendo mil premios de cincuenta pesos y tres mil de treinta pesos. Se imprimieron los billetes en forma muy imperfecta; pero cuidando que no pudieran ser falsificados, se fijaron Colectores, llamados hoy expendios, se nombraron corresponsales para la venta de billetes en algunas poblaciones foráneas.

Pero no pudo hacerse entonces el sorteo. Los billetes eran demasiado caros para la gente de la clase pobre y media, cuando un empleado ganaba entonces, en el gobierno, quince pesos mensuales y en los empleos particulares diez o doce, cada mes. Los ricos, que para todo rifarlos ellos a su vez y sacar con ello alguna utilidad difiriendo el primer sorteo hasta el 13 de mayo de 1771, en vista de este primer fracaso, hubo necesidad de modificar el precio de los billetes, número y monto de los premios y dar un nuevo arreglo al negocio.

Diez años llevaba de funcionar la Real Lotería, cuando, por acuerdo del virrey Mayorga se dispuso que de los fondos de la misma se tomase un dos por ciento para auxiliar al Hospicio de Pobres. Poco duró, este beneficio, permitiéndole al fin que nada más rifara billetes.

Cuando en México una cosa da resultado, inmediatamente tiene muchos imitadores o competidores; así en el caso de la Lotería. Apenas se vio que poniendo sus billetes al alcance de la gente pobre el negocio mejoraba, salieron a funcionar muchas pequeñas loterías, con el pretexto de fines religiosos. Dice Velasco Ceballos: “Ya antes de esta gracia otorgada al Hospicio se había acordado licencia a los sacerdotes manejadores del templo de Santa Catarina para efectuar una lotería, para las necesidades del santo templo.

Y a partir de esta lotería chiquita, y en vista de que el Hospicio empezó a efectuar sus sorteos, el olfato del clero percibió sin dilación que era jugoso el negocio éste de las loterías y rifitas se dedicó a explotarle. Así, como por encanto surgieron: la lotería de la Enseñanza, la de Guadalupe, la de Nuestra Señora de la Soledad, Nuestra Señora de Santa Teresa, la del Hospital de San Lázaro, la de San Pedro. El clero pues, se hizo jugador y sus agentes eran las beatas que, en su lenguaje propio, meloso y santurrón, ofrecían a la venta los famosos billetitos.

El primer edificio que tuvo esta lotería fue una casa de la calle de Capuchinas, hoy Venustiano Carranza, entre Isabel la Católica y 5 de febrero. La Real Lotería existió hasta la entrada en México del Ejército Trigarante


Dr. Jorge Peña Rivera | Cirujano dentista, Lic. En Filosofía

Gobernando en España el rey Carlos III y en esta la Nueva, por su majestad el virrey marqués de Croix, llegó a México un caballero con recomendaciones de altos personajes de la Corte para obtener un empleo lucrativo. Pero como los que había eran pocos y estaban ya ocupados y los vacantes rendían escaso producto, pensó el dicho caballero, que se llamaba don Francisco Xavier Sarria, inventar un nuevo arbitrio para que con sus rendimientos se aumentara el fondo de la Corona y quedara también él recompensado. Este nuevo arbitrio, desconocido en la Colonia, sería una lotería, a semejanza de las que ya existían En otros países europeos. El 7 de agosto del año de 1770 se fijó el decreto que anunciaba al pueblo y clases altas de la ciudad de México el establecimiento de la que se llamó Real Lotería de la Nueva España.

El señor Sarria, que de sobra está que digamos que fue nombrado primer Director de dicha institución, proyectó una lotería en grande; pues ésta debería emitir cincuenta mil billetes, con valor de veinte pesos cada uno; Habría cinco mil premios, siendo el mayor de cincuenta mil pesos y en orden descendente los demás, habiendo mil premios de cincuenta pesos y tres mil de treinta pesos. Se imprimieron los billetes en forma muy imperfecta; pero cuidando que no pudieran ser falsificados, se fijaron Colectores, llamados hoy expendios, se nombraron corresponsales para la venta de billetes en algunas poblaciones foráneas.

Pero no pudo hacerse entonces el sorteo. Los billetes eran demasiado caros para la gente de la clase pobre y media, cuando un empleado ganaba entonces, en el gobierno, quince pesos mensuales y en los empleos particulares diez o doce, cada mes. Los ricos, que para todo rifarlos ellos a su vez y sacar con ello alguna utilidad difiriendo el primer sorteo hasta el 13 de mayo de 1771, en vista de este primer fracaso, hubo necesidad de modificar el precio de los billetes, número y monto de los premios y dar un nuevo arreglo al negocio.

Diez años llevaba de funcionar la Real Lotería, cuando, por acuerdo del virrey Mayorga se dispuso que de los fondos de la misma se tomase un dos por ciento para auxiliar al Hospicio de Pobres. Poco duró, este beneficio, permitiéndole al fin que nada más rifara billetes.

Cuando en México una cosa da resultado, inmediatamente tiene muchos imitadores o competidores; así en el caso de la Lotería. Apenas se vio que poniendo sus billetes al alcance de la gente pobre el negocio mejoraba, salieron a funcionar muchas pequeñas loterías, con el pretexto de fines religiosos. Dice Velasco Ceballos: “Ya antes de esta gracia otorgada al Hospicio se había acordado licencia a los sacerdotes manejadores del templo de Santa Catarina para efectuar una lotería, para las necesidades del santo templo.

Y a partir de esta lotería chiquita, y en vista de que el Hospicio empezó a efectuar sus sorteos, el olfato del clero percibió sin dilación que era jugoso el negocio éste de las loterías y rifitas se dedicó a explotarle. Así, como por encanto surgieron: la lotería de la Enseñanza, la de Guadalupe, la de Nuestra Señora de la Soledad, Nuestra Señora de Santa Teresa, la del Hospital de San Lázaro, la de San Pedro. El clero pues, se hizo jugador y sus agentes eran las beatas que, en su lenguaje propio, meloso y santurrón, ofrecían a la venta los famosos billetitos.

El primer edificio que tuvo esta lotería fue una casa de la calle de Capuchinas, hoy Venustiano Carranza, entre Isabel la Católica y 5 de febrero. La Real Lotería existió hasta la entrada en México del Ejército Trigarante


Dr. Jorge Peña Rivera | Cirujano dentista, Lic. En Filosofía