/ lunes 21 de febrero de 2022

Voces | El hijo del Parral

La Constitución de los Estados Unidos Mexicanos.

El día 5 del entrante febrero cumple nuestro pacto federal la edad de ciento sesenta y cinco, obra grandiosa de nuestros constituyentes que fue discutida en medio de relámpagos y truenos, que fue jurada por el Presidente Comonfort, proclamada con toda solemnidad el cinco de febrero de mil ochocientos cincuenta y siete y a poco perseguida, pero salvada por Juárez, que como su bandera la empuño valientemente y la paseó por todo la República, hasta volverla sana y salva a la capital, acompañada por las salvadoras leyes de reforma.

El congreso constituyente comenzó a discutir los artículos de nuestro Código Fundamental en 1856 cuando apenas los patriotas Generales Álvarez y Comonfort habían derribado la dictadura del General Santa Ana, y cuando todavía la reacción vencida pero no rendida, sacrificaba a ciudadanos insignes como Ocampo, Degollado, Leonardo Valle y otros.

Grandes principios fueron calurosamente debatidos por los representantes del pueblo, en medio del pavor que se producía en la sociedad, cuando por la primera vez se hablaba de la tolerancia de cultos y de la libertad de la imprenta. Abriendo la historia de aquel congreso, al azar, se encuentran en donde quiera palabras llenas de movimiento de, de vida, de convicción.

En la sesión del 29 de julio de 1856, por ejemplo, en que se debatía el art. 15 referente a la libertad de cultos a las impugnaciones que se le hicieron, el diputado Mata, miembro de la comisión, decía con acento solemne:

“Deduceze pues, sin violencia, que en México puede hacerse libertad de cultos, como puede haber libertad de creencias; pero sin que el legislador, ni la autoridad pueda ingerirse en establecerla como precepto. Y este principio no es sólo una voluntad filosófica, es una verdad cristiana. El Redentor del mundo no solo no prohibió al hombre la libertad de conciencia, sino que a ella apeló para fundar su doctrina: fue la predicación, fue la persuasión el medio que empleó para difundir la nueva ley, la ley de gracia, y no podía hacer de otro modo el que por primer precepto decía: “Amaos los unos a los otros” ¿Qué prueba de amor a sus semejantes da el hombre que se propone tiranizar la conciencia de los demás hombres?... El exclusivismo, la intolerancia religiosa, constituyen un crimen de lesa-divinidad, son los últimos alaridos de ese fanatismo impío que creyó servir a Dios por medio de las hogueras, del tormento, de todas las terribles escenas que caracterizaban al tribunal sanguinario que blasfemando y escarneciendo la pura religión del Hombre Dios, tuvo la audacia de llamarse santo”

En la discusión del artículo 7° sobre libertad de imprenta, se pronunciaron brillantísimos discursos por Zarco, uno de los más ilustrados periodistas mexicanos que hemos tenido y por otros varios diputados. El último orador que ocupó la tribuna fue el Lic. Félix Romero, y estas fueron sus últimas palabras”

“En fin señores, aquí venimos a establecer los derechos del pueblo; dejémonos como son en sí, sus abusos a otro lugar y otra parte su clasificación”.

“Los ilustrados miembros de la Comisión deben expresar aquí sus ideas a la altura de sus sentimientos, a la altura de la democracia, a la altura de la nación mexicana.

“No temáis a las lenguas de los conservadores, ellos murmuraran cuanto quieran, recriminando a la libertad y a la República. Pero mientras haya prensa libre y plumas republicanas, la ilustración y el buen sentido ahuyentaran las tinieblas confundiendo a los malvados.

“Hagamos aquí lo contrario de lo que los papas hicieron en los primeros tiempos de la imprenta; si ellos le maniataron, le esclavizaron, le escarnecieron, démosle nosotros vuelos a sus alas, ensanches a su imperio, haciendo de ella no solo una garantía individual, sino una institución pública. No olvidéis que la prosperidad de los primeros países del mundo se debe a la libertad de imprenta, que la américa es poderosa por la libertad de imprenta, y que México está llamado a ser grande por la libertad de imprenta.”

Quedó aprobado por 90 contra dos votos la 1ra parte del artículo 7º constitucional concebido en estos términos:

“Es inviolable la libertad de escribir y publicar escritos sobre cualquier materia.”


Dr. Jorge Peña Rivera | Cirujano Dentista

La Constitución de los Estados Unidos Mexicanos.

El día 5 del entrante febrero cumple nuestro pacto federal la edad de ciento sesenta y cinco, obra grandiosa de nuestros constituyentes que fue discutida en medio de relámpagos y truenos, que fue jurada por el Presidente Comonfort, proclamada con toda solemnidad el cinco de febrero de mil ochocientos cincuenta y siete y a poco perseguida, pero salvada por Juárez, que como su bandera la empuño valientemente y la paseó por todo la República, hasta volverla sana y salva a la capital, acompañada por las salvadoras leyes de reforma.

El congreso constituyente comenzó a discutir los artículos de nuestro Código Fundamental en 1856 cuando apenas los patriotas Generales Álvarez y Comonfort habían derribado la dictadura del General Santa Ana, y cuando todavía la reacción vencida pero no rendida, sacrificaba a ciudadanos insignes como Ocampo, Degollado, Leonardo Valle y otros.

Grandes principios fueron calurosamente debatidos por los representantes del pueblo, en medio del pavor que se producía en la sociedad, cuando por la primera vez se hablaba de la tolerancia de cultos y de la libertad de la imprenta. Abriendo la historia de aquel congreso, al azar, se encuentran en donde quiera palabras llenas de movimiento de, de vida, de convicción.

En la sesión del 29 de julio de 1856, por ejemplo, en que se debatía el art. 15 referente a la libertad de cultos a las impugnaciones que se le hicieron, el diputado Mata, miembro de la comisión, decía con acento solemne:

“Deduceze pues, sin violencia, que en México puede hacerse libertad de cultos, como puede haber libertad de creencias; pero sin que el legislador, ni la autoridad pueda ingerirse en establecerla como precepto. Y este principio no es sólo una voluntad filosófica, es una verdad cristiana. El Redentor del mundo no solo no prohibió al hombre la libertad de conciencia, sino que a ella apeló para fundar su doctrina: fue la predicación, fue la persuasión el medio que empleó para difundir la nueva ley, la ley de gracia, y no podía hacer de otro modo el que por primer precepto decía: “Amaos los unos a los otros” ¿Qué prueba de amor a sus semejantes da el hombre que se propone tiranizar la conciencia de los demás hombres?... El exclusivismo, la intolerancia religiosa, constituyen un crimen de lesa-divinidad, son los últimos alaridos de ese fanatismo impío que creyó servir a Dios por medio de las hogueras, del tormento, de todas las terribles escenas que caracterizaban al tribunal sanguinario que blasfemando y escarneciendo la pura religión del Hombre Dios, tuvo la audacia de llamarse santo”

En la discusión del artículo 7° sobre libertad de imprenta, se pronunciaron brillantísimos discursos por Zarco, uno de los más ilustrados periodistas mexicanos que hemos tenido y por otros varios diputados. El último orador que ocupó la tribuna fue el Lic. Félix Romero, y estas fueron sus últimas palabras”

“En fin señores, aquí venimos a establecer los derechos del pueblo; dejémonos como son en sí, sus abusos a otro lugar y otra parte su clasificación”.

“Los ilustrados miembros de la Comisión deben expresar aquí sus ideas a la altura de sus sentimientos, a la altura de la democracia, a la altura de la nación mexicana.

“No temáis a las lenguas de los conservadores, ellos murmuraran cuanto quieran, recriminando a la libertad y a la República. Pero mientras haya prensa libre y plumas republicanas, la ilustración y el buen sentido ahuyentaran las tinieblas confundiendo a los malvados.

“Hagamos aquí lo contrario de lo que los papas hicieron en los primeros tiempos de la imprenta; si ellos le maniataron, le esclavizaron, le escarnecieron, démosle nosotros vuelos a sus alas, ensanches a su imperio, haciendo de ella no solo una garantía individual, sino una institución pública. No olvidéis que la prosperidad de los primeros países del mundo se debe a la libertad de imprenta, que la américa es poderosa por la libertad de imprenta, y que México está llamado a ser grande por la libertad de imprenta.”

Quedó aprobado por 90 contra dos votos la 1ra parte del artículo 7º constitucional concebido en estos términos:

“Es inviolable la libertad de escribir y publicar escritos sobre cualquier materia.”


Dr. Jorge Peña Rivera | Cirujano Dentista