/ jueves 4 de agosto de 2022

Voces | Cordura, locura y sociedad

La forma en la que una sociedad se desenvuelve en el espacio y en el tiempo, en que espacio, en que tiempo, qué cosas son privadas o son compartidas, y por quienes, estas y muchas otras cuestiones se dilucida mejor si se ve que clase de mundo ha adoptado para sí la sociedad, tanto en su conjunto como, diferencialmente, para cada uno de sus miembros.

Según Serrat, en los últimos años ha sido extraordinario el crecimiento tecnológico y científico que hemos experimentado pero también ha sido muy grande la pérdida de los valores morales de nuestra sociedad, se han producido daños terribles a la naturaleza, muchos de ellos irreparables y es vergonzosa la corrupción que desde el poder se ha filtrado a toda la sociedad, más que una crisis económica diría que estamos atravesando una crisis de modelo de vida y sin embargo, sorprende el conformismo con el que parte de la sociedad lo contempla como si se tratara de una pesadilla de la que tarde o temprano despertaremos espectadores y víctimas, parecemos esperar que nos salven aquellos mismos que nos han llevado hasta aquí, es necesario que recuperemos los valores democráticos y morales que han sido sustituidos por la vileza y la avidez del mercado donde todo tiene un precio, donde todo se compra y donde todo se vende, es un derecho y una obligación restaurar la memoria y reclamar un futuro para una juventud que necesita reconocerse y ser reconocida, tal vez no sepamos cual es el camino, tal vez no sepamos por donde se llega antes, pero sí sabemos que caminos son los que no debemos volver a tomar.

Hoy día se levantan con una frecuencia cada vez mayores voces proféticas que anuncian la perdición. Si bien tienen la importante función de atraer la atención hacia las peligrosas posibilidades de nuestra situación actual, fallan en cuanto que no toman en cuenta la esperanza prometedora que en forma implícita reside en los triunfos del hombre en el terreno de las ciencias naturales, la psicología, la medicina y el arte. En verdad, estos triunfos atestiguan la presencia de intensas fuerzas productivas que no son compatibles con el cuadro de una cultura decadente.

Nuestra época es una época de transición. La Edad Media no concluyó en el siglo XV y la Era Moderna no principió inmediatamente después. El fin y el comienzo implican un proceso cuya duración ha sido de más de cuatrocientos años, un tiempo muy breve, ciertamente, si lo medimos en términos históricos y no en términos de nuestro ciclo de vida individual. Nuestra época es un fin y un principio fecundo en posibilidades. Sí tenemos razón para estar orgullosos y esperanzados, ni el buen resultado ni el malo es automático o preestablecido. La decisión depende del hombre. Depende de su capacidad para tomarse a sí mismo, a su vida y a su felicidad seriamente; de su buena voluntad para enfrentarse con su problema moral y el de su sociedad. Depende del valor que tenga para ser el mismo y de ser para sí mismo. Recuerde que el tiempo es la medida del cambio de un fenómeno percibido por el alma. El espacio: es donde lo guardamos y que la libertad es fruto de la justicia.

Que los músicos no paren de hacer sonar sus instrumentos y que los poetas no dejen de alzar la voz, que los gritos de la angustia no nos vuelvan sordos y que lo cotidiano no se convierta en normalidad capaz de volver de piedra nuestros corazones.


Jorge Peña Rivera | Cirujano dentista, Lic. Filosofía

La forma en la que una sociedad se desenvuelve en el espacio y en el tiempo, en que espacio, en que tiempo, qué cosas son privadas o son compartidas, y por quienes, estas y muchas otras cuestiones se dilucida mejor si se ve que clase de mundo ha adoptado para sí la sociedad, tanto en su conjunto como, diferencialmente, para cada uno de sus miembros.

Según Serrat, en los últimos años ha sido extraordinario el crecimiento tecnológico y científico que hemos experimentado pero también ha sido muy grande la pérdida de los valores morales de nuestra sociedad, se han producido daños terribles a la naturaleza, muchos de ellos irreparables y es vergonzosa la corrupción que desde el poder se ha filtrado a toda la sociedad, más que una crisis económica diría que estamos atravesando una crisis de modelo de vida y sin embargo, sorprende el conformismo con el que parte de la sociedad lo contempla como si se tratara de una pesadilla de la que tarde o temprano despertaremos espectadores y víctimas, parecemos esperar que nos salven aquellos mismos que nos han llevado hasta aquí, es necesario que recuperemos los valores democráticos y morales que han sido sustituidos por la vileza y la avidez del mercado donde todo tiene un precio, donde todo se compra y donde todo se vende, es un derecho y una obligación restaurar la memoria y reclamar un futuro para una juventud que necesita reconocerse y ser reconocida, tal vez no sepamos cual es el camino, tal vez no sepamos por donde se llega antes, pero sí sabemos que caminos son los que no debemos volver a tomar.

Hoy día se levantan con una frecuencia cada vez mayores voces proféticas que anuncian la perdición. Si bien tienen la importante función de atraer la atención hacia las peligrosas posibilidades de nuestra situación actual, fallan en cuanto que no toman en cuenta la esperanza prometedora que en forma implícita reside en los triunfos del hombre en el terreno de las ciencias naturales, la psicología, la medicina y el arte. En verdad, estos triunfos atestiguan la presencia de intensas fuerzas productivas que no son compatibles con el cuadro de una cultura decadente.

Nuestra época es una época de transición. La Edad Media no concluyó en el siglo XV y la Era Moderna no principió inmediatamente después. El fin y el comienzo implican un proceso cuya duración ha sido de más de cuatrocientos años, un tiempo muy breve, ciertamente, si lo medimos en términos históricos y no en términos de nuestro ciclo de vida individual. Nuestra época es un fin y un principio fecundo en posibilidades. Sí tenemos razón para estar orgullosos y esperanzados, ni el buen resultado ni el malo es automático o preestablecido. La decisión depende del hombre. Depende de su capacidad para tomarse a sí mismo, a su vida y a su felicidad seriamente; de su buena voluntad para enfrentarse con su problema moral y el de su sociedad. Depende del valor que tenga para ser el mismo y de ser para sí mismo. Recuerde que el tiempo es la medida del cambio de un fenómeno percibido por el alma. El espacio: es donde lo guardamos y que la libertad es fruto de la justicia.

Que los músicos no paren de hacer sonar sus instrumentos y que los poetas no dejen de alzar la voz, que los gritos de la angustia no nos vuelvan sordos y que lo cotidiano no se convierta en normalidad capaz de volver de piedra nuestros corazones.


Jorge Peña Rivera | Cirujano dentista, Lic. Filosofía