/ viernes 26 de abril de 2019

Verdadera Pascua

El tiempo pascual se compone desde el día de la resurrección hasta Pentecostés. Son ahora 50 días para poder recibir dignamente al otro divino ser de quien JesuCristo dijo “conviene que yo me vaya para que venga el otro paráclito” o defensor, “El Espíritu Santo” el gran desconocido.

Jesús de Nazareth, el león de la tribu de Judá resucitó en cuerpo y alma; venció a la siempre victoriosa muerte y redujo a la nada su Imperio. Asombrada ésta, dio paso al primogénito de los resucitados, quien salió rugiente y lleno de vida rasgando las entrañas de su hermético sepulcro. La muerte ya no tendrá dominio sobre la ciudadanía del reino de los cielos.

¿A qué comparamos este milagro? Es más asombroso que expulsar con autoridad demonios o que los paralíticos corran con sus camillas en hombros. Resucitar significa transición; pasar del viejo ser a uno nuevo; cambiar a una vida gloriosa, a otra más perfecta, a una nueva Patria y no volver a transitar los caminos del vivir para la carne y el mundo, sino ahora solo para Dios.

Un verdadero cristiano debe también resucitar; el tiempo pascual no es un permiso de vuelta a los pecados; un retorno a los defectos, charlatanerías, negligencia espiritual y vanidad, si no, evitar volver desenfrenados a las comilonas, al placer, a las borracheras y demás.

La cuaresma y semana santa es una preparación para vivir merecidamente la Pascua. Si compartimos la penitencia y sufrimientos del Señor Jesús, debemos también compartir su gloria y resurrección propia. Pero no comprendemos y volvemos a la cita para caer; miramos con indiferencia tan poderosos actos y como buenos camaradas de Judas entregamos a Cristo de nuevo a sus enemigos la codicia, la indiferencia, la incomprensión, la obscenidad y el libertinaje. Regresamos a los antiguos consuelos humanos, a los desenfrenos y malas costumbres; seguimos en el resbaladero del mundanismo y obligamos al resucitado a que se marche. ¡Así lo honramos! A cambio de sus sacrificios, recibe ingratitud y olvido. Nos dice el apóstol: “Arrepiéntanse no solo de palabra y lengua, sino en espíritu y verdad. Esta es la razón por la que hay entre ustedes muchos enfermos y achacosos y de que tantos hayan muerto”.

Llevamos inútilmente el nombre de cristianos, necesitamos recapacitar. Que aparezca en nosotros el hombre y la mujer nuevos, los vencedores del pecado y del materialismo. En esta nueva preparación se nos recomienda practicar las verdades fundamentales de la cruz que son: en la derecha la obediencia, a la izquierda la paciencia, en el suelo el fundamento de la humildad y en la cumbre “El amor” la meta hacia la cual hay que llegar.

El creer estar con Dios y continuar pecando, porque Dios es bueno y nos perdonará sin ningún esfuerzo de nuestra parte por cambiar, bahh……….La clave es enmendar de vida, convertirnos en seres nuevos y luchar verdaderamente por el reino de Dios, ése es el reto.

El tiempo pascual se compone desde el día de la resurrección hasta Pentecostés. Son ahora 50 días para poder recibir dignamente al otro divino ser de quien JesuCristo dijo “conviene que yo me vaya para que venga el otro paráclito” o defensor, “El Espíritu Santo” el gran desconocido.

Jesús de Nazareth, el león de la tribu de Judá resucitó en cuerpo y alma; venció a la siempre victoriosa muerte y redujo a la nada su Imperio. Asombrada ésta, dio paso al primogénito de los resucitados, quien salió rugiente y lleno de vida rasgando las entrañas de su hermético sepulcro. La muerte ya no tendrá dominio sobre la ciudadanía del reino de los cielos.

¿A qué comparamos este milagro? Es más asombroso que expulsar con autoridad demonios o que los paralíticos corran con sus camillas en hombros. Resucitar significa transición; pasar del viejo ser a uno nuevo; cambiar a una vida gloriosa, a otra más perfecta, a una nueva Patria y no volver a transitar los caminos del vivir para la carne y el mundo, sino ahora solo para Dios.

Un verdadero cristiano debe también resucitar; el tiempo pascual no es un permiso de vuelta a los pecados; un retorno a los defectos, charlatanerías, negligencia espiritual y vanidad, si no, evitar volver desenfrenados a las comilonas, al placer, a las borracheras y demás.

La cuaresma y semana santa es una preparación para vivir merecidamente la Pascua. Si compartimos la penitencia y sufrimientos del Señor Jesús, debemos también compartir su gloria y resurrección propia. Pero no comprendemos y volvemos a la cita para caer; miramos con indiferencia tan poderosos actos y como buenos camaradas de Judas entregamos a Cristo de nuevo a sus enemigos la codicia, la indiferencia, la incomprensión, la obscenidad y el libertinaje. Regresamos a los antiguos consuelos humanos, a los desenfrenos y malas costumbres; seguimos en el resbaladero del mundanismo y obligamos al resucitado a que se marche. ¡Así lo honramos! A cambio de sus sacrificios, recibe ingratitud y olvido. Nos dice el apóstol: “Arrepiéntanse no solo de palabra y lengua, sino en espíritu y verdad. Esta es la razón por la que hay entre ustedes muchos enfermos y achacosos y de que tantos hayan muerto”.

Llevamos inútilmente el nombre de cristianos, necesitamos recapacitar. Que aparezca en nosotros el hombre y la mujer nuevos, los vencedores del pecado y del materialismo. En esta nueva preparación se nos recomienda practicar las verdades fundamentales de la cruz que son: en la derecha la obediencia, a la izquierda la paciencia, en el suelo el fundamento de la humildad y en la cumbre “El amor” la meta hacia la cual hay que llegar.

El creer estar con Dios y continuar pecando, porque Dios es bueno y nos perdonará sin ningún esfuerzo de nuestra parte por cambiar, bahh……….La clave es enmendar de vida, convertirnos en seres nuevos y luchar verdaderamente por el reino de Dios, ése es el reto.