/ miércoles 8 de mayo de 2019

Unicidad

Miro los edificios,
El mundo construido por hombres, donde habitan.
Respiran afán y exhalan ironía.

Sus mentes galopan huidizas,

sus corazones pasmados.
Son sus noches tortura y aflicciones.
Rechazan el reposo que la oscuridad ofrece.

El silencio los hostiga, y danzan

acompasados al sonido de los metales.
El hambre y la sed, son desconocidas.

Sin espíritu (¿qué es el espíritu? ¿Una voz
adormecida en el genoma?)
Los hombres braman, se aparean.
Son acechados por quimeras.
Disputan y devoran la carroña.

Y cuando siembran, se lían.
Sonriendo enmudecidos cual extraños.
Se envilecen, alegres
contemplan el cenit.
El dolor se apodera de sus entrañas
y ceden ante la inmensidad del cosmos.

Pronto se recuperan,
y arrebatan a la tierra flor y fruto,
hacen arder los océanos.

La muerte y el hombre son uno solo.

Miro los edificios,
El mundo construido por hombres, donde habitan.
Respiran afán y exhalan ironía.

Sus mentes galopan huidizas,

sus corazones pasmados.
Son sus noches tortura y aflicciones.
Rechazan el reposo que la oscuridad ofrece.

El silencio los hostiga, y danzan

acompasados al sonido de los metales.
El hambre y la sed, son desconocidas.

Sin espíritu (¿qué es el espíritu? ¿Una voz
adormecida en el genoma?)
Los hombres braman, se aparean.
Son acechados por quimeras.
Disputan y devoran la carroña.

Y cuando siembran, se lían.
Sonriendo enmudecidos cual extraños.
Se envilecen, alegres
contemplan el cenit.
El dolor se apodera de sus entrañas
y ceden ante la inmensidad del cosmos.

Pronto se recuperan,
y arrebatan a la tierra flor y fruto,
hacen arder los océanos.

La muerte y el hombre son uno solo.