/ domingo 5 de mayo de 2019

Un Manto de Alegría

Como seres humanos tenemos muchas cosas en común, entre muchas otras más, la angustia y la alegría. En la antigüedad, cuando alguien estaba angustiado en Israel, se quitaba su manto, que formaba parte de su atuendo, y se vestía con una ropa de cilicio que estaba hecha de una tela oscura y áspera tejida generalmente con pelo de cabra o de camello, y era símbolo de una profunda tristeza y lamentación. Era el atuendo de quienes estaban pasado por momentos de dolor y de angustia.

Por otro lado, el manto de alegría, eran túnicas coloridas que indicaban fiesta y agradeciendo. Eran utilizadas como ornamento en fiestas de júbilo. Era unas ropas muy especiales y distinguidas que honraban a sus usuarios. Por ejemplo, el joven José el soñador recibió de su padre Jacob una túnica colores distinguiéndole, o teniendo por él un aprecio especial por él por haberlo tenido en su vejez (Génesis 37:3) Fue lo mismo que hizo el padre de historia del hijo prodigo. Un joven que al irse de casa vivió perdidamente juntándose con personas de dudosa reputación. Al terminársele el dinero y encontrarse solo y sin alimentos pensó en los trabajadores de su padre que era afortunados al tener alimento y techo y el no. Entonces toma la decisión de regresar al padre y pedirle perdón. El padre lo recibe con los brazos abiertos y hace una gran fiesta, pero lo viste con un atuendo especial, un manto de alegría. Le cambió los harapos con que regresó al padre que representaban un espíritu angustiado, por el manto de fiesta, el manto de alegría (Lucas 15:11-24). Un tercer caso es el de la mujer enferma de flujo de sangre, una enfermedad que sufría desde hacía ya varios años. Ella había visitado médicos, seguramente probó remedios caseros, y había gastado todo lo que tenía, pero no había podido salir de su problema de ninguna manera, antes al contrario, parece que las cosas empeoraban, enferma, y ahora sin dinero. Pero a sus oídos llegaron buenas noticias de que Jesús estaba cercas y sí podía ayudarla en su problema. De alguna empujo, empujo y empujo y se abrió paso entre la multitud, tenía algo en mente: “si tan solo tocare su mano seré sana”. Con temor y temblor estira su mano tocando el manto del Maestro. Jesús pregunta quien le ha tocado, Maestro hay mucha gente y aprietan y tu preguntas ¿quién me tocó? Tímidamente al ser descubierta la mujer dice fui yo Señor, Él le contesta tu fe te ha sanado, y al instante fue sana. Ese día, el manto de Jesús vino a ser el manto de alegría de aquella mujer. Jesús cambió su espíritu de angustia que tenía a causa de la enfermedad, por Su manto de sanidad, por su manto de alegría.

Estimado lector, Jesús ordena para aquellos que nos acercamos a Él con fe para tener un encuentro personal, que se nos dé un manto de alegría en lugar de espíritu angustiado. Viene a ordenar que la angustia, la desesperación, la preocupación o el dolor no estén más en la vida de sus hijos. Que todo lo que quiera robar la paz, los sueños, la alegría y la esperanza sea quitado de sus hijos. Crea estimado lector que Dios tiene para usted y los suyos un manto de alegría. Un manto cubre. Y si de alguna manera lo ha venido cubriendo el dolor, la angustia etc. él desea cambiarlo por su manto de alegría.

Si no sea dado la oportunidad de invitar a Cristo que tome el control de su vida, lo animo que lo haga ahora, dígale así: “Señor Jesús, yo entiendo que te necesito hoy más que nunca. Reconozco que soy pecador y que moriste en la cruz para perdonarme y que resucitaste al tercer día para darme vida eterna. Te pido perdón por todos mis pecados. También reconozco que llevaste en la cruz todas mis angustias y dolores LIBERAME DE ELLOS. Te invita a que vengas a mi corazón y vivas tu vida en mi vida, para yo poder vivir de acuerdo a tu voluntad. Gracias por amarme, gracias por perdonarme y gracias por venir a mi corazón este día.”

Deseo terminar esta reflexión dejando este versículo en su corazón: “Has cambiado mi lamento en baile; Desataste mi cilicio, y me ceñiste de alegría” (Salmo 30:11)

Estimado lector, crea en Dios, sea feliz en este mundo, y un día vaya al cielo.

Como seres humanos tenemos muchas cosas en común, entre muchas otras más, la angustia y la alegría. En la antigüedad, cuando alguien estaba angustiado en Israel, se quitaba su manto, que formaba parte de su atuendo, y se vestía con una ropa de cilicio que estaba hecha de una tela oscura y áspera tejida generalmente con pelo de cabra o de camello, y era símbolo de una profunda tristeza y lamentación. Era el atuendo de quienes estaban pasado por momentos de dolor y de angustia.

Por otro lado, el manto de alegría, eran túnicas coloridas que indicaban fiesta y agradeciendo. Eran utilizadas como ornamento en fiestas de júbilo. Era unas ropas muy especiales y distinguidas que honraban a sus usuarios. Por ejemplo, el joven José el soñador recibió de su padre Jacob una túnica colores distinguiéndole, o teniendo por él un aprecio especial por él por haberlo tenido en su vejez (Génesis 37:3) Fue lo mismo que hizo el padre de historia del hijo prodigo. Un joven que al irse de casa vivió perdidamente juntándose con personas de dudosa reputación. Al terminársele el dinero y encontrarse solo y sin alimentos pensó en los trabajadores de su padre que era afortunados al tener alimento y techo y el no. Entonces toma la decisión de regresar al padre y pedirle perdón. El padre lo recibe con los brazos abiertos y hace una gran fiesta, pero lo viste con un atuendo especial, un manto de alegría. Le cambió los harapos con que regresó al padre que representaban un espíritu angustiado, por el manto de fiesta, el manto de alegría (Lucas 15:11-24). Un tercer caso es el de la mujer enferma de flujo de sangre, una enfermedad que sufría desde hacía ya varios años. Ella había visitado médicos, seguramente probó remedios caseros, y había gastado todo lo que tenía, pero no había podido salir de su problema de ninguna manera, antes al contrario, parece que las cosas empeoraban, enferma, y ahora sin dinero. Pero a sus oídos llegaron buenas noticias de que Jesús estaba cercas y sí podía ayudarla en su problema. De alguna empujo, empujo y empujo y se abrió paso entre la multitud, tenía algo en mente: “si tan solo tocare su mano seré sana”. Con temor y temblor estira su mano tocando el manto del Maestro. Jesús pregunta quien le ha tocado, Maestro hay mucha gente y aprietan y tu preguntas ¿quién me tocó? Tímidamente al ser descubierta la mujer dice fui yo Señor, Él le contesta tu fe te ha sanado, y al instante fue sana. Ese día, el manto de Jesús vino a ser el manto de alegría de aquella mujer. Jesús cambió su espíritu de angustia que tenía a causa de la enfermedad, por Su manto de sanidad, por su manto de alegría.

Estimado lector, Jesús ordena para aquellos que nos acercamos a Él con fe para tener un encuentro personal, que se nos dé un manto de alegría en lugar de espíritu angustiado. Viene a ordenar que la angustia, la desesperación, la preocupación o el dolor no estén más en la vida de sus hijos. Que todo lo que quiera robar la paz, los sueños, la alegría y la esperanza sea quitado de sus hijos. Crea estimado lector que Dios tiene para usted y los suyos un manto de alegría. Un manto cubre. Y si de alguna manera lo ha venido cubriendo el dolor, la angustia etc. él desea cambiarlo por su manto de alegría.

Si no sea dado la oportunidad de invitar a Cristo que tome el control de su vida, lo animo que lo haga ahora, dígale así: “Señor Jesús, yo entiendo que te necesito hoy más que nunca. Reconozco que soy pecador y que moriste en la cruz para perdonarme y que resucitaste al tercer día para darme vida eterna. Te pido perdón por todos mis pecados. También reconozco que llevaste en la cruz todas mis angustias y dolores LIBERAME DE ELLOS. Te invita a que vengas a mi corazón y vivas tu vida en mi vida, para yo poder vivir de acuerdo a tu voluntad. Gracias por amarme, gracias por perdonarme y gracias por venir a mi corazón este día.”

Deseo terminar esta reflexión dejando este versículo en su corazón: “Has cambiado mi lamento en baile; Desataste mi cilicio, y me ceñiste de alegría” (Salmo 30:11)

Estimado lector, crea en Dios, sea feliz en este mundo, y un día vaya al cielo.