/ sábado 2 de marzo de 2019

Torre de Refugio

Desde la antigüedad, nuestros antepasados han construido torres con diferentes objetivos. Uno de ellos y el más común, era para defenderse en las batallas. Desde ellas se podía cuidar y atacar al enemigo manteniendo una posición ventajosa.

Las torres se convertían en puestos de vigilancia y lugares de refugio. Otro motivo para construirlas era acercarse más al cielo, a Dios, como pasó según la historia con la Torre de Babel. Y hasta el día de hoy, las naciones suelen dotarse de fortificaciones y armas para su defensa, aún en tiempo de paz; y si son tan imprudentes como para descuidar estas precauciones, corren el peligro inminente de que el enemigo las destruya en cuanto efectúe un ataque. De igual manera, sabiendo que la vida está expuesta a las incursiones de la calamidad y la desgracia, es de sabios estar provistos de una defensa segura para poder estar a salvo en el día del conflicto. Al parecer, nadie estamos exentos de pasar en algún tiempo por agresiones o desgracias, o contra los ataques más peligrosos de los adversarios, ni contamos en nosotros mismos con ningún poder ni ninguna sabiduría para procurarnos seguridad. Nuestro refugio está solamente en Dios, en quien está la fortaleza de los siglos (Isaías. 26:4) y quien se revela como refugio seguro a todo hombre. En ese gran refugio podemos hallar protección contra las angustias de la vida presente, contra la tiranía del pecado, contra la ira eterna, las tentaciones del enemigo de nuestra alma, los terrores de la muerte, contra todo mal y contra todo temor.

En el día de la angustia, el rey David frecuentaba las cuevas y las montañas para refugiarse, pero en su historia y en muchos de sus salmos vemos que aquellos escondrijos no le bastaban para protegerse, y que su confianza estaba siempre puesta en Dios mismo como su “torre de salvación” En Él confió y fue ayudado; por lo que se gozó su corazón y le alabó con su lengua. (Salmo. 28:7)

Pero Dios no fue la confianza solamente de David; siempre ha sido la morada de los que confían en Él, y que en el día de la calamidad y el peligro, corren a través de la fe y la oración a su alto refugio. El Salmo 18:2 dice: “Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré; Mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio”. Y lo mejor de todo es que no se quedan desamparados los que le buscan a Él cuando los peligros inesperados se disponen a abrumarlos, porque por mucho que los enemigos se les acerquen para angustiarles, Dios siempre está más cerca para protegerles. Él sigue presente y es “…” (Salmo 46:1). Hoy deseo animar a todos aquellos que estén pasando por tiempos tormentosos en la vida que se refugien en Dios. Por favor no busquen otro refugio, por favor no tomen decisiones que lejos de aliviar la situación, puedan añadir más dolor; crea, mi estimado lector, que Dios es “nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones”. No dude en acudir a ÉL. Todos los que corren a esta Torre de Refugio disfrutan de seguridad eterna, porque ni todos los poderes del mundo, ni todos los problemas que nos asechen, son capaces de socavarla, ni de escalarla, ni de destruirla, y ningún enemigo puede penetrar en ella por la fuerza, ni encontrar un hueco para entrar por medio del engaño. Nadie puede siquiera trepar a este refugio para poner en peligro la seguridad de las personas que tienen la dicha de haber hecho su habitación en ella; “… habitará en las alturas; fortaleza de rocas será su lugar de refugio…” (Isaías 33:16) ¡Sin dudarlo, corramos a refugiarnos en Dios en todo tiempo El salmo 143:9 dice: “Líbrame de mis enemigos, oh Jehová; En ti me refugio”. Y Proverbios 18:10 “Torre fuerte es el nombre de Jehová; A Él correrá el justo y será levantado”. Hoy por hoy amado lector venga a Él, el Señor dice: “El que a mi vine no le echo fuera”

Dice la letra un hermoso canto de Miel San Marcos: “No hay lugar más alto, más grande que estar a tus pies, que estar a tus pies. A tus pies arde mi corazón, a tus pies entrego lo que soy, es el lugar de mi seguridad, donde nadie me puede señalar…”

Estimado, crea en Dios, sea feliz en este mundo y un día vaya al cielo.

Desde la antigüedad, nuestros antepasados han construido torres con diferentes objetivos. Uno de ellos y el más común, era para defenderse en las batallas. Desde ellas se podía cuidar y atacar al enemigo manteniendo una posición ventajosa.

Las torres se convertían en puestos de vigilancia y lugares de refugio. Otro motivo para construirlas era acercarse más al cielo, a Dios, como pasó según la historia con la Torre de Babel. Y hasta el día de hoy, las naciones suelen dotarse de fortificaciones y armas para su defensa, aún en tiempo de paz; y si son tan imprudentes como para descuidar estas precauciones, corren el peligro inminente de que el enemigo las destruya en cuanto efectúe un ataque. De igual manera, sabiendo que la vida está expuesta a las incursiones de la calamidad y la desgracia, es de sabios estar provistos de una defensa segura para poder estar a salvo en el día del conflicto. Al parecer, nadie estamos exentos de pasar en algún tiempo por agresiones o desgracias, o contra los ataques más peligrosos de los adversarios, ni contamos en nosotros mismos con ningún poder ni ninguna sabiduría para procurarnos seguridad. Nuestro refugio está solamente en Dios, en quien está la fortaleza de los siglos (Isaías. 26:4) y quien se revela como refugio seguro a todo hombre. En ese gran refugio podemos hallar protección contra las angustias de la vida presente, contra la tiranía del pecado, contra la ira eterna, las tentaciones del enemigo de nuestra alma, los terrores de la muerte, contra todo mal y contra todo temor.

En el día de la angustia, el rey David frecuentaba las cuevas y las montañas para refugiarse, pero en su historia y en muchos de sus salmos vemos que aquellos escondrijos no le bastaban para protegerse, y que su confianza estaba siempre puesta en Dios mismo como su “torre de salvación” En Él confió y fue ayudado; por lo que se gozó su corazón y le alabó con su lengua. (Salmo. 28:7)

Pero Dios no fue la confianza solamente de David; siempre ha sido la morada de los que confían en Él, y que en el día de la calamidad y el peligro, corren a través de la fe y la oración a su alto refugio. El Salmo 18:2 dice: “Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré; Mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio”. Y lo mejor de todo es que no se quedan desamparados los que le buscan a Él cuando los peligros inesperados se disponen a abrumarlos, porque por mucho que los enemigos se les acerquen para angustiarles, Dios siempre está más cerca para protegerles. Él sigue presente y es “…” (Salmo 46:1). Hoy deseo animar a todos aquellos que estén pasando por tiempos tormentosos en la vida que se refugien en Dios. Por favor no busquen otro refugio, por favor no tomen decisiones que lejos de aliviar la situación, puedan añadir más dolor; crea, mi estimado lector, que Dios es “nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones”. No dude en acudir a ÉL. Todos los que corren a esta Torre de Refugio disfrutan de seguridad eterna, porque ni todos los poderes del mundo, ni todos los problemas que nos asechen, son capaces de socavarla, ni de escalarla, ni de destruirla, y ningún enemigo puede penetrar en ella por la fuerza, ni encontrar un hueco para entrar por medio del engaño. Nadie puede siquiera trepar a este refugio para poner en peligro la seguridad de las personas que tienen la dicha de haber hecho su habitación en ella; “… habitará en las alturas; fortaleza de rocas será su lugar de refugio…” (Isaías 33:16) ¡Sin dudarlo, corramos a refugiarnos en Dios en todo tiempo El salmo 143:9 dice: “Líbrame de mis enemigos, oh Jehová; En ti me refugio”. Y Proverbios 18:10 “Torre fuerte es el nombre de Jehová; A Él correrá el justo y será levantado”. Hoy por hoy amado lector venga a Él, el Señor dice: “El que a mi vine no le echo fuera”

Dice la letra un hermoso canto de Miel San Marcos: “No hay lugar más alto, más grande que estar a tus pies, que estar a tus pies. A tus pies arde mi corazón, a tus pies entrego lo que soy, es el lugar de mi seguridad, donde nadie me puede señalar…”

Estimado, crea en Dios, sea feliz en este mundo y un día vaya al cielo.