/ sábado 21 de septiembre de 2019

Todo es posible con Dios

Qué maravilloso sería que en la vida todo transcurriera en paz, en armonía sin piedras de tropiezo en el camino. Pero la verdad, es que en nuestro caminar, muchas veces nos enfrentamos a situaciones muy difíciles, con piedras en el camino. Hay ocasiones en que un cruel torbellino aparece amenazando arrastrarnos hasta el fondo del abismo. Muchos lidian día a día una guerra interna que amenaza con derrumbarlos y llevarlos hasta las mazmorras de oscuridad y tormento. Vienen a la mente dardos de la vida pasada que acusan una y otra vez, dudas, depresión, soledad, desanimo, etc. Habrá momentos en que lloran sin cesar, preguntando ¿por qué me pasa esto?

Pero eso no exclusivo de cierto grupo de personas. Son episodios grisáceos que atacan a hombres como a mujeres. Jóvenes como adultos. Pobres como ricos. Doctos e indoctos. El mismo rey David pasaba muchas veces esas situaciones, muchas de ellas por la situación de sus pecados, y otras por la preocupación de sus batallas. Y qué decir de los discípulos de Cristo en su transformación de hombres comunes a grandes apóstoles, sin excluir las hazañas o diversas pruebas que tenían que pasar, entre ellas la barca en medio de la tormenta (Marcos 4:35-41) seguramente muchas dudas cruzaban por su mente. Nuestro mismo Señor Jesucristo paso por el valle de la muerte cuando fue martirizado, escarnecido y burlado llegando hasta la muerte en la cruz, llegando a exclamar a gran voz “…“Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?” (Mc 15:33–34)

Sé muy bien que hay momentos en que es tanto el decaimiento, las guerras internas y las tormentas de la vida, que llega el pensamiento de decir “hasta aquí puedo aguantar” Es en esos tiempos del valle de lágrimas cuando llega el deseo de abandonarlo todo y rendirse.

Es en esos momentos cuando llegamos a comprender que nuestras fuerzas y nuestras buenas intenciones por continuar adelante ya no son suficientes, que Dios es el que tiene que actuar y sacarnos del pozo de la desesperación: “Me hizo sacar del poza de la desesperación, del lodo cenagoso; puso mis pies sobre la peña, y enderezó mis pasos” (Salmo 40:2) Bendito Dios que en Él mismo encontramos la ayuda oportuna para nuestras vidas para esos capítulos difíciles de la vida.

Y si afinamos nuestro oído en sintonía con Dios, podremos escuchar la dulce voz del Salvador llamándonos: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mateo 11:28-29) Él está llamando a todos los que están cansados de vivir oprimidos bajo la amenaza de los problemas. Aquellos que están afligidos. Él está llamando a las personas que están cansadas y dicen “hasta aquí puedo aguantar” Y si somos entendidos, acudiremos a Él por el descanso que ofrece gratuitamente.

Debemos de creer que para Dios no hay nada imposible. Él tiene un orden y el control de cualquier situación, aun en los momentos de mayor premura de la vida. Tenemos que reconocer que no podemos cambiar nada por nuestras propias fuerzas, ni preocupándonos. El salmista lo sabía muy bien y él expresa “si anduviera yo en medio de la angustia, tú me vivificaras; contra la ira de mis enemigos extenderás tu mano, y me salvará tu diestra” (Salmo 138:7) En el citado versículo, encontramos tres ocasiones que el salmista expresa “TU”, refiriéndose a Dios: “Tú” me vivificarás…Extenderás “TU” mano…Me salvará “TU” diestra. Es decir, solo Tú me puedes ayudar. Y en el salmo 121:1,2 dice: “Alzaré mi ojos a los montes; ¿de dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová…” No de nuestras fuerzas, amigos o posesiones, sino que de Dios viene nuestra ayuda.

Haríamos bien en borrar de nuestra mente la palabra imposible, y sustituirla por POSIBLE. Jesús dice al que cree todo le es posible (Marcos 9:23-24), es palabra que debe GRABARSE en la mente.

Jesús conoce su anhelo, y también tiene la respuesta. Crea que ¡Él puede darle lo que está buscando! ¡Él puede darle una vida totalmente nueva! Sin Él no puede lograrlo. Pero con Él, y con la invitación que nos da, nos mostrará que con Él si podremos

Deseo terminar la reflexión de hoy dejando estos versículos de la palabra de Dios en su corazón:

“No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú. Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti. Porque yo Jehová, Dios tuyo, el Santo de Israel, soy tu Salvador” (Isaías 43:1-3)

Estimado lector, crea en Dios, sea feliz en este mundo y un día vaya al cielo.

Qué maravilloso sería que en la vida todo transcurriera en paz, en armonía sin piedras de tropiezo en el camino. Pero la verdad, es que en nuestro caminar, muchas veces nos enfrentamos a situaciones muy difíciles, con piedras en el camino. Hay ocasiones en que un cruel torbellino aparece amenazando arrastrarnos hasta el fondo del abismo. Muchos lidian día a día una guerra interna que amenaza con derrumbarlos y llevarlos hasta las mazmorras de oscuridad y tormento. Vienen a la mente dardos de la vida pasada que acusan una y otra vez, dudas, depresión, soledad, desanimo, etc. Habrá momentos en que lloran sin cesar, preguntando ¿por qué me pasa esto?

Pero eso no exclusivo de cierto grupo de personas. Son episodios grisáceos que atacan a hombres como a mujeres. Jóvenes como adultos. Pobres como ricos. Doctos e indoctos. El mismo rey David pasaba muchas veces esas situaciones, muchas de ellas por la situación de sus pecados, y otras por la preocupación de sus batallas. Y qué decir de los discípulos de Cristo en su transformación de hombres comunes a grandes apóstoles, sin excluir las hazañas o diversas pruebas que tenían que pasar, entre ellas la barca en medio de la tormenta (Marcos 4:35-41) seguramente muchas dudas cruzaban por su mente. Nuestro mismo Señor Jesucristo paso por el valle de la muerte cuando fue martirizado, escarnecido y burlado llegando hasta la muerte en la cruz, llegando a exclamar a gran voz “…“Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?” (Mc 15:33–34)

Sé muy bien que hay momentos en que es tanto el decaimiento, las guerras internas y las tormentas de la vida, que llega el pensamiento de decir “hasta aquí puedo aguantar” Es en esos tiempos del valle de lágrimas cuando llega el deseo de abandonarlo todo y rendirse.

Es en esos momentos cuando llegamos a comprender que nuestras fuerzas y nuestras buenas intenciones por continuar adelante ya no son suficientes, que Dios es el que tiene que actuar y sacarnos del pozo de la desesperación: “Me hizo sacar del poza de la desesperación, del lodo cenagoso; puso mis pies sobre la peña, y enderezó mis pasos” (Salmo 40:2) Bendito Dios que en Él mismo encontramos la ayuda oportuna para nuestras vidas para esos capítulos difíciles de la vida.

Y si afinamos nuestro oído en sintonía con Dios, podremos escuchar la dulce voz del Salvador llamándonos: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mateo 11:28-29) Él está llamando a todos los que están cansados de vivir oprimidos bajo la amenaza de los problemas. Aquellos que están afligidos. Él está llamando a las personas que están cansadas y dicen “hasta aquí puedo aguantar” Y si somos entendidos, acudiremos a Él por el descanso que ofrece gratuitamente.

Debemos de creer que para Dios no hay nada imposible. Él tiene un orden y el control de cualquier situación, aun en los momentos de mayor premura de la vida. Tenemos que reconocer que no podemos cambiar nada por nuestras propias fuerzas, ni preocupándonos. El salmista lo sabía muy bien y él expresa “si anduviera yo en medio de la angustia, tú me vivificaras; contra la ira de mis enemigos extenderás tu mano, y me salvará tu diestra” (Salmo 138:7) En el citado versículo, encontramos tres ocasiones que el salmista expresa “TU”, refiriéndose a Dios: “Tú” me vivificarás…Extenderás “TU” mano…Me salvará “TU” diestra. Es decir, solo Tú me puedes ayudar. Y en el salmo 121:1,2 dice: “Alzaré mi ojos a los montes; ¿de dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová…” No de nuestras fuerzas, amigos o posesiones, sino que de Dios viene nuestra ayuda.

Haríamos bien en borrar de nuestra mente la palabra imposible, y sustituirla por POSIBLE. Jesús dice al que cree todo le es posible (Marcos 9:23-24), es palabra que debe GRABARSE en la mente.

Jesús conoce su anhelo, y también tiene la respuesta. Crea que ¡Él puede darle lo que está buscando! ¡Él puede darle una vida totalmente nueva! Sin Él no puede lograrlo. Pero con Él, y con la invitación que nos da, nos mostrará que con Él si podremos

Deseo terminar la reflexión de hoy dejando estos versículos de la palabra de Dios en su corazón:

“No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú. Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti. Porque yo Jehová, Dios tuyo, el Santo de Israel, soy tu Salvador” (Isaías 43:1-3)

Estimado lector, crea en Dios, sea feliz en este mundo y un día vaya al cielo.