/ miércoles 24 de marzo de 2021

Todo el mundo es un maestro | Equinoccio de primavera

Momentos para celebrar las flores, sus colores y aromas, la poesía, las mujeres, la tierra, la vida…

Recibimos el equinoccio de marzo, que da inicio a la primavera, tiene lugar entre los días 20 y 21 de marzo en el hemisferio norte y los días 22 y 23 de septiembre en el hemisferio sur. Acabamos de pasar un momento del año en que el día y la noche tienen la misma duración debido a que el sol se encuentra sobre el ecuador del planeta tierra. Lo que da una sensación de equilibrio, un momento donde la dualidad no existe y abre paso a la luz. “Los equinoccios marcan el equilibrio, la palabra proviene del latín que significa noche igual. El día y la noche duran lo mismo, se cancela por un instante la dualidad, solo para proseguir el eterno juego polar del ocultamiento y la revelación.”

El equinoccio de la primavera es relacionado en muchas culturas y durante siglos, con el renacimiento. Marca el inicio de la temporada de crecimiento y reverdecer de la naturaleza. De allí fiestas como la de la Pascua, los huevos y los conejos, símbolos de fertilidad por excelencia. Los movimientos del sol, han marcado la vida en este planeta, por lo que alrededor de estas fechas naturalmente se congregan una gran cantidad de fiestas religiosas, ricas en una enorme cantidad de símbolos. El pensamiento del ser humano inicia observando los ciclos naturales y de las relaciones entre la tierra y el cielo, a partir de la naturaleza hemos estado constantemente intentando entender la nuestra. Los ciclos, el renacer nos dan una clara visión de nuestros propios renacimientos eternos. De nuestros ciclos, que debemos ir cerrando para ir dando paso a los siguientes.

La religión de la naturaleza que tenía en el Sol a su máximo emblema de la divinidad, vio en los movimientos del sol y sus efectos en la tierra la revelación de las leyes esenciales de la vida: Un tiempo para cosechar, tiempo para reunir, tiempo para el reposo, tiempos donde había más energía y habría que cuidarla. El tiempo se revela como un ritmo. Los filósofos pitagóricos, pensaron también que el alma era un ritmo y, que el tono y el tónico esencial del alma es el sol.

La primavera marca el inicio, la renovación de la vitalidad. Los árboles muertos, empiezan nuevamente a cobrar vida, los campos, los animales se aparean. Tomemos estas acciones de la naturaleza para equilibrar nuestras vidas, para renacer el sentido de la existencia, para florecer en los sentimientos del amor, de la justicia, la solidaridad con los demás seres vivos; plantas, bestias, animales que habitan la tierra. Todos como moléculas del cosmos, en el infinito ciclo eterno del universo.

Momentos para celebrar las flores, sus colores y aromas, la poesía, las mujeres, la tierra, la vida…

Recibimos el equinoccio de marzo, que da inicio a la primavera, tiene lugar entre los días 20 y 21 de marzo en el hemisferio norte y los días 22 y 23 de septiembre en el hemisferio sur. Acabamos de pasar un momento del año en que el día y la noche tienen la misma duración debido a que el sol se encuentra sobre el ecuador del planeta tierra. Lo que da una sensación de equilibrio, un momento donde la dualidad no existe y abre paso a la luz. “Los equinoccios marcan el equilibrio, la palabra proviene del latín que significa noche igual. El día y la noche duran lo mismo, se cancela por un instante la dualidad, solo para proseguir el eterno juego polar del ocultamiento y la revelación.”

El equinoccio de la primavera es relacionado en muchas culturas y durante siglos, con el renacimiento. Marca el inicio de la temporada de crecimiento y reverdecer de la naturaleza. De allí fiestas como la de la Pascua, los huevos y los conejos, símbolos de fertilidad por excelencia. Los movimientos del sol, han marcado la vida en este planeta, por lo que alrededor de estas fechas naturalmente se congregan una gran cantidad de fiestas religiosas, ricas en una enorme cantidad de símbolos. El pensamiento del ser humano inicia observando los ciclos naturales y de las relaciones entre la tierra y el cielo, a partir de la naturaleza hemos estado constantemente intentando entender la nuestra. Los ciclos, el renacer nos dan una clara visión de nuestros propios renacimientos eternos. De nuestros ciclos, que debemos ir cerrando para ir dando paso a los siguientes.

La religión de la naturaleza que tenía en el Sol a su máximo emblema de la divinidad, vio en los movimientos del sol y sus efectos en la tierra la revelación de las leyes esenciales de la vida: Un tiempo para cosechar, tiempo para reunir, tiempo para el reposo, tiempos donde había más energía y habría que cuidarla. El tiempo se revela como un ritmo. Los filósofos pitagóricos, pensaron también que el alma era un ritmo y, que el tono y el tónico esencial del alma es el sol.

La primavera marca el inicio, la renovación de la vitalidad. Los árboles muertos, empiezan nuevamente a cobrar vida, los campos, los animales se aparean. Tomemos estas acciones de la naturaleza para equilibrar nuestras vidas, para renacer el sentido de la existencia, para florecer en los sentimientos del amor, de la justicia, la solidaridad con los demás seres vivos; plantas, bestias, animales que habitan la tierra. Todos como moléculas del cosmos, en el infinito ciclo eterno del universo.