/ martes 12 de julio de 2022

Tiempos y Espacios | Doña Bárbara

Prominente mujer de negocios a mediados del siglo XVIII. Heredó a los 26 años de edad, al fallecer su esposo,peninsular, un caudal considerable de bienes. Aunque ella de abolengo, pertenecían a la oligarquía novo vizcaína. Pero a pesar del buen partido que representaba, nunca volvió a casarse. Durante su breve matrimonio -4 años- logró criar a tres hijos. Sus bienes fueron en aumento por medio del comercio, de los préstamos particulares, y de la buena administración de sus haciendas heredadas y adquiridas en la provincia de Santa Bárbara. Tejió una amplia red de negocios con personajes importantes de la época.

Su abuelo materno -originario de España- adquirió la hacienda de Santa Isabel, en la jurisdicción del valle de San Bartolomé –hoy de Allende-. Residente en “El Parral”, en 1675 puso una tienda frente a la Plaza Mayor de este Real, en el auge del siglo XVII, heredada a su hija María Rosa De Montenegro- la que sería la madre de Ignacia Bárbara- bautizada en la capilla de Felipe Montaño; lugar que ocupa la actual Catedral de Parral-. Doña Bárbara tuvo 8 hermanos más, de los cuales sólo 4 obtuvieron la mayoría de edad que, para ese entonces, era de 25 años. Las muertes prematuras eran comunes, se enterraba a la cuarta parte de los niños menores de un año; la mitad antes de los 10. Tanto en Europa como en la sociedad novohispana asolaba la muerte debido a epidemias para las cuales aún no había remedio; o se perdía su vida hasta en el mismo parto.

Doña Bárbara de Elorriaga, la viuda de aquél joven rico acaudalado y heredero de la gran parte de la fortuna del “solterón” capitán Juan Blanco, era hábil para las cuentas, la lectura y la escritura, pues así se deduce en los detalles, y rasgos de la firma estilizada de ella, que aparece en varios documentos de Protocolos del Fondo Colonial del Archivo Histórico Municipal de Parral, y de dónde se ha investigado acuciosamente y rescatado gran parte de información por nuestros estimados amigos: Doctora Chantal Cramaussel; C.P Roberto Baca O; C. Rita Soto; C. Celso Carrillo, entre otros.

“Las viudas no se pueden casar, sino hasta tiempo después de haber fallecido su esposo” (sic).

En ese lapso, ellas, deberían observar buena conducta y hacer una vida retirada, so pena de perder las mandas que le había dejado su difunto, e incluso parte de sus bienes ganancias.

Al quedar viuda su madre, contrajo segundas nupcias. Bárbara tenía 6 años, dos hermanas, y un hermano que conoció poco (él se fue al seminario). Lograron conservar la hacienda de Santa Isabel, pero en algún momento vendieron la de San Jerónimo a uno de los fundadores de la Villa de San Felipe El Real de Chihuahua (Miguel Cano de los Ríos). El nuevo matrimonio escogió los partidos más ventajosos para las hijas (ellos no tuvieron nueva descendencia) con la esperanza de mejorar la situación económica de la familia, porque, los negocios ya no estaban de viento en popa; y así fue. La joven Bárbara y Juan, se casaron en la parroquia de San José, en febrero de 1734. Él, de apellidos Alcalá Pardo, advenedizo de España, era conocido por todos en la Nueva Vizcaya, gozaba de importantes bienes; heredero del capitán Juan Blanco, rico comerciante quien no tuvo parientes a quien testar en 1726. Eligió a Juan - “ ... que apreciaba mucho...por su solicitud y trabajo personal...”-. (Continuará).


Ramón Lerma Alvídrez | Profesor

Prominente mujer de negocios a mediados del siglo XVIII. Heredó a los 26 años de edad, al fallecer su esposo,peninsular, un caudal considerable de bienes. Aunque ella de abolengo, pertenecían a la oligarquía novo vizcaína. Pero a pesar del buen partido que representaba, nunca volvió a casarse. Durante su breve matrimonio -4 años- logró criar a tres hijos. Sus bienes fueron en aumento por medio del comercio, de los préstamos particulares, y de la buena administración de sus haciendas heredadas y adquiridas en la provincia de Santa Bárbara. Tejió una amplia red de negocios con personajes importantes de la época.

Su abuelo materno -originario de España- adquirió la hacienda de Santa Isabel, en la jurisdicción del valle de San Bartolomé –hoy de Allende-. Residente en “El Parral”, en 1675 puso una tienda frente a la Plaza Mayor de este Real, en el auge del siglo XVII, heredada a su hija María Rosa De Montenegro- la que sería la madre de Ignacia Bárbara- bautizada en la capilla de Felipe Montaño; lugar que ocupa la actual Catedral de Parral-. Doña Bárbara tuvo 8 hermanos más, de los cuales sólo 4 obtuvieron la mayoría de edad que, para ese entonces, era de 25 años. Las muertes prematuras eran comunes, se enterraba a la cuarta parte de los niños menores de un año; la mitad antes de los 10. Tanto en Europa como en la sociedad novohispana asolaba la muerte debido a epidemias para las cuales aún no había remedio; o se perdía su vida hasta en el mismo parto.

Doña Bárbara de Elorriaga, la viuda de aquél joven rico acaudalado y heredero de la gran parte de la fortuna del “solterón” capitán Juan Blanco, era hábil para las cuentas, la lectura y la escritura, pues así se deduce en los detalles, y rasgos de la firma estilizada de ella, que aparece en varios documentos de Protocolos del Fondo Colonial del Archivo Histórico Municipal de Parral, y de dónde se ha investigado acuciosamente y rescatado gran parte de información por nuestros estimados amigos: Doctora Chantal Cramaussel; C.P Roberto Baca O; C. Rita Soto; C. Celso Carrillo, entre otros.

“Las viudas no se pueden casar, sino hasta tiempo después de haber fallecido su esposo” (sic).

En ese lapso, ellas, deberían observar buena conducta y hacer una vida retirada, so pena de perder las mandas que le había dejado su difunto, e incluso parte de sus bienes ganancias.

Al quedar viuda su madre, contrajo segundas nupcias. Bárbara tenía 6 años, dos hermanas, y un hermano que conoció poco (él se fue al seminario). Lograron conservar la hacienda de Santa Isabel, pero en algún momento vendieron la de San Jerónimo a uno de los fundadores de la Villa de San Felipe El Real de Chihuahua (Miguel Cano de los Ríos). El nuevo matrimonio escogió los partidos más ventajosos para las hijas (ellos no tuvieron nueva descendencia) con la esperanza de mejorar la situación económica de la familia, porque, los negocios ya no estaban de viento en popa; y así fue. La joven Bárbara y Juan, se casaron en la parroquia de San José, en febrero de 1734. Él, de apellidos Alcalá Pardo, advenedizo de España, era conocido por todos en la Nueva Vizcaya, gozaba de importantes bienes; heredero del capitán Juan Blanco, rico comerciante quien no tuvo parientes a quien testar en 1726. Eligió a Juan - “ ... que apreciaba mucho...por su solicitud y trabajo personal...”-. (Continuará).


Ramón Lerma Alvídrez | Profesor