/ martes 21 de septiembre de 2021

Tiempos & Espacios | Sismo de 1985

“Está temblando...está temblando un poquitito...no se asusten, vamos a quedarnos...”

Eran las palabras casi firmes, de la amable conductora de T.V Lourdes Guerrero en esos momentos aparentemente pasajeros, y que atendía una llamada al aire:- “Bueno?...Siete de la mañana diecinueve minutooo….. ¡Ah, Chihuahua! “. sonreía con cierto nerviosismo y repetía: - “ Siete de la mañana diecinueve minutos cuarenta y dos segundos, tiempo del centro de México “. El paneode la cámara se abría en el estudio, y aparecían sus compañeros del programa; en la otra orilla el comentarista deportivo Juan Dozal, quien con ojos desorbitados llevaba su mano para desprender su micrófono anclado a su corbata que, apretaba más su garganta. “Juanito”, fijaba su mirada en el plafóncubierta del set, que se mecía como un péndulo alarmante, mientras que “Lulú” arengaba con voz ya quebrada:

“Sigue temblando un poquitito pero, vamos a tomarlo con una gran seguridad. Vamos a esperar unos segundos para... poder hablar...”. En ese instante se perdía la señal, se iba a “negros” técnicamente. Apagué el televisor y me apuré hacia el antiguo Campus de la UACH, en la capital de nuestro estado. En el trayecto fui buscando, sin éxito, información en el radio del auto, de lo que estaba aconteciendo en la megalópolis del país. Al llegar a la Facultad de ingeniería. Me dirigí caminando por uno de sus pasillos de acceso, donde un grupo pequeño de amigos ayudaban a extraer el sismógrafo situado a baja profundidad de ese piso, a una investigadora de origen francés que, colaboraba en ese departamento, y estaba a cargo. Seguí mi paso hacia el aula para tomar clase. Horas después, corrían los rumores y los noticieros en todos los medios. Nuestro sismógrafo también había registrado gráficamente un movimiento telúrico fuerte -cercano a 8° Richter- con las consecuencias trágicas ahora conocidas. Veíamos imágenes dantescas, y dimensionábamos la tragedia a través de voces quebradas como las de Jacobo Zabludovski, y otros comentaristas, transmitiendo -in situ-. Algunos, nos sentíamos en el lugar de la tragedia, pensando en los familiares, en los amigos, en la misma gente, en los mismos mexicanos. Veíamos colaborar en el rescate a gente común, estudiantes, oficiales, ejército, artistas...hasta perros azorados pero sobre todo al milagro divino. “300 edificios destruíos totalmente, 700 con daños mayores, y cientos de ellos con daños considerables” eran los preliminares. Uno de los primeros edificios en venirse abajo, sino es que el primero, fue el Hotel Rigs, en días siguientes veríamos lucir fúnebre un moño negro en los muros de la facultad, nuestro Maestro de la clase de sismos había perecido trágicamente en este lugar. Enmudeció nuestra facultad, la familia, y nuestra Alma Mater.

Profesor Ramón Lerma Alvídrez

“Está temblando...está temblando un poquitito...no se asusten, vamos a quedarnos...”

Eran las palabras casi firmes, de la amable conductora de T.V Lourdes Guerrero en esos momentos aparentemente pasajeros, y que atendía una llamada al aire:- “Bueno?...Siete de la mañana diecinueve minutooo….. ¡Ah, Chihuahua! “. sonreía con cierto nerviosismo y repetía: - “ Siete de la mañana diecinueve minutos cuarenta y dos segundos, tiempo del centro de México “. El paneode la cámara se abría en el estudio, y aparecían sus compañeros del programa; en la otra orilla el comentarista deportivo Juan Dozal, quien con ojos desorbitados llevaba su mano para desprender su micrófono anclado a su corbata que, apretaba más su garganta. “Juanito”, fijaba su mirada en el plafóncubierta del set, que se mecía como un péndulo alarmante, mientras que “Lulú” arengaba con voz ya quebrada:

“Sigue temblando un poquitito pero, vamos a tomarlo con una gran seguridad. Vamos a esperar unos segundos para... poder hablar...”. En ese instante se perdía la señal, se iba a “negros” técnicamente. Apagué el televisor y me apuré hacia el antiguo Campus de la UACH, en la capital de nuestro estado. En el trayecto fui buscando, sin éxito, información en el radio del auto, de lo que estaba aconteciendo en la megalópolis del país. Al llegar a la Facultad de ingeniería. Me dirigí caminando por uno de sus pasillos de acceso, donde un grupo pequeño de amigos ayudaban a extraer el sismógrafo situado a baja profundidad de ese piso, a una investigadora de origen francés que, colaboraba en ese departamento, y estaba a cargo. Seguí mi paso hacia el aula para tomar clase. Horas después, corrían los rumores y los noticieros en todos los medios. Nuestro sismógrafo también había registrado gráficamente un movimiento telúrico fuerte -cercano a 8° Richter- con las consecuencias trágicas ahora conocidas. Veíamos imágenes dantescas, y dimensionábamos la tragedia a través de voces quebradas como las de Jacobo Zabludovski, y otros comentaristas, transmitiendo -in situ-. Algunos, nos sentíamos en el lugar de la tragedia, pensando en los familiares, en los amigos, en la misma gente, en los mismos mexicanos. Veíamos colaborar en el rescate a gente común, estudiantes, oficiales, ejército, artistas...hasta perros azorados pero sobre todo al milagro divino. “300 edificios destruíos totalmente, 700 con daños mayores, y cientos de ellos con daños considerables” eran los preliminares. Uno de los primeros edificios en venirse abajo, sino es que el primero, fue el Hotel Rigs, en días siguientes veríamos lucir fúnebre un moño negro en los muros de la facultad, nuestro Maestro de la clase de sismos había perecido trágicamente en este lugar. Enmudeció nuestra facultad, la familia, y nuestra Alma Mater.

Profesor Ramón Lerma Alvídrez