/ martes 7 de septiembre de 2021

Tiempos & espacios | Puente fantasma

El presidente municipal de Parral le solicitó al gobernador Borunda que lo donara a aquella ciudad, para colocarlo sobre el sinuoso cauce. Claro que sí -le dijo el “Gober” Teófilo Borunda al alcalde-, y los fierros fueron trasladados hacia la “capital del mundo” a expensas del erario estatal.

El antiguo puente que unía al centro de la ciudad de Chihuahua con el Barrio de Santo Niño en la margen norte del río Chuvíscar, fue construido en 1884. Por él pasaba todo el tráfico de carretas, peatones y los tranvías de mulitas (luego sustituidos por los tranvías eléctricos)

Se trataba de un gigantesco puente de hierro de estructura metálica con base recta y tablero superior, moderno para la época en que fue asentado sobre el río, pero que tuvo que ser sustituido por otro de acero y hormigón durante el sexenio de Borunda, a raíz de la obra de canalización del río.

Pero una vez que el puente llegó a Parral, quedó tirado, arrumbado, a orillas de la carretera que va a Jiménez, frente al panteón, y nunca se concretó el proyecto de colocarlo sobre el río a espaldas del viejo Teatro Hidalgo. La idea inicial, que nunca se realizó, era que la colonia Talleres tuviera un acceso al centro de la ciudad.

Expuesto a la intemperie, el otrora puente de la avenida Colón en la capital, cuyo peso total era de doscientas toneladas, se empezó a enmohecer. Por supuesto que Teófilo Borunda estaba enojado con el presidente municipal de Parral, porque la donación, el penoso y el costoso traslado de la enorme estructura metálica habían sido inútiles. El gobernador no podía revertir el donativo a Parral, ni podía desdecirse, así que le soltó la bomba a otro solicitante quien proponía unir dos pueblos divididos por el Río Verde en la sierra.

“¿Por qué no va y se lo roba? Róbeselo, róbelo para que no siga pidiéndomelo Ud. a sabiendas de que no puedo dárselo” -dijo el mandatario. Y el negociante, y posteriormente diputado le tomó la palabra. Una tarde de octubre de 1961, cuando acababa de pasar el tiempo de aguas, fue toda una hazaña el haber cargado todos los trozos del puente, hecho todo ello sigilosamente con grúas para no llamar la atención de los vecinos y de la policía municipal de Parral, pero se hizo, y poco antes del amanecer, al cabo de un tiempo no mayor de ciento ochenta minutos, el convoy de camiones ya iba rumbo a la sierra con el futuro diputado en la retaguardia en una pick up. Cuando el presidente municipal de Parral acudió con el gobernador para quejarse de que le habían robado el puente, éste le contestó: -“Pero, señor presidente, ¿quién puede robarse un puente? ¿Quién, sin que lo vean los vecinos, o la policía? No, presidente, yo estoy en que usted lo vendió como fierro viejo a la fundición, o lo malbarató con cualquier chatarrero, y hoy viene a decirme que se lo robaron. No, presidente, a otro con ese cuento.”

Ramón Lerma Alvidrez | Profesor

El presidente municipal de Parral le solicitó al gobernador Borunda que lo donara a aquella ciudad, para colocarlo sobre el sinuoso cauce. Claro que sí -le dijo el “Gober” Teófilo Borunda al alcalde-, y los fierros fueron trasladados hacia la “capital del mundo” a expensas del erario estatal.

El antiguo puente que unía al centro de la ciudad de Chihuahua con el Barrio de Santo Niño en la margen norte del río Chuvíscar, fue construido en 1884. Por él pasaba todo el tráfico de carretas, peatones y los tranvías de mulitas (luego sustituidos por los tranvías eléctricos)

Se trataba de un gigantesco puente de hierro de estructura metálica con base recta y tablero superior, moderno para la época en que fue asentado sobre el río, pero que tuvo que ser sustituido por otro de acero y hormigón durante el sexenio de Borunda, a raíz de la obra de canalización del río.

Pero una vez que el puente llegó a Parral, quedó tirado, arrumbado, a orillas de la carretera que va a Jiménez, frente al panteón, y nunca se concretó el proyecto de colocarlo sobre el río a espaldas del viejo Teatro Hidalgo. La idea inicial, que nunca se realizó, era que la colonia Talleres tuviera un acceso al centro de la ciudad.

Expuesto a la intemperie, el otrora puente de la avenida Colón en la capital, cuyo peso total era de doscientas toneladas, se empezó a enmohecer. Por supuesto que Teófilo Borunda estaba enojado con el presidente municipal de Parral, porque la donación, el penoso y el costoso traslado de la enorme estructura metálica habían sido inútiles. El gobernador no podía revertir el donativo a Parral, ni podía desdecirse, así que le soltó la bomba a otro solicitante quien proponía unir dos pueblos divididos por el Río Verde en la sierra.

“¿Por qué no va y se lo roba? Róbeselo, róbelo para que no siga pidiéndomelo Ud. a sabiendas de que no puedo dárselo” -dijo el mandatario. Y el negociante, y posteriormente diputado le tomó la palabra. Una tarde de octubre de 1961, cuando acababa de pasar el tiempo de aguas, fue toda una hazaña el haber cargado todos los trozos del puente, hecho todo ello sigilosamente con grúas para no llamar la atención de los vecinos y de la policía municipal de Parral, pero se hizo, y poco antes del amanecer, al cabo de un tiempo no mayor de ciento ochenta minutos, el convoy de camiones ya iba rumbo a la sierra con el futuro diputado en la retaguardia en una pick up. Cuando el presidente municipal de Parral acudió con el gobernador para quejarse de que le habían robado el puente, éste le contestó: -“Pero, señor presidente, ¿quién puede robarse un puente? ¿Quién, sin que lo vean los vecinos, o la policía? No, presidente, yo estoy en que usted lo vendió como fierro viejo a la fundición, o lo malbarató con cualquier chatarrero, y hoy viene a decirme que se lo robaron. No, presidente, a otro con ese cuento.”

Ramón Lerma Alvidrez | Profesor