/ martes 30 de noviembre de 2021

Tiempos & Espacios | Mineros

Su actividad surge en el momento en que el proceso de prospección y exploración ha finalizado y los resultados indican que el terreno es susceptible para instalar todo el equipo y comenzar con el proceso de desarrollo y explotación de la mina para la obtención de minerales. Ahora bien, hay dos tipos de minería, la llamada a cielo abierto, donde la extracción se realiza con grandes máquinas sobre la superficie de la tierra, y las minas subterráneas, donde el trabajo se realiza debajo de la superficie.

Las minas subterráneas pueden ir desde unos pocos metros hasta más allá de varios kilómetros. Un ejemplo es la mina de oro en Sudáfrica, con sus 3.9 km por debajo de la superficie.

En casi todas las poblaciones que nacieron por su explotación minera desde tiempos de la colonia en México, coinciden en varias leyendas o mitos que van desde la incansable “Llorona”, el indio “Juan” que lleva pepitas de oro para continuar construcciones de templos o parroquias, y las anécdotas de casos raros, llenas de fantasía o de misterio de la vida subterránea de los propios mineros – por eso se gastan noches y botellas después de “la raya”- y siguen en superstición.

“En una ocasión, después de terminar la jornada, se enfilaban todos hacia la salida del túnel, quien venía mero atrás escuchó una voz que le llamaba, pensando que se trataba de algún compañero, giró 180 grados, y regresó a encontrar al que lo solicitaba; muy adentro de la galería se le enchinó el cuero al sentir un aire frío tras de él, acompañado de la misma voz que insistió: - ¡qué bueno que viniste! Tengo un regalo para ti desde hace tiempo, y te he escogido a ti. Aquél minero no distinguía bien la silueta misteriosa que le ofrendaba una rica veta de oro para él solo. No obstante, sus compañeros ya en superficie le echaron de menos y fueron en busca del “suertudo”. Al internarse estos escucharon los gritos de auxilio que emitía a gran pulmón de sílice, el hombre que se había topado con el espíritu de aquella mina. Al encontrarlo, no podían creer lo que veían. A gran altura y sobre una piedra en cantiléver, yacía sentado y gritando estruendosamente: - ¡bájenme, bájenme! Los compañeros, e ingenieros que llegaban en ese momento no se explicaban cómo pudo haberse subido sin la ayuda de una gran escalera, y aunque fuera de gran dimensión que, en esa mina no las había. Una vez rescatado con grandes proezas por los azorados amigos, este les explicó que, jamás volvería a bajar, es más, que se conseguiría otro oficio, y que eso le había sucedido por haber despreciado a esa sombra del ¡bien o del mal! Salió corriendo agradeciendo apuradamente a los socorristas quienes quedaron atónitos mirando la altura hasta dónde había sido arrojado por tal espectro que, dieron cuenta en la cantina del pueblo que aquella noche se llenó de humo, música, y gritería; y se vaciaron botellas, y las bolsas de los parroquianos. Las señoras y niños podían escuchar los rumores desde adentro y el suceso de ese día en la mina se regó como pólvora por los humildes barrios”. El “suertudo”, meses después murió de cirrosis, alucinando la veta de oro a la que había renunciado, y figuras fantasmales a las que maldecía, marcando en fatal destino el final de sus días. Y, hoy ¿qué platicarán los mineros cuando con la ayuda del Creador suban a superficie?; esperemos un buen día.

Ramón Lerma Alvídrez | Profesor

Su actividad surge en el momento en que el proceso de prospección y exploración ha finalizado y los resultados indican que el terreno es susceptible para instalar todo el equipo y comenzar con el proceso de desarrollo y explotación de la mina para la obtención de minerales. Ahora bien, hay dos tipos de minería, la llamada a cielo abierto, donde la extracción se realiza con grandes máquinas sobre la superficie de la tierra, y las minas subterráneas, donde el trabajo se realiza debajo de la superficie.

Las minas subterráneas pueden ir desde unos pocos metros hasta más allá de varios kilómetros. Un ejemplo es la mina de oro en Sudáfrica, con sus 3.9 km por debajo de la superficie.

En casi todas las poblaciones que nacieron por su explotación minera desde tiempos de la colonia en México, coinciden en varias leyendas o mitos que van desde la incansable “Llorona”, el indio “Juan” que lleva pepitas de oro para continuar construcciones de templos o parroquias, y las anécdotas de casos raros, llenas de fantasía o de misterio de la vida subterránea de los propios mineros – por eso se gastan noches y botellas después de “la raya”- y siguen en superstición.

“En una ocasión, después de terminar la jornada, se enfilaban todos hacia la salida del túnel, quien venía mero atrás escuchó una voz que le llamaba, pensando que se trataba de algún compañero, giró 180 grados, y regresó a encontrar al que lo solicitaba; muy adentro de la galería se le enchinó el cuero al sentir un aire frío tras de él, acompañado de la misma voz que insistió: - ¡qué bueno que viniste! Tengo un regalo para ti desde hace tiempo, y te he escogido a ti. Aquél minero no distinguía bien la silueta misteriosa que le ofrendaba una rica veta de oro para él solo. No obstante, sus compañeros ya en superficie le echaron de menos y fueron en busca del “suertudo”. Al internarse estos escucharon los gritos de auxilio que emitía a gran pulmón de sílice, el hombre que se había topado con el espíritu de aquella mina. Al encontrarlo, no podían creer lo que veían. A gran altura y sobre una piedra en cantiléver, yacía sentado y gritando estruendosamente: - ¡bájenme, bájenme! Los compañeros, e ingenieros que llegaban en ese momento no se explicaban cómo pudo haberse subido sin la ayuda de una gran escalera, y aunque fuera de gran dimensión que, en esa mina no las había. Una vez rescatado con grandes proezas por los azorados amigos, este les explicó que, jamás volvería a bajar, es más, que se conseguiría otro oficio, y que eso le había sucedido por haber despreciado a esa sombra del ¡bien o del mal! Salió corriendo agradeciendo apuradamente a los socorristas quienes quedaron atónitos mirando la altura hasta dónde había sido arrojado por tal espectro que, dieron cuenta en la cantina del pueblo que aquella noche se llenó de humo, música, y gritería; y se vaciaron botellas, y las bolsas de los parroquianos. Las señoras y niños podían escuchar los rumores desde adentro y el suceso de ese día en la mina se regó como pólvora por los humildes barrios”. El “suertudo”, meses después murió de cirrosis, alucinando la veta de oro a la que había renunciado, y figuras fantasmales a las que maldecía, marcando en fatal destino el final de sus días. Y, hoy ¿qué platicarán los mineros cuando con la ayuda del Creador suban a superficie?; esperemos un buen día.

Ramón Lerma Alvídrez | Profesor