/ martes 31 de mayo de 2022

Tiempos & Espacios | Estudiantes

En días pasados celebraron su día, actualmente los de tercer grado de secundaria fue su primera fiesta después del confinamiento de dos años por pandemia. Después de comprender el significado de fecha inolvidable, ya presencialmente en clases, comentamos de tiempos pasados cómo se festejaba.

“Desde muy temprano ese día, un grupo de jóvenes, apurados, se dirigían a las oficinas de la presidencia municipal; otros, a la comandancia de policía, contigua a la casona frente a la plaza principal. Con una instrucción breve y, en previo acuerdo con las autoridades del lugar, los presidentes de sociedades de alumnos de las populares máximas casas de estudios de ese entonces, ostentaban el cargo de Presidente y Secretarios del municipio, respectivamente - sólo “por unas horas” - Otros de sus compañeros abordaban las unidades patrulla, con permiso y gran responsabilidad; sería un día largo y divertido, se celebraba el “Día del Estudiante”. Las escuelas primarias se aseguraban que todos los chiquillos estuvieran dentro de sus salones y, con las ventanas cerradas, ¡algo se preveía!

Eran los primeros años de la década de los setenta – “del siglo pasado”. Esta acción era ya una tradición de años atrás. Los adoradores consuetudinarios del “Dios Baco” que deambulaban por las calles, perdidos en su “sueño” o pesadilla se aseguraban un lugar mimético para no ser llevados por la “polesía” estudiantil, no a las celdas frías de la cárcel preventiva, sino, a un costado del mercado de abastos, para su aseo personal, y cambio de ropa, así como una despensa de ayuda para la familia a donde era entregado, quienes con dificultad daban crédito del presente personaje con cambio de “look”. El mercado se convertía otra vez como antaño, en la alhóndiga de abastos para comida y, “proyectiles de frutas y verduras con exceso de madurez” que, utilizarían los escolapios durante el alegre festejo por las principales calles del pueblo, arrojándoselas a discreción a todo lo que se moviera.

El “patrullaje” se hacía en forma ordenada así como la función de los “colaboradores” del ayuntamiento, respetando las normas y reglas, ese era el compromiso con autoridades para no herir susceptibilidades. No obstante, la ciudadanía consciente de tal fecha, proporcionaba facilidades para el desarrollo de actividades, e incluso casas comerciales y particulares ofrecían en especie apoyos para la alegre jornada. Mala hora de aquel menor de edad infractor que estuviera de mirón en los billares, sería remitido respetando su integridad física y moral a los separos policiacos, y puesto libre con el pago de una multa simbólica de unos cuantos ¡centavos!

“La guerra de guerrillas” había iniciado, de vehículo a vehículo zumbaban los “negros tomates”, uno que otro huevo de gallina aromático, globos llenos de agua con color y “sabor”; los de agua natural pasaban, eran de ¡salva!; pero “todo con medida” sin transgredir al ciudadano común o a los bienes del pueblo. Se consumía el día y, ya cansados, después de varias recargas de combustible “patrocinado”, era la hora del retornar las naves oficiales al cuartel. Habría que asistir lo más presentable posible al baile de honor con atuendos sicodélicos, camisas y blusas con nudo al ombligo, pantalones a la cadera y acampanados, la melena larga y los zapatos de plataforma de dos pisos, y aunque fuera de noche: los lentes “oscuros”.

Los partes policiacos, periódicos y noticieros conforme pasaron los años, se hicieron de mucho escándalo. La libertad se transformaba en libertinaje, por lo que se optó a celebrar de manera distinta. Esos fueron otros tiempos.”

Felicidades a los estudiantes del ayer, presente, y del mañana.


Ramón Lerma Alvídrez | Profesor

En días pasados celebraron su día, actualmente los de tercer grado de secundaria fue su primera fiesta después del confinamiento de dos años por pandemia. Después de comprender el significado de fecha inolvidable, ya presencialmente en clases, comentamos de tiempos pasados cómo se festejaba.

“Desde muy temprano ese día, un grupo de jóvenes, apurados, se dirigían a las oficinas de la presidencia municipal; otros, a la comandancia de policía, contigua a la casona frente a la plaza principal. Con una instrucción breve y, en previo acuerdo con las autoridades del lugar, los presidentes de sociedades de alumnos de las populares máximas casas de estudios de ese entonces, ostentaban el cargo de Presidente y Secretarios del municipio, respectivamente - sólo “por unas horas” - Otros de sus compañeros abordaban las unidades patrulla, con permiso y gran responsabilidad; sería un día largo y divertido, se celebraba el “Día del Estudiante”. Las escuelas primarias se aseguraban que todos los chiquillos estuvieran dentro de sus salones y, con las ventanas cerradas, ¡algo se preveía!

Eran los primeros años de la década de los setenta – “del siglo pasado”. Esta acción era ya una tradición de años atrás. Los adoradores consuetudinarios del “Dios Baco” que deambulaban por las calles, perdidos en su “sueño” o pesadilla se aseguraban un lugar mimético para no ser llevados por la “polesía” estudiantil, no a las celdas frías de la cárcel preventiva, sino, a un costado del mercado de abastos, para su aseo personal, y cambio de ropa, así como una despensa de ayuda para la familia a donde era entregado, quienes con dificultad daban crédito del presente personaje con cambio de “look”. El mercado se convertía otra vez como antaño, en la alhóndiga de abastos para comida y, “proyectiles de frutas y verduras con exceso de madurez” que, utilizarían los escolapios durante el alegre festejo por las principales calles del pueblo, arrojándoselas a discreción a todo lo que se moviera.

El “patrullaje” se hacía en forma ordenada así como la función de los “colaboradores” del ayuntamiento, respetando las normas y reglas, ese era el compromiso con autoridades para no herir susceptibilidades. No obstante, la ciudadanía consciente de tal fecha, proporcionaba facilidades para el desarrollo de actividades, e incluso casas comerciales y particulares ofrecían en especie apoyos para la alegre jornada. Mala hora de aquel menor de edad infractor que estuviera de mirón en los billares, sería remitido respetando su integridad física y moral a los separos policiacos, y puesto libre con el pago de una multa simbólica de unos cuantos ¡centavos!

“La guerra de guerrillas” había iniciado, de vehículo a vehículo zumbaban los “negros tomates”, uno que otro huevo de gallina aromático, globos llenos de agua con color y “sabor”; los de agua natural pasaban, eran de ¡salva!; pero “todo con medida” sin transgredir al ciudadano común o a los bienes del pueblo. Se consumía el día y, ya cansados, después de varias recargas de combustible “patrocinado”, era la hora del retornar las naves oficiales al cuartel. Habría que asistir lo más presentable posible al baile de honor con atuendos sicodélicos, camisas y blusas con nudo al ombligo, pantalones a la cadera y acampanados, la melena larga y los zapatos de plataforma de dos pisos, y aunque fuera de noche: los lentes “oscuros”.

Los partes policiacos, periódicos y noticieros conforme pasaron los años, se hicieron de mucho escándalo. La libertad se transformaba en libertinaje, por lo que se optó a celebrar de manera distinta. Esos fueron otros tiempos.”

Felicidades a los estudiantes del ayer, presente, y del mañana.


Ramón Lerma Alvídrez | Profesor