/ martes 24 de mayo de 2022

Tiempos & Espacios | Efecto Pauli

Fue definido en la primera mitad del siglo XX como una supuesta tendencia de los equipos técnicos a estropearse en presencia de ciertas personas. El hombre que desató esa extraña situación se llamaba Wolfgang Ernst Pauli y fue un físico teórico, de Viena (Austria, 1900), si bien trabajó la mayor parte de su vida profesional en EEUU y Suiza, consiguiendo ambas nacionalidades.

Pauli, un genio precoz que consiguió su doctorado con veintiún años, destacó en mecánica cuántica, manteniendo amistad y extensa relación con colegas de la talla de Bohr y Heisenberg. Sus aportaciones científicas le permitieron ganar el Premio Nobel de Física en 1945, especialmente gracias al llamado Principio de exclusión de Pauli, una regla según la cual no puede haber dos fermiones (los cuarks y leptiones, subpartículas elementales con espín semientero) que tengan todos sus números cuánticos idénticos dentro del mismo sistema. Éste supone que consiste en las averías que experimentan las máquinas cuando una persona determinada está presente. En este caso, era Pauli el que, se pensaba, provocaba fallos en los equipos que no ocurrían en su ausencia.

Aunque a priori parece algo absurdo, el caso es que debió ocurrir las suficientes veces como para que, habiéndose corrido el rumor, algunos científicos prohibieran el acceso de Pauli a sus instalaciones. Fue lo que hizo Otto Stern, que tenía su laboratorio en Hamburgo y, aun siendo amigo suyo, le pidió que no le visitase.

No era para menos, pues, por ejemplo, se hizo famoso en 1950 el incendio del ciclotrón (acelerador de partículas) de la Universidad de Princeton durante una visita de Pauli. Del mismo modo, es conocida la anécdota en la que un costoso equipo de medición atómica de la Universidad en Alemania se estropeó sin causa aparente y cuando el director del centro, escribió a Pauli a Zúrich comentándole jocosamente que esa vez no era culpa suya, el otro le contestó que en el momento de la avería él estaba en la estación ferroviaria de esa ciudad alemana, en una escala del viaje que hacía a Dinamarca para visitar a Bohr. Lo curioso es que ese “hechizo, mala suerte” -o lo que fuera- no sólo afectaba a máquinas, pues también consta la caída y rotura de un jarrón de porcelana al paso de Pauli durante su entrada a la fiesta de la fundación del Instituto de Zúrich, en 1948, sin que nadie lo tocase. Disfrutaba de las bromas de sus amigos, lo mismo pasaba con sus colaboradores, hasta el punto de que llegaron a formular el fenómeno medio en serio medio en broma: «Un dispositivo funcional y Pauli no pueden ocupar la misma habitación». Llevando la burla más allá, lo bautizaron como el Segundo principio de exclusión de Pauli. Ahora bien, todos eran reputados científicos ¿Por qué daban pábulo a algo que parecía más propio de una revista de pseudo-ciencia? La respuesta está en el debate que en aquellos años sacudía el concepto de métodos científico.

Unos son inductivos y otros deductivos, abductivos o predictivos, pero deben desarrollarse aplicando la reusabilidad, la repetibilidad y evaluación por otros. Hay que tener en cuenta que Pauli, quizá buscaba dar sentido a la gran tragedia de su vida: su madre se suicidó al descubrir la infidelidad de su padre.

En fin, es difícil establecer donde acaba la realidad y dónde empieza la leyenda humorística en el Efecto Pauli y cuántos casos se dieron como para que merecieran una valoración más allá de la broma que tenían todos al respecto. Pauli falleció en 1958.

-En cada familia existe un “Pauli”-


Ramón Lerma | Profesor

Fue definido en la primera mitad del siglo XX como una supuesta tendencia de los equipos técnicos a estropearse en presencia de ciertas personas. El hombre que desató esa extraña situación se llamaba Wolfgang Ernst Pauli y fue un físico teórico, de Viena (Austria, 1900), si bien trabajó la mayor parte de su vida profesional en EEUU y Suiza, consiguiendo ambas nacionalidades.

Pauli, un genio precoz que consiguió su doctorado con veintiún años, destacó en mecánica cuántica, manteniendo amistad y extensa relación con colegas de la talla de Bohr y Heisenberg. Sus aportaciones científicas le permitieron ganar el Premio Nobel de Física en 1945, especialmente gracias al llamado Principio de exclusión de Pauli, una regla según la cual no puede haber dos fermiones (los cuarks y leptiones, subpartículas elementales con espín semientero) que tengan todos sus números cuánticos idénticos dentro del mismo sistema. Éste supone que consiste en las averías que experimentan las máquinas cuando una persona determinada está presente. En este caso, era Pauli el que, se pensaba, provocaba fallos en los equipos que no ocurrían en su ausencia.

Aunque a priori parece algo absurdo, el caso es que debió ocurrir las suficientes veces como para que, habiéndose corrido el rumor, algunos científicos prohibieran el acceso de Pauli a sus instalaciones. Fue lo que hizo Otto Stern, que tenía su laboratorio en Hamburgo y, aun siendo amigo suyo, le pidió que no le visitase.

No era para menos, pues, por ejemplo, se hizo famoso en 1950 el incendio del ciclotrón (acelerador de partículas) de la Universidad de Princeton durante una visita de Pauli. Del mismo modo, es conocida la anécdota en la que un costoso equipo de medición atómica de la Universidad en Alemania se estropeó sin causa aparente y cuando el director del centro, escribió a Pauli a Zúrich comentándole jocosamente que esa vez no era culpa suya, el otro le contestó que en el momento de la avería él estaba en la estación ferroviaria de esa ciudad alemana, en una escala del viaje que hacía a Dinamarca para visitar a Bohr. Lo curioso es que ese “hechizo, mala suerte” -o lo que fuera- no sólo afectaba a máquinas, pues también consta la caída y rotura de un jarrón de porcelana al paso de Pauli durante su entrada a la fiesta de la fundación del Instituto de Zúrich, en 1948, sin que nadie lo tocase. Disfrutaba de las bromas de sus amigos, lo mismo pasaba con sus colaboradores, hasta el punto de que llegaron a formular el fenómeno medio en serio medio en broma: «Un dispositivo funcional y Pauli no pueden ocupar la misma habitación». Llevando la burla más allá, lo bautizaron como el Segundo principio de exclusión de Pauli. Ahora bien, todos eran reputados científicos ¿Por qué daban pábulo a algo que parecía más propio de una revista de pseudo-ciencia? La respuesta está en el debate que en aquellos años sacudía el concepto de métodos científico.

Unos son inductivos y otros deductivos, abductivos o predictivos, pero deben desarrollarse aplicando la reusabilidad, la repetibilidad y evaluación por otros. Hay que tener en cuenta que Pauli, quizá buscaba dar sentido a la gran tragedia de su vida: su madre se suicidó al descubrir la infidelidad de su padre.

En fin, es difícil establecer donde acaba la realidad y dónde empieza la leyenda humorística en el Efecto Pauli y cuántos casos se dieron como para que merecieran una valoración más allá de la broma que tenían todos al respecto. Pauli falleció en 1958.

-En cada familia existe un “Pauli”-


Ramón Lerma | Profesor