/ martes 23 de febrero de 2021

Tiempos & Espacios | Aula continente

En años pasados nos enteramos del regreso del “Chupacabras”, pues extrañamente aquí en la región del querido Parral, se encontraron con mala sorpresa algunos lugareños del rancho cercano, llamado “Aranjuez”, a casi una decena de sus ovejas muertas con extrañas marcas de colmillos en el pescuezo. Por esos días, platicando con los veladores de las antenas en el cerro de “La Mesa” que, confundidamente algunos llaman “El Púlpito”, y lo afirmamos porque, el llamado así, es, el que conocemos populosamente como “La Muela”. Incluso en algunos carnavales en un carro alegórico pudimos apreciar la imagen del de “La Mesa” con el rótulo sin acento “Cerro El pulpito”. ¡Este debe ser uno de Mazatlán! Algunas personas optamos el camino o su banqueta “Escalada del Adoquín” para llegar a su cima donde se localizan las antenas, haciendo caminata, trote, ciclismo, etc. y contemplar el paisaje que circunda al viejo mineral. Los veladores afirman que, por esos días, escucharon bramidos o rugidos sin coincidencia en sonido con los habituales del ganado vacuno que pastea en ese predio, incluso dicen haber visto a dos extraños animales, tan cerca que, no pudieron precisar de qué tipo se trataba. Ya, en la escuela ( ¡qué tiempos! ), se acercó Marco –alumno inquieto que le quedaba chico el salón para sus actividades- “Mire profe, vea la foto en mi cel; este animal muerto me encontré por el cerro del apache”. La forma del animal en la imagen se aprecia rara, sí, como sí se tratará de un perro con cabeza de rata, colmillos grandes, pelaje de cerdas gruesas color café, patas con ¡pezuñas! Lo cual ocupó más seriamente nuestra atención. - “Que extraño, tendremos que ir a verlo”.

El cerro de referencia se localiza a unos 3 km al sur del de “La Mesa”. Optamos por subir por el lado poniente siguiendo el “arroyo de la calera” el cual, tenía 35 años de no pasar por ahí, pues en épocas de estudiante de secundaria eran frecuentes las visitas para ir a bañarnos en esa agua cristalina que hoy, a escaseado (pocas decenas de casas iniciaban la colonia Juárez), al pasar por ahí se aprecia un riachuelo lleno de basura con escaso escurrimiento natural, ¡Lástima! Continuando con el ascenso fuimos tomando fotografías, Marco me llevaba a 100 pasos por minuto ¡cómo me hubiera gustado que fueran los 35 años atrás para emparejarlo! –“Apúrele, profe, ya mero llegamos”. Frase que cada vez fui escuchando más lejana. El llamado cerro del “Apache” o del “Indio” es porque en un pequeño montículo rodeado de rocas que asemeja un penacho se encuentra grabado en bajo relieve casi al piso de una de estas, la cara de un, ó, una apache, y que alguien en otro tiempo, queriéndole hacer parecer más vistosa, pintó con tinta fuerte las ranuras y oquedades de su figura, quedando fuera de originalidad. Haremos un estudio más detallado de lo propio, e informaremos sus orígenes. Cerca de ahí gritó mi guía relámpago: -“ ¡Aquí está el animal! ”. Al acercarnos, y luego de examinarlo con detenimiento y sus fotos correspondientes de los detalles, dimos cuenta que, se trataba de un jabalí – extraño en este lugar- pero que, por el paso de los días, ya había sido devorado por las aves de rapiña o depredadores; quedando el cuero con el pelaje, su cabeza sin ojos y lengua; su tropa, sus colmillos, y sólo las patas traseras donde se aprecian las pezuñas. El cambio de volumen le da un toque de especie rara. Bueno, misión cumplida, salimos de dudas, hubiéramos permanecido ahí, pero un toro “pinacate” nos echó en graciosa huida que se quedó “riendo” al escucharnos quejarnos por los aruños de los matorrales que saltábamos en nuestra frenética carrera. Ya con calma y casi al pie del cerro, le dije, con voz en pausas –“ Marco, me cercioré definitivamente que, necesitas un aula del tamaño de un continente”. Y reímos alegremente hasta llegar a degustar un rico lonche. Gracias lectores, por acompañarnos en esta aventura. Con el favor del creador, regresarán más ¡Pasen buen día! Raler.


En años pasados nos enteramos del regreso del “Chupacabras”, pues extrañamente aquí en la región del querido Parral, se encontraron con mala sorpresa algunos lugareños del rancho cercano, llamado “Aranjuez”, a casi una decena de sus ovejas muertas con extrañas marcas de colmillos en el pescuezo. Por esos días, platicando con los veladores de las antenas en el cerro de “La Mesa” que, confundidamente algunos llaman “El Púlpito”, y lo afirmamos porque, el llamado así, es, el que conocemos populosamente como “La Muela”. Incluso en algunos carnavales en un carro alegórico pudimos apreciar la imagen del de “La Mesa” con el rótulo sin acento “Cerro El pulpito”. ¡Este debe ser uno de Mazatlán! Algunas personas optamos el camino o su banqueta “Escalada del Adoquín” para llegar a su cima donde se localizan las antenas, haciendo caminata, trote, ciclismo, etc. y contemplar el paisaje que circunda al viejo mineral. Los veladores afirman que, por esos días, escucharon bramidos o rugidos sin coincidencia en sonido con los habituales del ganado vacuno que pastea en ese predio, incluso dicen haber visto a dos extraños animales, tan cerca que, no pudieron precisar de qué tipo se trataba. Ya, en la escuela ( ¡qué tiempos! ), se acercó Marco –alumno inquieto que le quedaba chico el salón para sus actividades- “Mire profe, vea la foto en mi cel; este animal muerto me encontré por el cerro del apache”. La forma del animal en la imagen se aprecia rara, sí, como sí se tratará de un perro con cabeza de rata, colmillos grandes, pelaje de cerdas gruesas color café, patas con ¡pezuñas! Lo cual ocupó más seriamente nuestra atención. - “Que extraño, tendremos que ir a verlo”.

El cerro de referencia se localiza a unos 3 km al sur del de “La Mesa”. Optamos por subir por el lado poniente siguiendo el “arroyo de la calera” el cual, tenía 35 años de no pasar por ahí, pues en épocas de estudiante de secundaria eran frecuentes las visitas para ir a bañarnos en esa agua cristalina que hoy, a escaseado (pocas decenas de casas iniciaban la colonia Juárez), al pasar por ahí se aprecia un riachuelo lleno de basura con escaso escurrimiento natural, ¡Lástima! Continuando con el ascenso fuimos tomando fotografías, Marco me llevaba a 100 pasos por minuto ¡cómo me hubiera gustado que fueran los 35 años atrás para emparejarlo! –“Apúrele, profe, ya mero llegamos”. Frase que cada vez fui escuchando más lejana. El llamado cerro del “Apache” o del “Indio” es porque en un pequeño montículo rodeado de rocas que asemeja un penacho se encuentra grabado en bajo relieve casi al piso de una de estas, la cara de un, ó, una apache, y que alguien en otro tiempo, queriéndole hacer parecer más vistosa, pintó con tinta fuerte las ranuras y oquedades de su figura, quedando fuera de originalidad. Haremos un estudio más detallado de lo propio, e informaremos sus orígenes. Cerca de ahí gritó mi guía relámpago: -“ ¡Aquí está el animal! ”. Al acercarnos, y luego de examinarlo con detenimiento y sus fotos correspondientes de los detalles, dimos cuenta que, se trataba de un jabalí – extraño en este lugar- pero que, por el paso de los días, ya había sido devorado por las aves de rapiña o depredadores; quedando el cuero con el pelaje, su cabeza sin ojos y lengua; su tropa, sus colmillos, y sólo las patas traseras donde se aprecian las pezuñas. El cambio de volumen le da un toque de especie rara. Bueno, misión cumplida, salimos de dudas, hubiéramos permanecido ahí, pero un toro “pinacate” nos echó en graciosa huida que se quedó “riendo” al escucharnos quejarnos por los aruños de los matorrales que saltábamos en nuestra frenética carrera. Ya con calma y casi al pie del cerro, le dije, con voz en pausas –“ Marco, me cercioré definitivamente que, necesitas un aula del tamaño de un continente”. Y reímos alegremente hasta llegar a degustar un rico lonche. Gracias lectores, por acompañarnos en esta aventura. Con el favor del creador, regresarán más ¡Pasen buen día! Raler.