/ martes 10 de mayo de 2022

Tiempos & Espacios | 100 años

“En un rincón del alma donde tengo la pena que me dejó tu adiós…Se aburre aquél poema... Me falta tu presencia que el tiempo me robó…”.

Casi a todo el mundo nos encanta oír música para relajarnos, para realizar alguna tarea, escribir, o, leyendo un libro emocionadamente. Algunos trabajos facilitan realizarse al escucharla – el pico y la pala-; incluso, algunos la utilizamos entre otras tantas para estudiar, y los resultados no son tan desastrosos cuando se seleccionan “buenas piezas” a un sonido razonable. Les pregunto a nuestros alumnos, qué preferencia de música tienen a la hora de realizar sus tareas, y las notas de calificaciones comprueban ésta hipótesis. Por eso las recomendaciones; sonríen cuando les digo que, aún escucho música de nuestros abuelos. “En un rincón del alma me duelen los “te quiero”… Seremos muy felices, no te dejaré nunca, siempre serás mi amor”.

Desde ayer por la noche se escuchan “los gallos” por las callejuelas del viejo mineral; los ecos melodiosos llegarán hasta los balcones; al camposanto, y a las estrellas, allá, de donde nos llegan besos y bendiciones. “A ti te dedico mis versos, mi ser, mis victorias; a ti mis respetos, señora, señora…”. Cuando aparecen las canciones volteo a ver su imagen impregnada en un papel fotográfico que, acompaña nuestro rincón de “querencia”, el lugar, donde nos encontramos para charlar y recorrer nuestros recuerdos, nuestras canciones, nuestras risas y nuestras lágrimas; su café y una copa de vino tinto. Amo esa foto, pero, más a ella. Su sonrisa no desvanece nunca. “Mujer, sino puedes quererme, no me tortures, déjame vivir”…” Te vi sin que me vieras, te hablé sin que me oyeras, y toda mi amargura se ahogó dentro de mi…Me duele hasta la vida, saber que me olvidaste… Y sin embargo sigues, unida a mi existencia…”.

Y es ahí cuando quiebran la voz, las pestañas, y las horas de unas lánguidas manecillas. “En un rincón del alma también guardo el fracaso que el tiempo me brindó; lo condeno en silencio a buscar un consuelo para mi corazón…”. Amanece y, aún sigue la serenata en cada una de ustedes. “Y para no hacer tanto alarde, esta mujer de quien hablo, es linda mi amiga gaviota, su nombre es: mi Madre…”.

La primera luz que vi en mí vida fue el brillo de sus ojos cafés; y aunque yo nada entendiera lo que ternura era, la percibí hondamente por ellos que fueron muy lindos; sentí el calor de sus brazos que me protegieron y me adhirieron a su tibio pecho; besó mi frente con el primer beso de muchos, que vendrían cada vez que nos encontráramos. Te recibía con su linda sonrisa y te despedía con su bendición. Su gran espíritu e inquebrantable Fe, la hicieron mí amor invencible.

Ella, escribió un gran libro en nuestros corazones, un libro de poemas con frases de amor y de ternura; un libro, lleno de bondad y de cariño; un libro, que llevaremos por siempre abierto y que iluminará nuestra mente y nuestras vidas. Aquella triste tarde que la despedimos, tuve en mi boca, un millón de palabras para decir ¡Gracias!, pero, cuándo la voz se quiebra y la garganta enmudece, es por algo muy grande; y eso grande, son nuestras Madres.

Soledad era su nombre, soledad fue lo que nos dejó cuando ella partió… ¡Felicidades, Má! Estoy oyendo tus canciones. Y felicidades a todas ustedes mamis preciosas. Larga vida a las Reinas.


Ramón Lerma Alvídrez | Profesor

“En un rincón del alma donde tengo la pena que me dejó tu adiós…Se aburre aquél poema... Me falta tu presencia que el tiempo me robó…”.

Casi a todo el mundo nos encanta oír música para relajarnos, para realizar alguna tarea, escribir, o, leyendo un libro emocionadamente. Algunos trabajos facilitan realizarse al escucharla – el pico y la pala-; incluso, algunos la utilizamos entre otras tantas para estudiar, y los resultados no son tan desastrosos cuando se seleccionan “buenas piezas” a un sonido razonable. Les pregunto a nuestros alumnos, qué preferencia de música tienen a la hora de realizar sus tareas, y las notas de calificaciones comprueban ésta hipótesis. Por eso las recomendaciones; sonríen cuando les digo que, aún escucho música de nuestros abuelos. “En un rincón del alma me duelen los “te quiero”… Seremos muy felices, no te dejaré nunca, siempre serás mi amor”.

Desde ayer por la noche se escuchan “los gallos” por las callejuelas del viejo mineral; los ecos melodiosos llegarán hasta los balcones; al camposanto, y a las estrellas, allá, de donde nos llegan besos y bendiciones. “A ti te dedico mis versos, mi ser, mis victorias; a ti mis respetos, señora, señora…”. Cuando aparecen las canciones volteo a ver su imagen impregnada en un papel fotográfico que, acompaña nuestro rincón de “querencia”, el lugar, donde nos encontramos para charlar y recorrer nuestros recuerdos, nuestras canciones, nuestras risas y nuestras lágrimas; su café y una copa de vino tinto. Amo esa foto, pero, más a ella. Su sonrisa no desvanece nunca. “Mujer, sino puedes quererme, no me tortures, déjame vivir”…” Te vi sin que me vieras, te hablé sin que me oyeras, y toda mi amargura se ahogó dentro de mi…Me duele hasta la vida, saber que me olvidaste… Y sin embargo sigues, unida a mi existencia…”.

Y es ahí cuando quiebran la voz, las pestañas, y las horas de unas lánguidas manecillas. “En un rincón del alma también guardo el fracaso que el tiempo me brindó; lo condeno en silencio a buscar un consuelo para mi corazón…”. Amanece y, aún sigue la serenata en cada una de ustedes. “Y para no hacer tanto alarde, esta mujer de quien hablo, es linda mi amiga gaviota, su nombre es: mi Madre…”.

La primera luz que vi en mí vida fue el brillo de sus ojos cafés; y aunque yo nada entendiera lo que ternura era, la percibí hondamente por ellos que fueron muy lindos; sentí el calor de sus brazos que me protegieron y me adhirieron a su tibio pecho; besó mi frente con el primer beso de muchos, que vendrían cada vez que nos encontráramos. Te recibía con su linda sonrisa y te despedía con su bendición. Su gran espíritu e inquebrantable Fe, la hicieron mí amor invencible.

Ella, escribió un gran libro en nuestros corazones, un libro de poemas con frases de amor y de ternura; un libro, lleno de bondad y de cariño; un libro, que llevaremos por siempre abierto y que iluminará nuestra mente y nuestras vidas. Aquella triste tarde que la despedimos, tuve en mi boca, un millón de palabras para decir ¡Gracias!, pero, cuándo la voz se quiebra y la garganta enmudece, es por algo muy grande; y eso grande, son nuestras Madres.

Soledad era su nombre, soledad fue lo que nos dejó cuando ella partió… ¡Felicidades, Má! Estoy oyendo tus canciones. Y felicidades a todas ustedes mamis preciosas. Larga vida a las Reinas.


Ramón Lerma Alvídrez | Profesor