/ miércoles 29 de junio de 2022

Sobremesa | Reflexiones frente a una taza de café

Fui maestra rural. Llegué buscando la forma de enseñar con el código de lenguaje que conocía. Nunca me desprendí del lenguaje citadino, el argot acostumbrado y los modismos comunes. Recuerdo aquella época con nostalgia. Ahora hay una reminiscencia de aquellos días, que me llaman al si hubiera escuchado más y hablado menos.

Hay un lenguaje común en cada comunidad. Actualmente la escuela en la que laboro y la comunidad tienen su forma de comunicarse. No basta con insertar, no basta con estar presente, es abrir los oídos a una escucha atenta, tratar de leer entre líneas los mensajes que se ocultan y trascienden las palabras. Las comunidades indígenas que se asientan en las ciudades guardan para sí los secretos ancestrales, no por egoísmo, sino por respeto a su origen, por honrar la sabiduría que los precede. Basta con recordar que el poder hegemónico no los ha eliminado, siguen en una lucha silenciosa por mantener una identidad, que por momentos se funde con las exigencias del capitalismo y los malogrados programas de gobierno.

Aproximarse a ellos no solo requiere cautela, es necesario el respeto, la empatía, el interés y la solidaridad. Somos ajenos a su realidad.

Emitir un juicio suele ser sencillo. Aprender sobre la realidad del otro no es solo un acto de reivindicación de las poblaciones vulnerables, sino propiciar un enriquecimiento cultural.

¿Cómo lograr que el acercamiento fructifique? Llegar al objetivo, sin sembrar acciones pausadas, aceptando el ritmo de la interacción como quien danza, como quien sigue a un compañero de baile para no pisarlo, para que no se retire de la pista. Incluirlo en la selección de la música y proponer ritmos, puede ser perjudicial. Habrá que preguntar si quiere pensar en la posibilidad de bailar. Que se tome su tiempo en pensarlo, meditarlo y que siguiendo su instinto marque las pautas.

Cada grupo tiene sus dinámicas de interacción y sus propios códigos de comportamiento. La traducción e interpretación de esto es una lectura que debemos hacer de manera meticulosa, con sensibilidad.

En estas líneas estoy entablando un diálogo con mi voz interna, que me solicita acciones sutiles y concretas, todo un reto para mí ya que prefiero los procesos completos que surgen en un solo golpe propulsor. La ignorancia de uno mismo es peligrosa, el autoconocimiento nos da poder. Encontrar el equilibrio entre el interior y el exterior. ¡Vaya tarea la de los trapecistas! No caer, mantener la consecución de los pasos precisos, ágiles y osados. Contempló la taza de café que se enfría frente a mí, observó que el color de la bebida no es intenso sino que languidece como lo hago yo mientras transcurren los días que nos acercan al intenso verano. Vuelvo al teclado y decido que es momento de desayunar, el café tiene remedio y yo tengo el día por delante.


Ana Verónica Torres Licón | Docente y escritora

Fui maestra rural. Llegué buscando la forma de enseñar con el código de lenguaje que conocía. Nunca me desprendí del lenguaje citadino, el argot acostumbrado y los modismos comunes. Recuerdo aquella época con nostalgia. Ahora hay una reminiscencia de aquellos días, que me llaman al si hubiera escuchado más y hablado menos.

Hay un lenguaje común en cada comunidad. Actualmente la escuela en la que laboro y la comunidad tienen su forma de comunicarse. No basta con insertar, no basta con estar presente, es abrir los oídos a una escucha atenta, tratar de leer entre líneas los mensajes que se ocultan y trascienden las palabras. Las comunidades indígenas que se asientan en las ciudades guardan para sí los secretos ancestrales, no por egoísmo, sino por respeto a su origen, por honrar la sabiduría que los precede. Basta con recordar que el poder hegemónico no los ha eliminado, siguen en una lucha silenciosa por mantener una identidad, que por momentos se funde con las exigencias del capitalismo y los malogrados programas de gobierno.

Aproximarse a ellos no solo requiere cautela, es necesario el respeto, la empatía, el interés y la solidaridad. Somos ajenos a su realidad.

Emitir un juicio suele ser sencillo. Aprender sobre la realidad del otro no es solo un acto de reivindicación de las poblaciones vulnerables, sino propiciar un enriquecimiento cultural.

¿Cómo lograr que el acercamiento fructifique? Llegar al objetivo, sin sembrar acciones pausadas, aceptando el ritmo de la interacción como quien danza, como quien sigue a un compañero de baile para no pisarlo, para que no se retire de la pista. Incluirlo en la selección de la música y proponer ritmos, puede ser perjudicial. Habrá que preguntar si quiere pensar en la posibilidad de bailar. Que se tome su tiempo en pensarlo, meditarlo y que siguiendo su instinto marque las pautas.

Cada grupo tiene sus dinámicas de interacción y sus propios códigos de comportamiento. La traducción e interpretación de esto es una lectura que debemos hacer de manera meticulosa, con sensibilidad.

En estas líneas estoy entablando un diálogo con mi voz interna, que me solicita acciones sutiles y concretas, todo un reto para mí ya que prefiero los procesos completos que surgen en un solo golpe propulsor. La ignorancia de uno mismo es peligrosa, el autoconocimiento nos da poder. Encontrar el equilibrio entre el interior y el exterior. ¡Vaya tarea la de los trapecistas! No caer, mantener la consecución de los pasos precisos, ágiles y osados. Contempló la taza de café que se enfría frente a mí, observó que el color de la bebida no es intenso sino que languidece como lo hago yo mientras transcurren los días que nos acercan al intenso verano. Vuelvo al teclado y decido que es momento de desayunar, el café tiene remedio y yo tengo el día por delante.


Ana Verónica Torres Licón | Docente y escritora