/ miércoles 8 de junio de 2022

Sobremesa | Reflexión un día de Junio

Me siento abrumada por el calor del desierto. Una sed se apodera de mi garganta. Busco mitigar la sensación de fastidio con bebidas frías. Los aparatos de aire acondicionado funcionan a su máxima capacidad y aun así la incomodidad persiste. Percibo un cierto deterioro en mi ánimo. Durante mi infancia en la tierra de los vencedores del desierto, mi natal Delicias, a pesar de las vicisitudes climatológicas no me parecía que el calor llegara a estos extremos insoportables que experimentó en la actualidad en la heroica Ciudad Juárez.

Vivir en aridoamérica, es sentir la fuerza silenciosa del silencio, las altas temperaturas durante el día y un descenso de ellas en las noches. El calor es una forma de energía. Los cuerpos se dilatan cuando aumenta su temperatura. En algunas ocasiones es mejor olvidar el termómetro y sus números que indican que nos estamos cocinando. La reacción inmediata es la sudoración, es decir expulsar agua a través de los poros de la piel. Una forma de regular la temperatura es cuando el sudor se evapora con el aire. Escribo sobre la sudoración mientras unas gotas de sudor escurre por mi frente. Siento el cuello pegajoso y agobiada intento ordenar las ideas.

Estoy un poco confundida sobre la idea de seguir escribiendo sobre los estragos del calor. Todos hemos sentido la incomodidad de la humedad en nuestra espalda, sudor trazando surcos sobre la piel y luego un rastro salado que produce molestia.

He tomado más de dos litros y aún no son las doce del día. Recuerdo que nuestras células necesitan agua para llevar a cabo sus funciones vitales de forma normal, por ello es importante mantenernos hidratados. Prefiero el agua simple. En algunas ocasiones mi mente dice que una coca cola es la solución, el agua endulzada y carbonatada constituye un paliativo que disminuye la desazón. Las creencias populares y la experiencia de nuestras vecinas contribuyen a robustecer el argumento de que con coca cola se te quita la sed. Esto sería factible si el refresco estuviese helado, o bien si estuviera servido en un vaso rebosante de cubos de hielo. Pero la lata de refresco que me ofrecen en la tienda escolar, tiene la temperatura idónea para ser un consomé.

Siento que voy a desfallecer. Entonces también recuerdo que el hipotálamo coordina las funciones que permiten regular la temperatura y mantenerla entre 36 y 37 grados. Espero que mi hipotálamo no se reporte en huelga nunca. Algunos de los mecanismos que usa el hipotálamo para regular la temperatura corporal son el aumento de la frecuencia respiratoria, del metabolismo y la sudoración. Todos estos mensajes del hipotálamo se transmiten en forma de mensajes electroquímicos.

Conozco lo portento que es el cuerpo humano y todas sus funciones, la precisión con la que trabaja mientras tecleo, las funciones alternas y continuas, solo dan muestra de la magnificencia de la creación.

Presto atención a mis pies que se están inflamando, que se expanden y se dilatan. Un soplo de viento mueve mi cabello y mi suspiro.

Reflexionar sobre el calor me lleva a esta tranquilidad que me indica que pronto beberé agua fresca.

Ana Verónica Torres Licón | Docente, Escritora

Me siento abrumada por el calor del desierto. Una sed se apodera de mi garganta. Busco mitigar la sensación de fastidio con bebidas frías. Los aparatos de aire acondicionado funcionan a su máxima capacidad y aun así la incomodidad persiste. Percibo un cierto deterioro en mi ánimo. Durante mi infancia en la tierra de los vencedores del desierto, mi natal Delicias, a pesar de las vicisitudes climatológicas no me parecía que el calor llegara a estos extremos insoportables que experimentó en la actualidad en la heroica Ciudad Juárez.

Vivir en aridoamérica, es sentir la fuerza silenciosa del silencio, las altas temperaturas durante el día y un descenso de ellas en las noches. El calor es una forma de energía. Los cuerpos se dilatan cuando aumenta su temperatura. En algunas ocasiones es mejor olvidar el termómetro y sus números que indican que nos estamos cocinando. La reacción inmediata es la sudoración, es decir expulsar agua a través de los poros de la piel. Una forma de regular la temperatura es cuando el sudor se evapora con el aire. Escribo sobre la sudoración mientras unas gotas de sudor escurre por mi frente. Siento el cuello pegajoso y agobiada intento ordenar las ideas.

Estoy un poco confundida sobre la idea de seguir escribiendo sobre los estragos del calor. Todos hemos sentido la incomodidad de la humedad en nuestra espalda, sudor trazando surcos sobre la piel y luego un rastro salado que produce molestia.

He tomado más de dos litros y aún no son las doce del día. Recuerdo que nuestras células necesitan agua para llevar a cabo sus funciones vitales de forma normal, por ello es importante mantenernos hidratados. Prefiero el agua simple. En algunas ocasiones mi mente dice que una coca cola es la solución, el agua endulzada y carbonatada constituye un paliativo que disminuye la desazón. Las creencias populares y la experiencia de nuestras vecinas contribuyen a robustecer el argumento de que con coca cola se te quita la sed. Esto sería factible si el refresco estuviese helado, o bien si estuviera servido en un vaso rebosante de cubos de hielo. Pero la lata de refresco que me ofrecen en la tienda escolar, tiene la temperatura idónea para ser un consomé.

Siento que voy a desfallecer. Entonces también recuerdo que el hipotálamo coordina las funciones que permiten regular la temperatura y mantenerla entre 36 y 37 grados. Espero que mi hipotálamo no se reporte en huelga nunca. Algunos de los mecanismos que usa el hipotálamo para regular la temperatura corporal son el aumento de la frecuencia respiratoria, del metabolismo y la sudoración. Todos estos mensajes del hipotálamo se transmiten en forma de mensajes electroquímicos.

Conozco lo portento que es el cuerpo humano y todas sus funciones, la precisión con la que trabaja mientras tecleo, las funciones alternas y continuas, solo dan muestra de la magnificencia de la creación.

Presto atención a mis pies que se están inflamando, que se expanden y se dilatan. Un soplo de viento mueve mi cabello y mi suspiro.

Reflexionar sobre el calor me lleva a esta tranquilidad que me indica que pronto beberé agua fresca.

Ana Verónica Torres Licón | Docente, Escritora