/ miércoles 26 de enero de 2022

Sobremesa | Nuevos árboles

Estoy trabajando en mi hogar, en mi escritorio con venta que tiene vista al parque. He visto la caída de las hojas. También observé como las corrientes de aire y los ventarrones sacuden las ramas de los árboles sin hojas. Conocí este lugar en verano cuando el verdor brotaba y los patos canadienses se bañaban en el pozo de absorción del vecindario. También conocí a un laborioso pájaro carpintero que picaba la palmera del jardín de mi vecina. Todo lo observé desde mi ventana. La semana pasada el servicio de jardinería taló los árboles secos. Por seguridad de los vehículos que se estacionan en el parque y para salvaguardar la integridad de los niños que acuden a jugar ahí, fueron removidos. Algunos vecinos se quejaron. El presidente del fraccionamiento defendió con los argumentos de la protección de nuestros bienes y vida. Y los troncos fueron removidos desde la raíz.

Me acerqué a los jardineros que con hacha y motosierra cercenaban los árboles. No pude evitar sentir un dolor en mi pecho. Observé que no estaban del todo secos. Las raíces se veían saludables, el detalle es que solo se quedarían como muñones sin brazos, sin ramas no sirven para dar sombra. Los árboles viejos serán sustituidos por otros nuevos. ¿Somos remplazables los seres humanos?

Parece que en el ciclo de la vida podemos ser sustituidos. Entonces recuerdo que en los partidos de algún deporte existe una banca de suplentes. En las áreas de recursos humanos existe una bandeja con solicitudes de empleo apiladas, lista para revisarse y cubrir las vacantes. Los vehículos automotores tienen una llanta extra en caso de avería, que solo se usa de manera temporal. Sustituciones temporales otras son definitivas. Somos sustituidos y en otros momentos sustituimos. Viene a mi mente la propaganda de los medicamentos genéricos e intercambiables, lo mismo pero más barato.

Pienso en los cimientos de una casa, esos no pueden ser modificados, esos si son permanentes. Las raíces aún verdes de los árboles se resistían a ser removidas, luchaban por permanecer adheridas a la tierra. Pude observar el último suspiro de un árbol. La exhalación final de una vida vegetal. Derribado yacía en el césped. A ese cadáver se sumaron otros dos. No lograron librar la batalla contra la rudeza del invierno en las desérticas tierras de Chihuahua.

Los árboles no hablan, pero pude escuchar su llanto mientras machetazo tras machetazo la savia escurría en la hoja metálica del arma que lo dejó sin vida. No pude hacer nada. Había bienes superiores que proteger: la integridad de los niños que juegan en el parque por ejemplo. No cuestiono la decisión. Espectadora de las defunciones, mis ojos se llenaron de la nostalgia del verano y los tiempos nuevos que se avecinan. Primero llegará la primavera y entonces traerán nuevos árboles. Que iniciarán su vida en el parque. El crecimiento es lento. Quizás cuando sea anciana pueda verlos frondosos. Aunque tengo la duda de si llegaremos juntos hasta ese día. Estoy ansiosa por conocer a los nuevos árboles. Iniciaremos una amistad. Demasiados pequeños serán poco valorados, pues aún no producen sombra. En cambio yo sé que cada una de sus débiles ramas, serán fuertes en los años venideros. Hoy solo veo los agujeros que esperan las nuevas raíces. El lugar de los viejos árboles será ocupado por uno nuevo. Tal como yo cuando muera. Alguien más ocupará esta casa. Alguien más mirará por la ventana los patos canadienses, el pájaro carpintero y se sentará en el parque bajo la generosa sombra de árboles plenos.


Ana Verónica Torres Licón | Docente

Estoy trabajando en mi hogar, en mi escritorio con venta que tiene vista al parque. He visto la caída de las hojas. También observé como las corrientes de aire y los ventarrones sacuden las ramas de los árboles sin hojas. Conocí este lugar en verano cuando el verdor brotaba y los patos canadienses se bañaban en el pozo de absorción del vecindario. También conocí a un laborioso pájaro carpintero que picaba la palmera del jardín de mi vecina. Todo lo observé desde mi ventana. La semana pasada el servicio de jardinería taló los árboles secos. Por seguridad de los vehículos que se estacionan en el parque y para salvaguardar la integridad de los niños que acuden a jugar ahí, fueron removidos. Algunos vecinos se quejaron. El presidente del fraccionamiento defendió con los argumentos de la protección de nuestros bienes y vida. Y los troncos fueron removidos desde la raíz.

Me acerqué a los jardineros que con hacha y motosierra cercenaban los árboles. No pude evitar sentir un dolor en mi pecho. Observé que no estaban del todo secos. Las raíces se veían saludables, el detalle es que solo se quedarían como muñones sin brazos, sin ramas no sirven para dar sombra. Los árboles viejos serán sustituidos por otros nuevos. ¿Somos remplazables los seres humanos?

Parece que en el ciclo de la vida podemos ser sustituidos. Entonces recuerdo que en los partidos de algún deporte existe una banca de suplentes. En las áreas de recursos humanos existe una bandeja con solicitudes de empleo apiladas, lista para revisarse y cubrir las vacantes. Los vehículos automotores tienen una llanta extra en caso de avería, que solo se usa de manera temporal. Sustituciones temporales otras son definitivas. Somos sustituidos y en otros momentos sustituimos. Viene a mi mente la propaganda de los medicamentos genéricos e intercambiables, lo mismo pero más barato.

Pienso en los cimientos de una casa, esos no pueden ser modificados, esos si son permanentes. Las raíces aún verdes de los árboles se resistían a ser removidas, luchaban por permanecer adheridas a la tierra. Pude observar el último suspiro de un árbol. La exhalación final de una vida vegetal. Derribado yacía en el césped. A ese cadáver se sumaron otros dos. No lograron librar la batalla contra la rudeza del invierno en las desérticas tierras de Chihuahua.

Los árboles no hablan, pero pude escuchar su llanto mientras machetazo tras machetazo la savia escurría en la hoja metálica del arma que lo dejó sin vida. No pude hacer nada. Había bienes superiores que proteger: la integridad de los niños que juegan en el parque por ejemplo. No cuestiono la decisión. Espectadora de las defunciones, mis ojos se llenaron de la nostalgia del verano y los tiempos nuevos que se avecinan. Primero llegará la primavera y entonces traerán nuevos árboles. Que iniciarán su vida en el parque. El crecimiento es lento. Quizás cuando sea anciana pueda verlos frondosos. Aunque tengo la duda de si llegaremos juntos hasta ese día. Estoy ansiosa por conocer a los nuevos árboles. Iniciaremos una amistad. Demasiados pequeños serán poco valorados, pues aún no producen sombra. En cambio yo sé que cada una de sus débiles ramas, serán fuertes en los años venideros. Hoy solo veo los agujeros que esperan las nuevas raíces. El lugar de los viejos árboles será ocupado por uno nuevo. Tal como yo cuando muera. Alguien más ocupará esta casa. Alguien más mirará por la ventana los patos canadienses, el pájaro carpintero y se sentará en el parque bajo la generosa sombra de árboles plenos.


Ana Verónica Torres Licón | Docente