/ miércoles 28 de abril de 2021

Sobremesa | Mi computadora

Cuando tu computadora está en los últimos momentos de su vida útil, inicia esa sensación de que no solo era un aparato, sino una presencia talismánica, una extensión de tu memoria y un ente con personalidad propia. Intento hacer un respaldo de mis últimos archivos, lo que acostumbran los técnicos en el sentido práctico, pero ¿cómo reproducir la cercanía que experimentó en su teclado y el camino que tracé en su disco duro? Será difícil sustituir la relación que desarrollamos. ¡Resiste, resiste! Le digo- mientras quizás libre su última batalla ante la obsolescencia y el desgaste.

He pasado muchas horas frente a mi computadora. Procuro mantenerla en buen estado, reconozco que soy cuidadosa con todo aquello que me importa. Ese aparato guarda archivos en su interior de lo que leo, lo que escribo, lo que me interesa y lo que llama la atención aún de manera temporal mientras navego por internet.

Hay una sensación de incomodidad ante su avería. Siento un malestar estomacal. Al mirar su exterior, recuerdo por que la carcaza es color blanco, mientras que el resto del aparato es azul violeta. Es indudable que hemos librado batallas. Es evidente que juntas tenemos una historia. Me conmueve pensar que la he cargado en mi hombro en una maleta y nunca ha pesado, ni he renegado de tener que transportarla conmigo. La necesito.

Mis dedos conocen el teclado. Puedo escribir con facilidad en ella, conozco los modos abreviados para acceder a sus funciones, me he adaptado a ella y no deseo desprenderme de su compañía.

¡Suficiente lamentaciones!- exclamó y busco entre mis contactos alguien de confianza que pueda revisar y darme un diagnóstico confiable. Quiero realismo, nada de falsas ilusiones o un juicio tremendista. Confieso que el dinero si es un problema. Un equipo nuevo no estaba en mi presupuesto. Pero habrá que hacer unos ajustes, no puedo carecer de computadora. No ahora que la vida virtual se ha convertido en la dimensión de nuestra existencia. La red es ese puente que nos lleva a comunicarnos, a trabajar y estudiar. Mantener un orden de prioridades es importante. Puedo prescindir de otras cosas, pero no de una computadora.

No solo es el desembolso que me amenaza frente a esta descompostura. Es el momento de una separación, de una pérdida, de un duelo y de la concientización de que las computadoras se han convertido en una extensión de nosotros.

Ayer me habló mi amiga de la técnica. Dice que es un corto en los alambres de la conexión eléctrica. La mantendrá en observación. Descanso en la seguridad de que tiene solución. Esperaré paciente su recuperación.


Ana Verónica Torres Licon.

Cuando tu computadora está en los últimos momentos de su vida útil, inicia esa sensación de que no solo era un aparato, sino una presencia talismánica, una extensión de tu memoria y un ente con personalidad propia. Intento hacer un respaldo de mis últimos archivos, lo que acostumbran los técnicos en el sentido práctico, pero ¿cómo reproducir la cercanía que experimentó en su teclado y el camino que tracé en su disco duro? Será difícil sustituir la relación que desarrollamos. ¡Resiste, resiste! Le digo- mientras quizás libre su última batalla ante la obsolescencia y el desgaste.

He pasado muchas horas frente a mi computadora. Procuro mantenerla en buen estado, reconozco que soy cuidadosa con todo aquello que me importa. Ese aparato guarda archivos en su interior de lo que leo, lo que escribo, lo que me interesa y lo que llama la atención aún de manera temporal mientras navego por internet.

Hay una sensación de incomodidad ante su avería. Siento un malestar estomacal. Al mirar su exterior, recuerdo por que la carcaza es color blanco, mientras que el resto del aparato es azul violeta. Es indudable que hemos librado batallas. Es evidente que juntas tenemos una historia. Me conmueve pensar que la he cargado en mi hombro en una maleta y nunca ha pesado, ni he renegado de tener que transportarla conmigo. La necesito.

Mis dedos conocen el teclado. Puedo escribir con facilidad en ella, conozco los modos abreviados para acceder a sus funciones, me he adaptado a ella y no deseo desprenderme de su compañía.

¡Suficiente lamentaciones!- exclamó y busco entre mis contactos alguien de confianza que pueda revisar y darme un diagnóstico confiable. Quiero realismo, nada de falsas ilusiones o un juicio tremendista. Confieso que el dinero si es un problema. Un equipo nuevo no estaba en mi presupuesto. Pero habrá que hacer unos ajustes, no puedo carecer de computadora. No ahora que la vida virtual se ha convertido en la dimensión de nuestra existencia. La red es ese puente que nos lleva a comunicarnos, a trabajar y estudiar. Mantener un orden de prioridades es importante. Puedo prescindir de otras cosas, pero no de una computadora.

No solo es el desembolso que me amenaza frente a esta descompostura. Es el momento de una separación, de una pérdida, de un duelo y de la concientización de que las computadoras se han convertido en una extensión de nosotros.

Ayer me habló mi amiga de la técnica. Dice que es un corto en los alambres de la conexión eléctrica. La mantendrá en observación. Descanso en la seguridad de que tiene solución. Esperaré paciente su recuperación.


Ana Verónica Torres Licon.