/ miércoles 5 de enero de 2022

Sobremesa | Los Libros de la Infancia

Hoy fui al supermercado a comprar víveres, es inevitable pasar por la panadería antes de llegar a las frutas y las verduras. En medio de los pasillos había unas mesas fungiendo como enormes exhibidores de rosca de reyes, unas con relleno, otras más simples, todas empacadas en una bella caja de cartón con una imagen de los tres reyes magos montados sobre sus bestias.

Lo primero que pensé fue en comprar una para compartirla con mis amistades y quise llamarles por teléfono para acordar la reunión, luego recordé que era una hora inapropiada por ser temprano y decidí que la compra podía esperar. Después continué mi recorrido para terminar de surtir mi lista y me acordé de mis primeros recuerdos de los reyes magos.

Cuando era niña mi mamá tenía un libro grueso, con hojas amarillentas y forrado con hule transparente que se había oscurecido con el tiempo. La portada del libro tenía el dibujo de un hombre montado en un carro romano, que jalaban unos briosos corceles. Mientras transcurría el adviento, mi mamá por las tardes me leía unas páginas del libro, no puedo recordar mi edad. El título del libro es Ben- Hur. Creo que suspendimos la lectura por que mi mamá se molestó conmigo por algún berrinche que hice, mi problema no eran las travesuras, era lo demandante que solía ser para ganar la atención de mis progenitores.

Entre la madeja de recuerdos de mi niñez, he logrado encontrar un bello hilo que me lleva a las escenas de los acontecimientos de la natividad. La descripción que hace Lewis Wallace en su novela tiene un efecto casi cinematográfico en las escenas sobre los reyes magos de Oriente.

La escena donde Baltazar, un egipcio, monta un camello que se detiene en un cierto punto del desierto, donde ínstala una tienda para pasar la noche y guarecerse del frío, el cielo plagado de astros y entre ellas la luminosa estrella de Belén, después otros dos hombres llegan al mismo lugar al cabo de unas horas. Uno es Melchor, un hindú, y el otro es Gaspar, un griego de Atenas. Tan diferentes entre ellos pero comparten la misma visión, son hombres sabios, con fisonomías particulares y creencias que pudiesen haberlos confrontado, permanecen ahí juntos para después cruzar el desierto en busca del Mesías. Esa parte causaba en mí una gran emoción que me hacían solicitar a mi mamá la releyera para mí.

La versión cinematográfica de la novela fue protagonizada por Charlton Heston, una gran superproducción Holliwoodense. Durante muchos años se transmitía en épocas decembrinas por el canal XHGC como parte de la barra del domingo. La película nunca logró emocionarme. El libro decía más detalles, era como si yo estuviera caminando junto a los magos y pudiese escucharlos hablar en sus lenguas, con sus voces ásperas y sabias.

La próxima ocasión que vaya a la casa de mi padre, correré hacia el librero y buscaré el viejo ejemplar de Ben- Hur. Estoy segura que lo encontraré un poco deshojado, con las hojas casi pulverizadas y supongo que decepcionada compraré otro. Aunque también sé que no botaré a la basura el viejo libro, por que cuando recorrí esas páginas a través de los ojos de mi madre, pude trasladarme a esas tierras tan lejanas en tiempo y espacio. Tengo la esperanza que no haya desaparecido, que me esté esperando y que sus hojas débiles y amarillentas como las de los árboles en otoño, permitan la última lectura y yo con mis ojos de adulta, vuelva a ser un poco niña.


Ana Verónica Torres Licón | Docente

Hoy fui al supermercado a comprar víveres, es inevitable pasar por la panadería antes de llegar a las frutas y las verduras. En medio de los pasillos había unas mesas fungiendo como enormes exhibidores de rosca de reyes, unas con relleno, otras más simples, todas empacadas en una bella caja de cartón con una imagen de los tres reyes magos montados sobre sus bestias.

Lo primero que pensé fue en comprar una para compartirla con mis amistades y quise llamarles por teléfono para acordar la reunión, luego recordé que era una hora inapropiada por ser temprano y decidí que la compra podía esperar. Después continué mi recorrido para terminar de surtir mi lista y me acordé de mis primeros recuerdos de los reyes magos.

Cuando era niña mi mamá tenía un libro grueso, con hojas amarillentas y forrado con hule transparente que se había oscurecido con el tiempo. La portada del libro tenía el dibujo de un hombre montado en un carro romano, que jalaban unos briosos corceles. Mientras transcurría el adviento, mi mamá por las tardes me leía unas páginas del libro, no puedo recordar mi edad. El título del libro es Ben- Hur. Creo que suspendimos la lectura por que mi mamá se molestó conmigo por algún berrinche que hice, mi problema no eran las travesuras, era lo demandante que solía ser para ganar la atención de mis progenitores.

Entre la madeja de recuerdos de mi niñez, he logrado encontrar un bello hilo que me lleva a las escenas de los acontecimientos de la natividad. La descripción que hace Lewis Wallace en su novela tiene un efecto casi cinematográfico en las escenas sobre los reyes magos de Oriente.

La escena donde Baltazar, un egipcio, monta un camello que se detiene en un cierto punto del desierto, donde ínstala una tienda para pasar la noche y guarecerse del frío, el cielo plagado de astros y entre ellas la luminosa estrella de Belén, después otros dos hombres llegan al mismo lugar al cabo de unas horas. Uno es Melchor, un hindú, y el otro es Gaspar, un griego de Atenas. Tan diferentes entre ellos pero comparten la misma visión, son hombres sabios, con fisonomías particulares y creencias que pudiesen haberlos confrontado, permanecen ahí juntos para después cruzar el desierto en busca del Mesías. Esa parte causaba en mí una gran emoción que me hacían solicitar a mi mamá la releyera para mí.

La versión cinematográfica de la novela fue protagonizada por Charlton Heston, una gran superproducción Holliwoodense. Durante muchos años se transmitía en épocas decembrinas por el canal XHGC como parte de la barra del domingo. La película nunca logró emocionarme. El libro decía más detalles, era como si yo estuviera caminando junto a los magos y pudiese escucharlos hablar en sus lenguas, con sus voces ásperas y sabias.

La próxima ocasión que vaya a la casa de mi padre, correré hacia el librero y buscaré el viejo ejemplar de Ben- Hur. Estoy segura que lo encontraré un poco deshojado, con las hojas casi pulverizadas y supongo que decepcionada compraré otro. Aunque también sé que no botaré a la basura el viejo libro, por que cuando recorrí esas páginas a través de los ojos de mi madre, pude trasladarme a esas tierras tan lejanas en tiempo y espacio. Tengo la esperanza que no haya desaparecido, que me esté esperando y que sus hojas débiles y amarillentas como las de los árboles en otoño, permitan la última lectura y yo con mis ojos de adulta, vuelva a ser un poco niña.


Ana Verónica Torres Licón | Docente