/ miércoles 22 de junio de 2022

Sobremesa | Hallazgo del día a día

Busco en mi bolsa las llaves. Busco en mi bolsa la cartera. Temo perder mi cartera no por el dinero que llevo, son los documentos oficiales los que me preocupa extraviar.

En mi bolsa hay unos papelitos de compras en el supermercado, paquetitos de azúcar y un separador de libros. Las bolsas son una especie de miscelánea. Objetos que van encontrando albergue en ese estómago de piel artificial. Una bolsa femenina es ese universo caótico en el que se refugian los objetos que se van convirtiendo en rastros de la cotidianeidad.

El “ticket” del supermercado delata los hábitos alimenticios de las personas. Definitivamente si un detective quisiera rastrear los rasgos de personalidad de un sujeto(a) deberá acudir a esos pequeños trozos de papel que se convierten en un registro del acontecer diario. Fecha, hora y cantidades de productos muestran con rigor la descripción de aquello que buscamos y obtenemos.

Durante la contingencia sanitaria las visitas a los supermercados se convirtieron en las salidas autorizadas, los paseos convenientes y necesarios. Un poco de tedio al ingresar de manera individual a los almacenes, y el terrible regreso a la casa con las compras. Bajar las bolsas, vaciarlas y limpiar, lavar exhaustivamente los productos, como una medida de higiene. Nuevos rituales se incorporaron a nuestra vida. Aun así, el día de abastecer la despensa se convirtió en un momento especial.

Propongo el ejercicio de guardar la cuenta de cada compra en el supermercado. Un archivo de cada visita a este tipo de lugares, incluidas las tiendas de conveniencia. Si pensamos que no existe misterio alguno en la trivialidad de la vida, busquemos la forma de sorprender a la mente que predice sin miramientos, rompamos la inercia en la que existimos. No hay nada oculto en un kilo de tomate. La búsqueda inicia en el objeto y termina en el sujeto. Un kilo de tomates, ¿para qué?, ¿para quién?. Fueron los tomates que se pudrieron en el refrigerador o los que se acompañaron la ensalada. Plantearse las preguntas puede convertirse en un pasatiempo. Largas jornadas laborales y/o domésticas trastornan la conciencia. Cada tomate comprado tenía un fin específico, un propósito, a veces se incumple aquello planeado en el momento de la adquisición. La compra de unos tomates verdes, no maduros indican la previsión por parte del comprador o la compradora, no para un consumo inmediato. Escudriñar la madeja de hilo. Averiguar sobre lo propio. Indagar en nuestros propios motivos. Si nos asomamos a nuestra bolsa, encontraremos diversos objetos que son extensiones de nuestro ser. El llavero, las pastillas de menta, un cigarro, el resto le toca a usted investigar.


Ana Verónica Torres Licón | Docente y escritora

Busco en mi bolsa las llaves. Busco en mi bolsa la cartera. Temo perder mi cartera no por el dinero que llevo, son los documentos oficiales los que me preocupa extraviar.

En mi bolsa hay unos papelitos de compras en el supermercado, paquetitos de azúcar y un separador de libros. Las bolsas son una especie de miscelánea. Objetos que van encontrando albergue en ese estómago de piel artificial. Una bolsa femenina es ese universo caótico en el que se refugian los objetos que se van convirtiendo en rastros de la cotidianeidad.

El “ticket” del supermercado delata los hábitos alimenticios de las personas. Definitivamente si un detective quisiera rastrear los rasgos de personalidad de un sujeto(a) deberá acudir a esos pequeños trozos de papel que se convierten en un registro del acontecer diario. Fecha, hora y cantidades de productos muestran con rigor la descripción de aquello que buscamos y obtenemos.

Durante la contingencia sanitaria las visitas a los supermercados se convirtieron en las salidas autorizadas, los paseos convenientes y necesarios. Un poco de tedio al ingresar de manera individual a los almacenes, y el terrible regreso a la casa con las compras. Bajar las bolsas, vaciarlas y limpiar, lavar exhaustivamente los productos, como una medida de higiene. Nuevos rituales se incorporaron a nuestra vida. Aun así, el día de abastecer la despensa se convirtió en un momento especial.

Propongo el ejercicio de guardar la cuenta de cada compra en el supermercado. Un archivo de cada visita a este tipo de lugares, incluidas las tiendas de conveniencia. Si pensamos que no existe misterio alguno en la trivialidad de la vida, busquemos la forma de sorprender a la mente que predice sin miramientos, rompamos la inercia en la que existimos. No hay nada oculto en un kilo de tomate. La búsqueda inicia en el objeto y termina en el sujeto. Un kilo de tomates, ¿para qué?, ¿para quién?. Fueron los tomates que se pudrieron en el refrigerador o los que se acompañaron la ensalada. Plantearse las preguntas puede convertirse en un pasatiempo. Largas jornadas laborales y/o domésticas trastornan la conciencia. Cada tomate comprado tenía un fin específico, un propósito, a veces se incumple aquello planeado en el momento de la adquisición. La compra de unos tomates verdes, no maduros indican la previsión por parte del comprador o la compradora, no para un consumo inmediato. Escudriñar la madeja de hilo. Averiguar sobre lo propio. Indagar en nuestros propios motivos. Si nos asomamos a nuestra bolsa, encontraremos diversos objetos que son extensiones de nuestro ser. El llavero, las pastillas de menta, un cigarro, el resto le toca a usted investigar.


Ana Verónica Torres Licón | Docente y escritora