/ miércoles 27 de octubre de 2021

Sobremesa | El Tiempo

Tu tiempo es limitado, así que no lo malgastes viviendo la vida de otro… Vive tu propia vida. Todo lo demás es secundario (Steve Jobs

Un día de tantos, platicando con una amiga cercana, comentó que el regalo más grande e invaluable que ella daba con su amistad, era el tiempo. Dedicar tiempo a las amistades, es un obsequio de valor incalculable, pues esos instantes se regalan y jamás vuelven, son insustituibles, no existirá un momento que se asemeje a esos minutos.

Si viéramos la vida como una película cada instante es como un cuadro, una consecución de escenas que ligadas unas tras otras, forman un conjunto, una historia que se cuenta. Es nuestra vida un conjunto de instantes invaluables, que hacen que valga la pena que al final del día al posar nuestra cabeza en la almohada, podamos sentirnos lo suficientemente satisfechos como para descansar y reparar energías al día siguiente.

Es entonces, que haciendo la analogía de la vida como una película, se sabe bien que toda gran producción requiere de un presupuesto, es decir de determinada cantidad de recursos para poder hacer esa representación de la mejor manera posible. A nosotros se nos dota de un super escenario, en el que podemos como protagonistas y directores al mismo tiempo, contamos con la facultad de escribir un guión diariamente, en el que decidimos indudablemente, cómo actuar ante las determinadas circunstancias que se nos presentan. Por lo tanto, la improvisación y la espontaneidad deben ir de la mano para lograr que el resultado de la acumulación de escenas a lo largo de nuestras vidas, nos permitan mirar en retrospectiva y sentirnos contentos, de que si bien no todo fue miel sobre hojuelas, el guión fue lo mejor que pudimos lograr.

En cuantas ocasiones, regalamos a los demás nuestro tiempo, y cuántas veces nos lo otorgamos a nosotros mismos. Pocas veces, llegamos a preguntarnos, qué hacemos con nuestro tiempo libre.

De las veinticuatro horas que tiene un día, hay rutinas ineludibles que seguimos, como un aproximado de ocho horas de sueño reparador y otras ocho en promedio de trabajo o estudio, y el resto del tiempo, ¿Cómo lo empleamos? Lo regalamos, lo vendemos, lo rentamos… ¿a quien se lo dedicamos?

En muchas ocasiones con tristeza y desconcierto escucho la expresión “matar el tiempo”, me alarma tal frase, es un crimen, un error garrafal que como raza humana hemos cometido a lo largo de la historia, y si bien es cierto hacemos cosas por pasar el tiempo… deberíamos cambiar esa visión, y en vez de cometer el asesinato de las horas, que pasamos mientras esperamos la consulta del doctor, nos olvidamos del tedio y los quehaceres que dejamos pendientes, y trasformamos ese tiempo de antesala, en un regalo para nosotros, ubicándonos en el aquí y en el ahora, respirando, mirando, sonriendo a los demás pacientes del lugar, quizás fraternizando o simplemente, tomando un momento de conciencia, de lo que ha ocurrido en la semana… ya no más momentos perdidos, basta de tiempo muerto. Basta de no atesorar momentos y experiencias. Degustar y saborear el instante que se evapora, que se esfuma.

Instantes, momento, pedacitos de eternidad que nos son otorgados, son un regalo, podemos compartirlo, exprimirlo hasta la última gota, o bien dejarlo que se marche con el viento efímero de la indiferencia y la resequedad de nuestros sentimientos.

Perder tiempo es perder vida

Es suicidio parcial que se consuma poco a poco.


Ana Verónica Torres Licón | Docente y Escritora


Tu tiempo es limitado, así que no lo malgastes viviendo la vida de otro… Vive tu propia vida. Todo lo demás es secundario (Steve Jobs

Un día de tantos, platicando con una amiga cercana, comentó que el regalo más grande e invaluable que ella daba con su amistad, era el tiempo. Dedicar tiempo a las amistades, es un obsequio de valor incalculable, pues esos instantes se regalan y jamás vuelven, son insustituibles, no existirá un momento que se asemeje a esos minutos.

Si viéramos la vida como una película cada instante es como un cuadro, una consecución de escenas que ligadas unas tras otras, forman un conjunto, una historia que se cuenta. Es nuestra vida un conjunto de instantes invaluables, que hacen que valga la pena que al final del día al posar nuestra cabeza en la almohada, podamos sentirnos lo suficientemente satisfechos como para descansar y reparar energías al día siguiente.

Es entonces, que haciendo la analogía de la vida como una película, se sabe bien que toda gran producción requiere de un presupuesto, es decir de determinada cantidad de recursos para poder hacer esa representación de la mejor manera posible. A nosotros se nos dota de un super escenario, en el que podemos como protagonistas y directores al mismo tiempo, contamos con la facultad de escribir un guión diariamente, en el que decidimos indudablemente, cómo actuar ante las determinadas circunstancias que se nos presentan. Por lo tanto, la improvisación y la espontaneidad deben ir de la mano para lograr que el resultado de la acumulación de escenas a lo largo de nuestras vidas, nos permitan mirar en retrospectiva y sentirnos contentos, de que si bien no todo fue miel sobre hojuelas, el guión fue lo mejor que pudimos lograr.

En cuantas ocasiones, regalamos a los demás nuestro tiempo, y cuántas veces nos lo otorgamos a nosotros mismos. Pocas veces, llegamos a preguntarnos, qué hacemos con nuestro tiempo libre.

De las veinticuatro horas que tiene un día, hay rutinas ineludibles que seguimos, como un aproximado de ocho horas de sueño reparador y otras ocho en promedio de trabajo o estudio, y el resto del tiempo, ¿Cómo lo empleamos? Lo regalamos, lo vendemos, lo rentamos… ¿a quien se lo dedicamos?

En muchas ocasiones con tristeza y desconcierto escucho la expresión “matar el tiempo”, me alarma tal frase, es un crimen, un error garrafal que como raza humana hemos cometido a lo largo de la historia, y si bien es cierto hacemos cosas por pasar el tiempo… deberíamos cambiar esa visión, y en vez de cometer el asesinato de las horas, que pasamos mientras esperamos la consulta del doctor, nos olvidamos del tedio y los quehaceres que dejamos pendientes, y trasformamos ese tiempo de antesala, en un regalo para nosotros, ubicándonos en el aquí y en el ahora, respirando, mirando, sonriendo a los demás pacientes del lugar, quizás fraternizando o simplemente, tomando un momento de conciencia, de lo que ha ocurrido en la semana… ya no más momentos perdidos, basta de tiempo muerto. Basta de no atesorar momentos y experiencias. Degustar y saborear el instante que se evapora, que se esfuma.

Instantes, momento, pedacitos de eternidad que nos son otorgados, son un regalo, podemos compartirlo, exprimirlo hasta la última gota, o bien dejarlo que se marche con el viento efímero de la indiferencia y la resequedad de nuestros sentimientos.

Perder tiempo es perder vida

Es suicidio parcial que se consuma poco a poco.


Ana Verónica Torres Licón | Docente y Escritora