/ miércoles 18 de noviembre de 2020

Sobre mesa | Legado cultural de la Revolución Mexicana

La revolución mexicana fue un conflicto armado que dejó un saldo de 1.4 millones de muertos. Durante siete años el país atravesó una época convulsa. Los campesinos se adhirieron a un ejército improvisado que peleó contra el ejército oficial. El levantamiento tenía como objetivo derrocar a Porfirio Díaz que ocupó la Presidencia de la República durante treinta y cuatro años. Francisco I. Madero emite el Plan de San Luis incitando a la población a iniciar el movimiento bajo el lema: “Sufragio efectivo, no reelección”. Hubo levantamientos en el vasto territorio nacional, que culminaron con la renuncia de Díaz y el triunfo de Madero en las elecciones presidenciales de 1911. Esta revolución de índole social que reclamaba una mejora en las condiciones de vida y de trabajo para las clases marginadas, como obreros y campesinos, cristaliza estas demandas en la Constitución Política promulgada en 1917. Sin omitir esta trascendente consecuencia, la revolución dejó incrustada en el legado cultural, significativas estampas que configuran un recuadro multicolor.

La música en el campo de batalla fue un elemento distintivo. Según se cuenta, los ejércitos villistas se lanzaban al ataque entonando canciones populares. Es entonces que el corrido surge como un género que contaba historias épicas de las batallas libradas, en los que se enaltecía el valor y la fuerza de los combatientes. En la actualidad siguen vigentes como una expresión de música popular, aunque ya se abordan distintas temáticas y que ya han causado polémica.

De la mano del corrido surge el caudillismo. En el afán de mostrar las cualidades de los líderes que dirigían el movimiento se dibuja una imagen entre la fantasía y la realidad de los generales Francisco Villa y Emiliano Zapata, que se convierten en personajes emblemáticos del movimiento social.

En cuanto a la gastronomía, dadas las condiciones del campo de batalla y el carácter itinerante de los ejércitos, habiendo la precaria situación, el ejército revolucionario se alimentaba de tortillas de maíz y frijoles, en ocasiones se encontraban un animal en el camino y lo consumían. Ante la constante movilización de los campamentos y la escasez de utensilios, los tacos acorazados se convirtieron en una manera sencilla y práctica de consumir la comida. Consisten básicamente en dos tortillas con una cama de arroz y un guisado. Se dice que este platillo es originario de Morelos. Lo que podemos asegurar es que proporciona la facilidad de incorporar en un solo taco, la comida completa, y que sigue vigente hasta nuestros días.

Debemos recordad que gran parte de la población mexicana en esos años, no sabía leer ni escribir, por tanto se empleó el arte con fines didácticos. A partir del llamado nacionalismo revolucionario, se impulsó la obra artística. A través de la pintura mural, sobre todo, se comienzan a utilizar las paredes para enseñar historia. Diego Rivera, José Clemente Orozco y otros grandes pintores intelectuales dieron vida al muralismo, un movimiento artístico iniciado en México a principios del siglo XX, después de la Revolución Mexicana. Aún hay más detalles para incluir en este listado. Reconocer que la historia repercute en el futuro es un aspecto a destacar, sin embargo ser conscientes de las implicaciones actuales que son tangibles es crucial.

Ana Verónica Torres Licon.


La revolución mexicana fue un conflicto armado que dejó un saldo de 1.4 millones de muertos. Durante siete años el país atravesó una época convulsa. Los campesinos se adhirieron a un ejército improvisado que peleó contra el ejército oficial. El levantamiento tenía como objetivo derrocar a Porfirio Díaz que ocupó la Presidencia de la República durante treinta y cuatro años. Francisco I. Madero emite el Plan de San Luis incitando a la población a iniciar el movimiento bajo el lema: “Sufragio efectivo, no reelección”. Hubo levantamientos en el vasto territorio nacional, que culminaron con la renuncia de Díaz y el triunfo de Madero en las elecciones presidenciales de 1911. Esta revolución de índole social que reclamaba una mejora en las condiciones de vida y de trabajo para las clases marginadas, como obreros y campesinos, cristaliza estas demandas en la Constitución Política promulgada en 1917. Sin omitir esta trascendente consecuencia, la revolución dejó incrustada en el legado cultural, significativas estampas que configuran un recuadro multicolor.

La música en el campo de batalla fue un elemento distintivo. Según se cuenta, los ejércitos villistas se lanzaban al ataque entonando canciones populares. Es entonces que el corrido surge como un género que contaba historias épicas de las batallas libradas, en los que se enaltecía el valor y la fuerza de los combatientes. En la actualidad siguen vigentes como una expresión de música popular, aunque ya se abordan distintas temáticas y que ya han causado polémica.

De la mano del corrido surge el caudillismo. En el afán de mostrar las cualidades de los líderes que dirigían el movimiento se dibuja una imagen entre la fantasía y la realidad de los generales Francisco Villa y Emiliano Zapata, que se convierten en personajes emblemáticos del movimiento social.

En cuanto a la gastronomía, dadas las condiciones del campo de batalla y el carácter itinerante de los ejércitos, habiendo la precaria situación, el ejército revolucionario se alimentaba de tortillas de maíz y frijoles, en ocasiones se encontraban un animal en el camino y lo consumían. Ante la constante movilización de los campamentos y la escasez de utensilios, los tacos acorazados se convirtieron en una manera sencilla y práctica de consumir la comida. Consisten básicamente en dos tortillas con una cama de arroz y un guisado. Se dice que este platillo es originario de Morelos. Lo que podemos asegurar es que proporciona la facilidad de incorporar en un solo taco, la comida completa, y que sigue vigente hasta nuestros días.

Debemos recordad que gran parte de la población mexicana en esos años, no sabía leer ni escribir, por tanto se empleó el arte con fines didácticos. A partir del llamado nacionalismo revolucionario, se impulsó la obra artística. A través de la pintura mural, sobre todo, se comienzan a utilizar las paredes para enseñar historia. Diego Rivera, José Clemente Orozco y otros grandes pintores intelectuales dieron vida al muralismo, un movimiento artístico iniciado en México a principios del siglo XX, después de la Revolución Mexicana. Aún hay más detalles para incluir en este listado. Reconocer que la historia repercute en el futuro es un aspecto a destacar, sin embargo ser conscientes de las implicaciones actuales que son tangibles es crucial.

Ana Verónica Torres Licon.