/ miércoles 23 de diciembre de 2020

Sobre mesa | Después del solsticio

Oficialmente es invierno. Me agrada el invierno, es una época cuando todo parece que reposa tranquilamente. Los árboles desnudos resisten la temporada, el tapiz de hojas marchitas desaparece y las noches son largas. La oscuridad que se mece en los atardeceres, es suave y mansa. Dominamos el frío. Desde que la humanidad controló el fuego, las hogueras, chimeneas y artefactos caloríficos ocupan un lugar en los hogares. Recuerdo el tiempo que viví en la sierra y me acercaba a la estufa de leña para calentar mis manos.

En mi salón de clases durante los inviernos permanecía constantemente encendido un calentón de leña. La leña ardía sin cesar. El humo se deslizaba para luego salir expulsado por un tubo de lámina. La exhalación del artefacto era una estela gris oscura que se proyectaba en el cielo.

Siempre me gustó observar la llama. Traté de investigar su anatomía. Los colores se expandían: rojo, amarillo, naranja y un azul opaco que se convertía en una herida en el leño. Esa hendidura en el trozo de madera enegrecía poco a poco, hasta que se convertía en cenizas.

Después del solsticio mis recuerdos son claros. Después de cuatro años de ya no tener ningún armatoste que funcione con leña, puedo volver al pasado, retroceder en el tiempo, hojear los viejos días como si fueran fotografías de un álbum. No hay nostalgia en mis palabras, ni tristeza. Solo una evocación de mis continuas miradas de la luminiscente fogata. Sin duda, yo meditaba observando el fuego. La contemplación aprendida de manera empírica. El eterno hechizo del fuego.

Hoy agradezco a Prometeo por robar el fuego a los dioses del Olimpo. Un aplauso por su osadía y valor. El mito está vigente. La hazaña se reproduce cada invierno. La calidez del fuego nos somete, debemos estar cerca pero no demasiado, corremos el riesgo de quemarnos. La distancia justa, el lugar preciso junto a la hoguera nos garantiza el deseado estado de bienestar. Encontrar nuestro sitio en la vida es tan importante como hallar un lugar junto al fuego. Sabiduría y sentido común son suficientes.

Les deseo felices fiestas y un buen lugar alrededor de la hoguera.

Oficialmente es invierno. Me agrada el invierno, es una época cuando todo parece que reposa tranquilamente. Los árboles desnudos resisten la temporada, el tapiz de hojas marchitas desaparece y las noches son largas. La oscuridad que se mece en los atardeceres, es suave y mansa. Dominamos el frío. Desde que la humanidad controló el fuego, las hogueras, chimeneas y artefactos caloríficos ocupan un lugar en los hogares. Recuerdo el tiempo que viví en la sierra y me acercaba a la estufa de leña para calentar mis manos.

En mi salón de clases durante los inviernos permanecía constantemente encendido un calentón de leña. La leña ardía sin cesar. El humo se deslizaba para luego salir expulsado por un tubo de lámina. La exhalación del artefacto era una estela gris oscura que se proyectaba en el cielo.

Siempre me gustó observar la llama. Traté de investigar su anatomía. Los colores se expandían: rojo, amarillo, naranja y un azul opaco que se convertía en una herida en el leño. Esa hendidura en el trozo de madera enegrecía poco a poco, hasta que se convertía en cenizas.

Después del solsticio mis recuerdos son claros. Después de cuatro años de ya no tener ningún armatoste que funcione con leña, puedo volver al pasado, retroceder en el tiempo, hojear los viejos días como si fueran fotografías de un álbum. No hay nostalgia en mis palabras, ni tristeza. Solo una evocación de mis continuas miradas de la luminiscente fogata. Sin duda, yo meditaba observando el fuego. La contemplación aprendida de manera empírica. El eterno hechizo del fuego.

Hoy agradezco a Prometeo por robar el fuego a los dioses del Olimpo. Un aplauso por su osadía y valor. El mito está vigente. La hazaña se reproduce cada invierno. La calidez del fuego nos somete, debemos estar cerca pero no demasiado, corremos el riesgo de quemarnos. La distancia justa, el lugar preciso junto a la hoguera nos garantiza el deseado estado de bienestar. Encontrar nuestro sitio en la vida es tan importante como hallar un lugar junto al fuego. Sabiduría y sentido común son suficientes.

Les deseo felices fiestas y un buen lugar alrededor de la hoguera.