/ miércoles 7 de octubre de 2020

Sobre Mesa | Consejos de epicuro...hoy

La búsqueda de la felicidad, es una tarea incesante en el ser humano. La perseguimos como una mariposa… y eso no ocurre solo en nuestros días, ha sido una inquietud inherente a la humanidad a lo largo de la historia. Es entonces, que un filósofo de la antigüedad nos aconseja cómo encontrar la felicidad hoy.

Para empezar, debo presentar a Epicuro filósofo griego, que nació en el año 341 a.C, aproximadamente, que perteneció a una familia pobre (Neocles, su padre, era maestro de escuela y Querés Trates, su madre, adivina), nació y se educó en Samos. Podríamos pensar que no tenemos relación alguna con él, pues la época en la que vivió y el contexto en el cual se desarrolló, distan mucho de la época actual, pero puedo decir que algunas de sus ideas pueden ser útiles.

En una de sus obras Carta a Meneceo, que es donde se concentra el fundamento de su ética, menciona como la felicidad es la ausencia de dolor, si carecemos de cualquier sufrimiento, estamos ante la presencia de la felicidad. Esta premisa suena demasiado sencilla, para nuestros días, y podríamos refutar automáticamente.

Los supuestos y las exigencias de la vida misma en orden a su plenitud son actualmente avasalladoras. Y es entonces que Epicuro dice que existen necesidades vitales y otras que son superfluas.

Los medios de comunicación, las modas, la sociedad misma crea necesidades, deseos, que no son vitales, o trascendentes, pero que de cierta forma despiertan una ansiedad, como si de no obtener aquello dependiera la vida misma. Entonces, vivimos agobiados por obtener el carro del año, vestir de tal o cual marca, poseer un determinado celular, obtener aparatos electrónicos de última generación, vivir en determinado residencial, pertenecer a un club deportivo, estar considerado en los cánones de belleza. Y si bien es cierto, Epicuro, dice que busquemos lo que nos de placer, también menciona que todo se debe hacer con prudencia, como una máxima virtud que nos permita discernir entre aquellos placeres, que después nos puedan infringir o provocar un dolor mayor.

Para un buen vivir, Epicuro recomienda liberarse de temores. Una mente atemorizada es una mente infeliz y, al mismo tiempo, es, de alguna forma, creadora de infelicidad. Esta infelicidad y estos temores son principios destructores de la vida, de la alegría que debe inundar la existencia, y el sustentarse en ellos es una de las grandes falsificaciones que han poblado la historia. Pues durante mucho tiempo, la humanidad ha vivido presa de temores infundados, provocados por la ignorancia y la mitología.

El pasar de los años para Epicuro, amerita que se viva la juventud, apreciándola el tiempo de los goces, pero advierte que el placer puede reinar en toda la vida; no admite aseveraciones del tipo de que la vida es un conjunto de tragos amargos, por lo cual condena las actitudes fatalistas.

Epicuro, compro una casa y en el jardín de esta instruía a sus discípulos entre los que se contaban mujeres, ancianos, esclavos y niños, estos encuentros se orientaban, casi exclusivamente, a descubrir en qué consistía la felicidad desde las raíces mismas sobre las que se levantaba cada vida individual.

Me gustaría haber asistido a sus clases y escuchar con prontitud sus consejos, sin lugar a dudas Epicuro, haría invitaciones a gozar de la vida con prudencia, amarla y saborearla cada día, despojándose de miedos y falsas creencias dañinas.

La búsqueda de la felicidad, es una tarea incesante en el ser humano. La perseguimos como una mariposa… y eso no ocurre solo en nuestros días, ha sido una inquietud inherente a la humanidad a lo largo de la historia. Es entonces, que un filósofo de la antigüedad nos aconseja cómo encontrar la felicidad hoy.

Para empezar, debo presentar a Epicuro filósofo griego, que nació en el año 341 a.C, aproximadamente, que perteneció a una familia pobre (Neocles, su padre, era maestro de escuela y Querés Trates, su madre, adivina), nació y se educó en Samos. Podríamos pensar que no tenemos relación alguna con él, pues la época en la que vivió y el contexto en el cual se desarrolló, distan mucho de la época actual, pero puedo decir que algunas de sus ideas pueden ser útiles.

En una de sus obras Carta a Meneceo, que es donde se concentra el fundamento de su ética, menciona como la felicidad es la ausencia de dolor, si carecemos de cualquier sufrimiento, estamos ante la presencia de la felicidad. Esta premisa suena demasiado sencilla, para nuestros días, y podríamos refutar automáticamente.

Los supuestos y las exigencias de la vida misma en orden a su plenitud son actualmente avasalladoras. Y es entonces que Epicuro dice que existen necesidades vitales y otras que son superfluas.

Los medios de comunicación, las modas, la sociedad misma crea necesidades, deseos, que no son vitales, o trascendentes, pero que de cierta forma despiertan una ansiedad, como si de no obtener aquello dependiera la vida misma. Entonces, vivimos agobiados por obtener el carro del año, vestir de tal o cual marca, poseer un determinado celular, obtener aparatos electrónicos de última generación, vivir en determinado residencial, pertenecer a un club deportivo, estar considerado en los cánones de belleza. Y si bien es cierto, Epicuro, dice que busquemos lo que nos de placer, también menciona que todo se debe hacer con prudencia, como una máxima virtud que nos permita discernir entre aquellos placeres, que después nos puedan infringir o provocar un dolor mayor.

Para un buen vivir, Epicuro recomienda liberarse de temores. Una mente atemorizada es una mente infeliz y, al mismo tiempo, es, de alguna forma, creadora de infelicidad. Esta infelicidad y estos temores son principios destructores de la vida, de la alegría que debe inundar la existencia, y el sustentarse en ellos es una de las grandes falsificaciones que han poblado la historia. Pues durante mucho tiempo, la humanidad ha vivido presa de temores infundados, provocados por la ignorancia y la mitología.

El pasar de los años para Epicuro, amerita que se viva la juventud, apreciándola el tiempo de los goces, pero advierte que el placer puede reinar en toda la vida; no admite aseveraciones del tipo de que la vida es un conjunto de tragos amargos, por lo cual condena las actitudes fatalistas.

Epicuro, compro una casa y en el jardín de esta instruía a sus discípulos entre los que se contaban mujeres, ancianos, esclavos y niños, estos encuentros se orientaban, casi exclusivamente, a descubrir en qué consistía la felicidad desde las raíces mismas sobre las que se levantaba cada vida individual.

Me gustaría haber asistido a sus clases y escuchar con prontitud sus consejos, sin lugar a dudas Epicuro, haría invitaciones a gozar de la vida con prudencia, amarla y saborearla cada día, despojándose de miedos y falsas creencias dañinas.