/ miércoles 24 de febrero de 2021

Sobre mesa | Aguja e hilo

Mi madre murió hace seis años. Pocas veces aparece en mis sueños. La recuerdo constantemente en las lecciones de vida que aprendí durante nuestra convivencia. No siento nostalgia por el tiempo pasado. Desde que inició el año la he soñado dos o tres veces. Son sueños a colores llenos de detalles. Aparece como una mujer madura, fuerte y vigorosa. Se dirige a mí con su voz serena. Me observa con detenimiento. Me escucha con atención. Yo le expongo mis problemas actuales, la molestia que siento por la desaparición de unos objetos personales que ella me dejó en custodia. Ella no me da respuestas. Sabe que tengo razón. No puede discutir conmigo, antes me hubiese tratado de convencer que me equivoco en mis juicios y apreciaciones sobre las cuestiones que me acongojan. Sigo con mis quejas hasta que las agoto. Suspiro, me quedo en silencio como un globo desinflado. Ella ve el cansancio en mi expresión corporal y para animarme me dice, ve por aguja e hilo, que el hilo sea blanco, vamos a arreglar el vestido vintage que compraste. Creo que esa fue su forma de consolarme, decirme que ella sabe de mis pasos, que el vestido necesita unos ajustes en la cintura, para que ahorme bien. El sueño termina. Yo despierto.

Me levanto de la cama con entusiasmo. Busco el vestido en la maleta. Me dispongo a hacerle los ajustes necesarios. Siempre tengo un costurero entre mis pertenencias. Agujas e hilo son parte de mi kit de supervivencia ante la vida. Mi mamá murió hace seis años. La muerte es universal todos hemos perdido algún ser querido, moriremos algún día. Hay una permanencia de los seres que trascendieron en los objetos que nos recuerdan sus palabras y sus acciones. Perdí objetos de mi madre de valor económico, pero no perdí sus enseñanzas.

Vuelvo al presente, observo con detenimiento el vestido que pretendo reparar. Estoy segura que le hubiera gustado mi elección, me ayudaría a ajustarlo y sin duda lo haría mejor que yo. Ahora no está. Sus objetos de valor me pertenecen. Solo me quedan aguja e hilo. Me gusta pensar que puedo arreglar las cosas, como ella lo hacía.


Ana Verónica Torres LIcon


Mi madre murió hace seis años. Pocas veces aparece en mis sueños. La recuerdo constantemente en las lecciones de vida que aprendí durante nuestra convivencia. No siento nostalgia por el tiempo pasado. Desde que inició el año la he soñado dos o tres veces. Son sueños a colores llenos de detalles. Aparece como una mujer madura, fuerte y vigorosa. Se dirige a mí con su voz serena. Me observa con detenimiento. Me escucha con atención. Yo le expongo mis problemas actuales, la molestia que siento por la desaparición de unos objetos personales que ella me dejó en custodia. Ella no me da respuestas. Sabe que tengo razón. No puede discutir conmigo, antes me hubiese tratado de convencer que me equivoco en mis juicios y apreciaciones sobre las cuestiones que me acongojan. Sigo con mis quejas hasta que las agoto. Suspiro, me quedo en silencio como un globo desinflado. Ella ve el cansancio en mi expresión corporal y para animarme me dice, ve por aguja e hilo, que el hilo sea blanco, vamos a arreglar el vestido vintage que compraste. Creo que esa fue su forma de consolarme, decirme que ella sabe de mis pasos, que el vestido necesita unos ajustes en la cintura, para que ahorme bien. El sueño termina. Yo despierto.

Me levanto de la cama con entusiasmo. Busco el vestido en la maleta. Me dispongo a hacerle los ajustes necesarios. Siempre tengo un costurero entre mis pertenencias. Agujas e hilo son parte de mi kit de supervivencia ante la vida. Mi mamá murió hace seis años. La muerte es universal todos hemos perdido algún ser querido, moriremos algún día. Hay una permanencia de los seres que trascendieron en los objetos que nos recuerdan sus palabras y sus acciones. Perdí objetos de mi madre de valor económico, pero no perdí sus enseñanzas.

Vuelvo al presente, observo con detenimiento el vestido que pretendo reparar. Estoy segura que le hubiera gustado mi elección, me ayudaría a ajustarlo y sin duda lo haría mejor que yo. Ahora no está. Sus objetos de valor me pertenecen. Solo me quedan aguja e hilo. Me gusta pensar que puedo arreglar las cosas, como ella lo hacía.


Ana Verónica Torres LIcon