/ jueves 4 de julio de 2019

Sobre amor y poder; confusión del mexicano

En su libro “psicología del mexicano” Rogelio Díaz Guerrero expresa una confusión común de los mexicanos sobre las dimensiones del amor y el poder. Mediante estudios detallados de las creencias del mexicano y expresiones culturales observa que con regularidad existe un traslape del creencias del amor con las del poder o el control.

Lo anterior puede tener consecuencias prácticas arrolladoras. En las relaciones interpersonales es continuo observar cómo se confunde el amor con el poder, donde las parejas tratan de imponer un ordenamiento por encima del ser amado. Hay una concepción de control. Pero no es el punto que quisiera abordar, sino la confusión existente en la política aun en nuestro tiempo.

Díaz Guerrero genera sus estudios a finales de la década de los 60´s, pero aun en nuestro tiempo vemos pautas muy similares a las que expresa.

Lo cierto es que no respetamos las embestiduras de poder, sino que las amamos e incluso nos fanatizamos con ellas.

El mexicano no ha entendido la línea divisoria entre amar a una persona y el poder que puede ejercer ante ella o que puede ser ejercido a él mismo.

Como sociedad somos incapaces de evaluar de forma certera y objetiva los excesos del poder e incluso los promovemos, justificamos las acciones de los gobernantes como lo hacemos con los seres amados, incluso a veces hay manifestaciones de extremo donde pareciera que se vive una relación amorosa patológica, es posible visualizar incluso expresiones de sadismo y masoquismo con los gobernantes.

Los gobernantes no deben ser amados, deben ser criticados y juzgados con certeza y claridad. Una crítica bien fundada, vale más que muchos aplausos. A la democracia le viene mejor el juicio crítico de los informados que todas las expresiones de apoyo.

Incluso cuando eres parte de un movimiento social o político debes estar más listo a los errores, corregirlos que a celebrar los pequeños detalles.

El mexicano debe aprender a separar sus emociones del trabajo bien realizado o de las claras omisiones, mientras nos dejemos llevar por nuestros sentimientos más primitivos no podremos gozar de sociedades políticamente bien dirigidas. El fanatismo es la expresión máxima de la ignorancia y es importante respetar las críticas cuando son acertadas y simplemente corregirlas cuando son erradas, pero es prioritario desarrollar una sociedad informada y bien dispuesta al cambio.

Dividir el territorio del amor del poder es condición primera para el cambio de paradigma político, no necesitamos salvadores y no objetos de amor, necesitamos gobernantes serios alejados de la demagogia y las falsas promesas, necesitamos gente de pensamiento claro y capaces de ejecutar cambios.


En su libro “psicología del mexicano” Rogelio Díaz Guerrero expresa una confusión común de los mexicanos sobre las dimensiones del amor y el poder. Mediante estudios detallados de las creencias del mexicano y expresiones culturales observa que con regularidad existe un traslape del creencias del amor con las del poder o el control.

Lo anterior puede tener consecuencias prácticas arrolladoras. En las relaciones interpersonales es continuo observar cómo se confunde el amor con el poder, donde las parejas tratan de imponer un ordenamiento por encima del ser amado. Hay una concepción de control. Pero no es el punto que quisiera abordar, sino la confusión existente en la política aun en nuestro tiempo.

Díaz Guerrero genera sus estudios a finales de la década de los 60´s, pero aun en nuestro tiempo vemos pautas muy similares a las que expresa.

Lo cierto es que no respetamos las embestiduras de poder, sino que las amamos e incluso nos fanatizamos con ellas.

El mexicano no ha entendido la línea divisoria entre amar a una persona y el poder que puede ejercer ante ella o que puede ser ejercido a él mismo.

Como sociedad somos incapaces de evaluar de forma certera y objetiva los excesos del poder e incluso los promovemos, justificamos las acciones de los gobernantes como lo hacemos con los seres amados, incluso a veces hay manifestaciones de extremo donde pareciera que se vive una relación amorosa patológica, es posible visualizar incluso expresiones de sadismo y masoquismo con los gobernantes.

Los gobernantes no deben ser amados, deben ser criticados y juzgados con certeza y claridad. Una crítica bien fundada, vale más que muchos aplausos. A la democracia le viene mejor el juicio crítico de los informados que todas las expresiones de apoyo.

Incluso cuando eres parte de un movimiento social o político debes estar más listo a los errores, corregirlos que a celebrar los pequeños detalles.

El mexicano debe aprender a separar sus emociones del trabajo bien realizado o de las claras omisiones, mientras nos dejemos llevar por nuestros sentimientos más primitivos no podremos gozar de sociedades políticamente bien dirigidas. El fanatismo es la expresión máxima de la ignorancia y es importante respetar las críticas cuando son acertadas y simplemente corregirlas cuando son erradas, pero es prioritario desarrollar una sociedad informada y bien dispuesta al cambio.

Dividir el territorio del amor del poder es condición primera para el cambio de paradigma político, no necesitamos salvadores y no objetos de amor, necesitamos gobernantes serios alejados de la demagogia y las falsas promesas, necesitamos gente de pensamiento claro y capaces de ejecutar cambios.