/ lunes 27 de julio de 2020

Sana Nuestra Tierra  

¿Quién no ha escuchado decir? ¡Cómo han cambiado las cosas! Recuerdo cuando era niño. La seguridad, la armonía, el compañerismo, la camaradería y la familiaridad entre vecinos era una experiencia única. ¿Qué ha pasado? ¿Qué se ha perdido? ¿Cómo podemos recuperar lo perdido?

Sin duda alguna que la nación está enferma no sólo de COVID19, está enferma de inseguridad, está enferma su economía, está enferma de desempleo, está enferma pobreza, y muchos males más. Entonces hagámonos una pregunta ¿Cómo puede ser sanada la nación? La misma palabra de Dios nos da la respuesta en 2 Crónicas 7:14 “Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra”

Hoy deseo compartir dos principios importantes en la recuperación de la nación.

Una nación es sanada cuando se humilla delante de Dios. “Si se humillare mi pueblo…” ¿Qué es humillarse? Bíblicamente hablando, significa aceptar o reconocer mi condición de lo que soy, como estoy y he hecho con respecto a lo que Dios dice que debería ser, estar y hacer. En otras palabras, es reconocer que no hemos hecho lo que Dios quiere hagamos, y que mal hemos hecho lo que a nosotros nos pareciere. Humillarse es reconocer que hemos hecho las cosas mal.

Cuantas veces mientras nuestra nación se deteriora moral, espiritual, política y familiarmente nosotros parecemos dormidos en el lecho de la desesperanza, pero cuando despierto en medio de la humillación de mi propia vanidad, la oración me conecta con el trono de la gracia para ver el despertar de mi espíritu y de mi pueblo.

La humillación corresponde no solo a las pastores, a los sacerdotes, a los religiosos o a los gobernantes, corresponde a todo los mexicanos. Y los tiempos que nos ha tocado vivir nos dan la atmosfera perfecta para humillarnos ante Dios y pedir perdón por la nación.

La nación es sanada cuando ora con fe “…Y oran…” Orar porque es la única opción que tenemos, no hay plan “b” Orar es lo más seguro para que la nación sea sanada. Jesús mismo lo demostró en todo su ministerio.

Necesitamos que las ventanas de los cielos se abran una y otra vez sobre nuestras cabezas y descienda sanidad a toda la nación, a toda la tierra.

La oración, la intercesión y el quebranto son las herramientas divinas para ver cambios sustanciales en nuestra nación. ¿Cuándo fue la última vez que invertimos unas cuantas horas en la noche o en la mañana para interceder por nuestra nación? Dios le dijo a Salomón: ¡Si mi pueblo se humilla y ora! Dos primeros elementos vitales en el sendero de la recuperación de nuestra nación y esos dos elementos comienzan en mí y en ti.

Dice en Jeremías 29:7 Y procurad la paz de la ciudad a la cual os hice transportar, y rogad por ella a Jehová; porque en su paz tendréis vosotros paz.

Puede orar en cualquier parte, en cualquier momento. Da lo mismo que esté sentado o de pie. No es necesario estar en un templo ni en ningún lugar en particular. La oración establece un vínculo entre el Señor y usted, se encuentres dónde te encuentre. Dios no concibe la oración como un rito, sino como un animado intercambio, un diálogo afectuoso entre buenos amigos.

Estimado lector, crea en Dios, sea feliz en este mundo y un día vaya al cielo.

¿Quién no ha escuchado decir? ¡Cómo han cambiado las cosas! Recuerdo cuando era niño. La seguridad, la armonía, el compañerismo, la camaradería y la familiaridad entre vecinos era una experiencia única. ¿Qué ha pasado? ¿Qué se ha perdido? ¿Cómo podemos recuperar lo perdido?

Sin duda alguna que la nación está enferma no sólo de COVID19, está enferma de inseguridad, está enferma su economía, está enferma de desempleo, está enferma pobreza, y muchos males más. Entonces hagámonos una pregunta ¿Cómo puede ser sanada la nación? La misma palabra de Dios nos da la respuesta en 2 Crónicas 7:14 “Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra”

Hoy deseo compartir dos principios importantes en la recuperación de la nación.

Una nación es sanada cuando se humilla delante de Dios. “Si se humillare mi pueblo…” ¿Qué es humillarse? Bíblicamente hablando, significa aceptar o reconocer mi condición de lo que soy, como estoy y he hecho con respecto a lo que Dios dice que debería ser, estar y hacer. En otras palabras, es reconocer que no hemos hecho lo que Dios quiere hagamos, y que mal hemos hecho lo que a nosotros nos pareciere. Humillarse es reconocer que hemos hecho las cosas mal.

Cuantas veces mientras nuestra nación se deteriora moral, espiritual, política y familiarmente nosotros parecemos dormidos en el lecho de la desesperanza, pero cuando despierto en medio de la humillación de mi propia vanidad, la oración me conecta con el trono de la gracia para ver el despertar de mi espíritu y de mi pueblo.

La humillación corresponde no solo a las pastores, a los sacerdotes, a los religiosos o a los gobernantes, corresponde a todo los mexicanos. Y los tiempos que nos ha tocado vivir nos dan la atmosfera perfecta para humillarnos ante Dios y pedir perdón por la nación.

La nación es sanada cuando ora con fe “…Y oran…” Orar porque es la única opción que tenemos, no hay plan “b” Orar es lo más seguro para que la nación sea sanada. Jesús mismo lo demostró en todo su ministerio.

Necesitamos que las ventanas de los cielos se abran una y otra vez sobre nuestras cabezas y descienda sanidad a toda la nación, a toda la tierra.

La oración, la intercesión y el quebranto son las herramientas divinas para ver cambios sustanciales en nuestra nación. ¿Cuándo fue la última vez que invertimos unas cuantas horas en la noche o en la mañana para interceder por nuestra nación? Dios le dijo a Salomón: ¡Si mi pueblo se humilla y ora! Dos primeros elementos vitales en el sendero de la recuperación de nuestra nación y esos dos elementos comienzan en mí y en ti.

Dice en Jeremías 29:7 Y procurad la paz de la ciudad a la cual os hice transportar, y rogad por ella a Jehová; porque en su paz tendréis vosotros paz.

Puede orar en cualquier parte, en cualquier momento. Da lo mismo que esté sentado o de pie. No es necesario estar en un templo ni en ningún lugar en particular. La oración establece un vínculo entre el Señor y usted, se encuentres dónde te encuentre. Dios no concibe la oración como un rito, sino como un animado intercambio, un diálogo afectuoso entre buenos amigos.

Estimado lector, crea en Dios, sea feliz en este mundo y un día vaya al cielo.