/ domingo 19 de julio de 2020

Restauremos los Muros

Creo que todos estaremos de acuerdo que nuestra ciudad, nuestro bello México y el mundo en general necesita ser restaurado. Los grandes muros de la economía que sostenían al mundo se han venido a pique. Los muros de la seguridad han sido derribados. Los muros de la salud están caídos. Y todo muro, que representan bienestar y protección, se ha venido a tierra. Eso está a la vista de todos y nos da la pauta para pensar en la necesidad de restauración. Por restaurar quiero decir, reparar lo que se ha dañado.

El libro de Nehemías es un claro ejemplo de restauración, Dios lo usó de manera especial para levantar los muros de Jerusalén que habían sido derribados.

No podemos desconocer la dura realidad del mundo que va en decadencia a todo nivel. Estoy convencido que Dios quiere restaurar lo que ha sido dañado en el mundo entero. A la luz del libro de Nehemías, la restauración empieza con un hombre o con una mujer sensible al dolor del próximo, y que esté dispuesta a hacer algo.

Nehemías estaba tranquilo en su trabajo en el palacio del rey Artejerjes a quien servía en un puesto muy importante. Le llegaron noticias de su pueblo que lo inquietaron: ellos estaban en la cautividad, en gran mal y afrenta. La actitud de Nehemías no fue indiferente, por el contrario su sentido de pertenencia con el pueblo se manifestó: “Cuando oí estas palabras me senté y lloré, e hice duelo por algunos días, y ayuné y oré delante del Dios de los cielos” (Nehemías 1:4).

Miremos lo que hizo Nehemías: Se sentó, lloró, hizo duelo, ayunó y oró Dios. Dios produjo un sentir en Nehemías y eso cambió su semblante; ya no estaba ajeno ni indiferente a la condición de su pueblo, ahora estaba triste y el rey notó que algo estaba le estaba sucediendo. Al verse descubierto sintió temor, sin embargo, no pudo callar y en pocas palabras expresó el motivo de su dolor: “¿Cómo no estará triste mi rostro, cuando la ciudad, casa de los sepulcros de mis padres, está desierta, y sus puertas consumidas por el fuego?” (2:3)

El rey supo que era serio lo que sentía Nehemías y le ofreció su ayuda: “Qué cosa pides?” (2:4), pero antes de hacer la petición de permitirle ir a Jerusalén a reedificarla, Nehemías oró. Halló gracia ante el rey y le pidió todo lo que necesitaba y le fue concedido.

Cuando Dios da el sentir y ese sentir es el motor para buscar la restauración, él provee toda la ayuda necesaria y su gracia siempre estará con nosotros, podemos contar con su respaldo ya que Él es el más interesado en restaurar, Jesús vino para restaurar,

A Nehemías el sueño se le escapó y aún de noche salía a mirar la realidad de la ciudad en compañía de solo unos pocos varones. La realidad que nos ha tocado vivir es tan fuerte que no podemos dormirnos o quedarnos cruzados de brazos. Dios tiene todo para restaurar lo que está dañado, solo hace falta una persona sensible y dispuesta que atienda el sentir de Dios. Él ya ha provisto lo necesario, así que… ¡Animo! Restauremos juntos los muros caídos, es tarea de todos. El pueblo dijo: “Levantémonos y edifiquemos. Así esforzaron sus manos para bien” (Nehemías 2:18)

Estimado lector, crea en Dios, sea feliz en este mundo y un día vaya al cielo.

Creo que todos estaremos de acuerdo que nuestra ciudad, nuestro bello México y el mundo en general necesita ser restaurado. Los grandes muros de la economía que sostenían al mundo se han venido a pique. Los muros de la seguridad han sido derribados. Los muros de la salud están caídos. Y todo muro, que representan bienestar y protección, se ha venido a tierra. Eso está a la vista de todos y nos da la pauta para pensar en la necesidad de restauración. Por restaurar quiero decir, reparar lo que se ha dañado.

El libro de Nehemías es un claro ejemplo de restauración, Dios lo usó de manera especial para levantar los muros de Jerusalén que habían sido derribados.

No podemos desconocer la dura realidad del mundo que va en decadencia a todo nivel. Estoy convencido que Dios quiere restaurar lo que ha sido dañado en el mundo entero. A la luz del libro de Nehemías, la restauración empieza con un hombre o con una mujer sensible al dolor del próximo, y que esté dispuesta a hacer algo.

Nehemías estaba tranquilo en su trabajo en el palacio del rey Artejerjes a quien servía en un puesto muy importante. Le llegaron noticias de su pueblo que lo inquietaron: ellos estaban en la cautividad, en gran mal y afrenta. La actitud de Nehemías no fue indiferente, por el contrario su sentido de pertenencia con el pueblo se manifestó: “Cuando oí estas palabras me senté y lloré, e hice duelo por algunos días, y ayuné y oré delante del Dios de los cielos” (Nehemías 1:4).

Miremos lo que hizo Nehemías: Se sentó, lloró, hizo duelo, ayunó y oró Dios. Dios produjo un sentir en Nehemías y eso cambió su semblante; ya no estaba ajeno ni indiferente a la condición de su pueblo, ahora estaba triste y el rey notó que algo estaba le estaba sucediendo. Al verse descubierto sintió temor, sin embargo, no pudo callar y en pocas palabras expresó el motivo de su dolor: “¿Cómo no estará triste mi rostro, cuando la ciudad, casa de los sepulcros de mis padres, está desierta, y sus puertas consumidas por el fuego?” (2:3)

El rey supo que era serio lo que sentía Nehemías y le ofreció su ayuda: “Qué cosa pides?” (2:4), pero antes de hacer la petición de permitirle ir a Jerusalén a reedificarla, Nehemías oró. Halló gracia ante el rey y le pidió todo lo que necesitaba y le fue concedido.

Cuando Dios da el sentir y ese sentir es el motor para buscar la restauración, él provee toda la ayuda necesaria y su gracia siempre estará con nosotros, podemos contar con su respaldo ya que Él es el más interesado en restaurar, Jesús vino para restaurar,

A Nehemías el sueño se le escapó y aún de noche salía a mirar la realidad de la ciudad en compañía de solo unos pocos varones. La realidad que nos ha tocado vivir es tan fuerte que no podemos dormirnos o quedarnos cruzados de brazos. Dios tiene todo para restaurar lo que está dañado, solo hace falta una persona sensible y dispuesta que atienda el sentir de Dios. Él ya ha provisto lo necesario, así que… ¡Animo! Restauremos juntos los muros caídos, es tarea de todos. El pueblo dijo: “Levantémonos y edifiquemos. Así esforzaron sus manos para bien” (Nehemías 2:18)

Estimado lector, crea en Dios, sea feliz en este mundo y un día vaya al cielo.