/ jueves 23 de septiembre de 2021

Reflexiones del profe Guerre | 23 de septiembre 1965

Una fresca mañana de otoño de hace 56 años un grupo de jóvenes valientes decidieron que debían de hacer algo para cambiar el destino de la patria. Con poca experiencia, cansados, desvelados y mal armados, se parapetaron en torno del cuartel militar de la serrana población de Madera al noroeste del estado de Chihuahua.

-¡Pégale al foco!- fue la orden para iniciar el ataque en aquella madrugada otoñal, una pequeña luminaria que colgaba frente a la puerta del cuartel cayó abatida hecha añicos. Ramón Mendoza cumplió cabalmente la orden, aquel campesino era uno de los que mejor manejaba el rifle, aquellos de poca potencia y bajo calibre que llevaban los rebeldes soñadores, acompañados de bombas molotov caseras, viejos fusiles 30-30, rifles 22 y escopetas de caza; pistolitas prácticamente de juguete, contra 120 militares armados y entrenados, formados en un ejército con la consigna de reprimir y asesinar a estudiantes, campesinos, obreros y pueblo desarmado. La respuesta fue feroz, en un desigual combate cayeron abatidos y cazados por una marabunta militar asesina, los combatientes; Arturo Gámiz García, el Dr. Pablo Gómez Ramírez, Miguel Quiñonez Pedroza, Salomón Gaytán, Rafael Martínez Valdivia, Oscar Sandoval Salinas, Emilio Gámiz García y Antonio Escobell Gaytán, logrando escapar con vida, Ramón Mendoza, Raúl Florencio Lugo, Francisco Ornelas Gómez y Matías Fernández. Arturo Gámiz fue profesor de primaria y luchador social que enfrentaba junto con el doctor Pablo Gómez Ramírez a las compañías madereras y a los caciques depredadores de los bosques de chihuahua. Ambos habían intentado por todos los medios legales y pacíficos, hacerse escuchar, ante unas autoridades sordas y corruptas que jamás atendieron las demandas de justicia social y necesidades de los pueblos campesinos y obreros a los que sólo dieron castigo y represión. En la sierra los pobladores fueron despojados y desplazados de sus tierras, los caciques y sus guardias blancas hacían y deshacían a su antojo; hurtaban su ganado, quemaban sus ranchos, violaban a sus mujeres y asesinaban a sus hombres con la criminal complicidad de las policías locales, la judicial del estado y el apoyo del ejército. El colmo del cinismo fue la demoledora frase del tristemente célebre General Praxedis Giner Durán, Gobernador del Estado, a la hora de enterrar en una fosa común a los guerrilleros sacrificados. Amontonados como perros apestados fueron arrojados a una fosa común con la lapidaria frase de sus verdugos -“¿querían tierra? Denles hasta que se harten”-. 56 años después la historia oficial no ha dado el lugar que corresponde a estos héroes prácticamente anónimos, que entregaron su vida pidiendo democracia, libertad y justicia social para los pobres. La cerrazón de los gobiernos de corte capitalista, los trató como delincuentes comunes, cuando lo único que intentaron fue apoyar a los más desvalidos en la escala social, acabar con la desigualdad y equilibrar la balanza donde unos pocos gandallas se apoderaban de lo que pertenecía a todos. El 23 de septiembre de 1965, fue el detonante de por lo menos 3 décadas en las que muchos jóvenes hombres y mujeres, decidieron tomar la vía armada para cambiar al régimen.

Los sanguinarios presidentes; Gustavo Díaz Ordaz, Echeverría y López Portillo, mancharon sus manos con sangre de jóvenes líderes sociales y estudiantes destacados que enfrentaron al sistema y que hoy en la Cuarta Transformación, se hace necesario recuperar la memoria histórica.

Pablo y Arturo; médico y maestro; simbiosis mística. 23 de septiembre no se olvida.

PROFESOR GUERRERO RODRIGUEZ VILLALOBOS

Una fresca mañana de otoño de hace 56 años un grupo de jóvenes valientes decidieron que debían de hacer algo para cambiar el destino de la patria. Con poca experiencia, cansados, desvelados y mal armados, se parapetaron en torno del cuartel militar de la serrana población de Madera al noroeste del estado de Chihuahua.

-¡Pégale al foco!- fue la orden para iniciar el ataque en aquella madrugada otoñal, una pequeña luminaria que colgaba frente a la puerta del cuartel cayó abatida hecha añicos. Ramón Mendoza cumplió cabalmente la orden, aquel campesino era uno de los que mejor manejaba el rifle, aquellos de poca potencia y bajo calibre que llevaban los rebeldes soñadores, acompañados de bombas molotov caseras, viejos fusiles 30-30, rifles 22 y escopetas de caza; pistolitas prácticamente de juguete, contra 120 militares armados y entrenados, formados en un ejército con la consigna de reprimir y asesinar a estudiantes, campesinos, obreros y pueblo desarmado. La respuesta fue feroz, en un desigual combate cayeron abatidos y cazados por una marabunta militar asesina, los combatientes; Arturo Gámiz García, el Dr. Pablo Gómez Ramírez, Miguel Quiñonez Pedroza, Salomón Gaytán, Rafael Martínez Valdivia, Oscar Sandoval Salinas, Emilio Gámiz García y Antonio Escobell Gaytán, logrando escapar con vida, Ramón Mendoza, Raúl Florencio Lugo, Francisco Ornelas Gómez y Matías Fernández. Arturo Gámiz fue profesor de primaria y luchador social que enfrentaba junto con el doctor Pablo Gómez Ramírez a las compañías madereras y a los caciques depredadores de los bosques de chihuahua. Ambos habían intentado por todos los medios legales y pacíficos, hacerse escuchar, ante unas autoridades sordas y corruptas que jamás atendieron las demandas de justicia social y necesidades de los pueblos campesinos y obreros a los que sólo dieron castigo y represión. En la sierra los pobladores fueron despojados y desplazados de sus tierras, los caciques y sus guardias blancas hacían y deshacían a su antojo; hurtaban su ganado, quemaban sus ranchos, violaban a sus mujeres y asesinaban a sus hombres con la criminal complicidad de las policías locales, la judicial del estado y el apoyo del ejército. El colmo del cinismo fue la demoledora frase del tristemente célebre General Praxedis Giner Durán, Gobernador del Estado, a la hora de enterrar en una fosa común a los guerrilleros sacrificados. Amontonados como perros apestados fueron arrojados a una fosa común con la lapidaria frase de sus verdugos -“¿querían tierra? Denles hasta que se harten”-. 56 años después la historia oficial no ha dado el lugar que corresponde a estos héroes prácticamente anónimos, que entregaron su vida pidiendo democracia, libertad y justicia social para los pobres. La cerrazón de los gobiernos de corte capitalista, los trató como delincuentes comunes, cuando lo único que intentaron fue apoyar a los más desvalidos en la escala social, acabar con la desigualdad y equilibrar la balanza donde unos pocos gandallas se apoderaban de lo que pertenecía a todos. El 23 de septiembre de 1965, fue el detonante de por lo menos 3 décadas en las que muchos jóvenes hombres y mujeres, decidieron tomar la vía armada para cambiar al régimen.

Los sanguinarios presidentes; Gustavo Díaz Ordaz, Echeverría y López Portillo, mancharon sus manos con sangre de jóvenes líderes sociales y estudiantes destacados que enfrentaron al sistema y que hoy en la Cuarta Transformación, se hace necesario recuperar la memoria histórica.

Pablo y Arturo; médico y maestro; simbiosis mística. 23 de septiembre no se olvida.

PROFESOR GUERRERO RODRIGUEZ VILLALOBOS