/ viernes 3 de mayo de 2019

“Que Permanezcan la Fe y la Esperanza el Amor”

Como pastor consejero, he tenido la oportunidad de platicar con muchísimas personas que sienten que su vida ha llegado al extremo. Lamentablemente muchos no creen poder seguir adelante y que les faltan fuerzas para enfrentar ciertas situaciones de la vida. Me ha sido muy común escuchar: “Soy un fracaso”. “Todo lo que hago no sirve”. “No le importo a nadie”.

“No sirvo para nada” etc. Cada uno de estos pensamientos lo que hacen es alejar más a las personas de la esperanza y de una vida de paz. Para muchos, no pocos, vivir es una pena, y solo ven el futuro sin gloria y sin esperanza. En estos tiempos lo que necesitamos es creer que si se puede salir adelante. Que es posible tener esperanza, fe, y un amor que nunca nos dejara. La Palaba de Dios dice: “Ahora, pues, permanecen la fe, la esperanza y el amor. Pero el amor es el mayor” (1 Corintos 13:13) La fe nos anima a poner la confianza en Dios. Necesitamos confiar plenamente en Dios en todas las cosas, y creer que para Él todo le es posible. La esperanza nos invita a soñar, y a creer que sí podemos salir adelante.

“Si se puede”. Son tres palabras que cada persona necesita para salir de la adversidad, de las malas rachas, para vencer cualquier circunstancia que se le presente. “Si, se puede” es una palabra poderosa que puede cambiar vidas. “Se puede” son a la vez más que solo palabras, es el combustible que lleva a muchos a salir de la resignación o el conformismo. Es adrenalina verbal que nos impulsa a luchar en medio de la adversidad con nuevos ánimos y con esperanza. Es el impulso que todos necesitamos para enfrentar los retos presentes de la vida. La Palabra de Dios lo dice así: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. (Filipenses 4:13).

Es decir, Cristo nos da nuevas fuerzas para seguir, Él es la fuerza, el motor, “la adrenalina” que necesitamos para continuar adelante, incluso, por un camino sembrado de dificultades. El problemas es, estimado lector, que las personas ven más sus debilidades que la fortaleza que da Nuestro Señor. Creo que este es un buen tiempo para dejar de ver las debilidades y comenzar a ver la fortaleza que da Dios. Mire lo que dice Isaías 40:29-31: “El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán”.

Y a propósito de este pasaje de la Escritura, recuerdo una historia. Esta cuenta sobre un huevo de Águila que cayó de su nido y fue a parar a un gallinero. Una gallina al ver al huevo abandonado se decidió a empollarlo y a los días nació un polluelo. Este polluelo era bastante más grande que sus hermanos, mucho más grande y era objeto de burla de todos por eso. Sus patas eran demasiado grandes para escarbar la tierra en busca de lombrices, y su pico demasiado grande para cazar insectos. Esto lo hacía sentir muy triste, y su vida muy infeliz. Él se sentía el “pollo” más desafortunado del mundo. Su vida era solitaria porque nadie se atrevía a ser amigo de aquel gigantón “bueno para nada”.

Un día un águila pasó por el lugar y le extrañó lo que vio, así que decidió descender para comprobar que sus ojos no la estaban engañando. Allí, muy cerca de él estaba un ejemplar de águila adulta de un porte verdaderamente sin igual. Con voz suave le preguntó, ¿Y tú, que haces entre esas gallinas y esos pollos? El águila-pollo, asombrado y temeroso de que semejante hermosura de águila le dirigiera la palabra a él, el más feo de los pollos, le respondió: y donde más quieres que esté, soy un pollo y estoy donde ellos están. El águila, le dijo, ven conmigo a la laguna…y el águila-pollo lo siguió.

Ahora asómate al espejo de agua….El águila – pollo no podía creer lo que sus ojos veían. Abrió sus alas y se maravilló de lo robustas y hermosas que eran. Entonces llorando dijo: he sido un águila toda mi vida y no me había dado cuenta… Ese mismo día emprendió el vuelo hasta remontarse a las alturas, y la vida le cambio para siempre. Estimado lector, con el mayor respeto que usted me merece, no sea como esta águila que vivió gran parte de su vida como un pollo cuando su destino era remontarse en las alturas. No deje de soñar, de tener fe en Dios y tener esperanza en Él.

Crea en Dios sea feliz en este mundo y un día vaya al cielo.

Como pastor consejero, he tenido la oportunidad de platicar con muchísimas personas que sienten que su vida ha llegado al extremo. Lamentablemente muchos no creen poder seguir adelante y que les faltan fuerzas para enfrentar ciertas situaciones de la vida. Me ha sido muy común escuchar: “Soy un fracaso”. “Todo lo que hago no sirve”. “No le importo a nadie”.

“No sirvo para nada” etc. Cada uno de estos pensamientos lo que hacen es alejar más a las personas de la esperanza y de una vida de paz. Para muchos, no pocos, vivir es una pena, y solo ven el futuro sin gloria y sin esperanza. En estos tiempos lo que necesitamos es creer que si se puede salir adelante. Que es posible tener esperanza, fe, y un amor que nunca nos dejara. La Palaba de Dios dice: “Ahora, pues, permanecen la fe, la esperanza y el amor. Pero el amor es el mayor” (1 Corintos 13:13) La fe nos anima a poner la confianza en Dios. Necesitamos confiar plenamente en Dios en todas las cosas, y creer que para Él todo le es posible. La esperanza nos invita a soñar, y a creer que sí podemos salir adelante.

“Si se puede”. Son tres palabras que cada persona necesita para salir de la adversidad, de las malas rachas, para vencer cualquier circunstancia que se le presente. “Si, se puede” es una palabra poderosa que puede cambiar vidas. “Se puede” son a la vez más que solo palabras, es el combustible que lleva a muchos a salir de la resignación o el conformismo. Es adrenalina verbal que nos impulsa a luchar en medio de la adversidad con nuevos ánimos y con esperanza. Es el impulso que todos necesitamos para enfrentar los retos presentes de la vida. La Palabra de Dios lo dice así: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. (Filipenses 4:13).

Es decir, Cristo nos da nuevas fuerzas para seguir, Él es la fuerza, el motor, “la adrenalina” que necesitamos para continuar adelante, incluso, por un camino sembrado de dificultades. El problemas es, estimado lector, que las personas ven más sus debilidades que la fortaleza que da Nuestro Señor. Creo que este es un buen tiempo para dejar de ver las debilidades y comenzar a ver la fortaleza que da Dios. Mire lo que dice Isaías 40:29-31: “El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán”.

Y a propósito de este pasaje de la Escritura, recuerdo una historia. Esta cuenta sobre un huevo de Águila que cayó de su nido y fue a parar a un gallinero. Una gallina al ver al huevo abandonado se decidió a empollarlo y a los días nació un polluelo. Este polluelo era bastante más grande que sus hermanos, mucho más grande y era objeto de burla de todos por eso. Sus patas eran demasiado grandes para escarbar la tierra en busca de lombrices, y su pico demasiado grande para cazar insectos. Esto lo hacía sentir muy triste, y su vida muy infeliz. Él se sentía el “pollo” más desafortunado del mundo. Su vida era solitaria porque nadie se atrevía a ser amigo de aquel gigantón “bueno para nada”.

Un día un águila pasó por el lugar y le extrañó lo que vio, así que decidió descender para comprobar que sus ojos no la estaban engañando. Allí, muy cerca de él estaba un ejemplar de águila adulta de un porte verdaderamente sin igual. Con voz suave le preguntó, ¿Y tú, que haces entre esas gallinas y esos pollos? El águila-pollo, asombrado y temeroso de que semejante hermosura de águila le dirigiera la palabra a él, el más feo de los pollos, le respondió: y donde más quieres que esté, soy un pollo y estoy donde ellos están. El águila, le dijo, ven conmigo a la laguna…y el águila-pollo lo siguió.

Ahora asómate al espejo de agua….El águila – pollo no podía creer lo que sus ojos veían. Abrió sus alas y se maravilló de lo robustas y hermosas que eran. Entonces llorando dijo: he sido un águila toda mi vida y no me había dado cuenta… Ese mismo día emprendió el vuelo hasta remontarse a las alturas, y la vida le cambio para siempre. Estimado lector, con el mayor respeto que usted me merece, no sea como esta águila que vivió gran parte de su vida como un pollo cuando su destino era remontarse en las alturas. No deje de soñar, de tener fe en Dios y tener esperanza en Él.

Crea en Dios sea feliz en este mundo y un día vaya al cielo.