/ jueves 25 de marzo de 2021

Punto gélido | Volver a ser niño

Cuando se llega a la madurez biológica y uno piensa que se encuentra en la plenitud de sus facultades físicas y emocionales, jamás pasa por la mente la idea de regresar de nuevo a ser un indefenso niño. La vanidad, la algarabía y el frenesí del momento, cautivan los sentidos, se experimenta la fortaleza, el ímpetu y el ánimo se desbordan, no hay obstáculo que parezca infranqueable, todo parece cuestión de voluntad, de decisión, de esfuerzo y de amalgamar algunos factores, para obtener el resultado esperado.

Pero la vida es una rueda de la fortuna, en el momento menos esperado te brinda la oportunidad, de volver a ser como un niño, eso permite valorar algunos aspectos que son realmente importantes: el primero, encuentra dimensión en el aspecto físico, cuando tu salud se encuentra en plena bonanza, es difícil valorar aquello que hacemos de forma mecánica, dar un paso es un acto natural que no representa mayor problema, pero cuando el dolor invade tus huesos, tus músculos y las fuerzas simplemente te abandonan, entonces dar un simple paso, es un acto que amerita una gran proeza. Es ahí, donde abres tus ojos y es gratificante sentir el apoyo de aquellas personas, que están a tu lado ofreciéndote su mano firme e invitándote a dar de nuevo ese primer paso, afortunado aquel que tiene ese privilegio de contar con una familia, con amigos y con un servicio médico, donde existen personas con una profunda vocación de servicio.

Un segundo aspecto, encuentra lugar en el ámbito emocional, por naturaleza somos seres sociales, por ello necesitamos constantemente encontrar una aceptación en un grupo cercano, que nos brinde identidad, confianza y le dé un sentido de importancia a nuestro ser. Cuando siendo adulto la vida te vuelve a poner en el origen del ciclo y de pronto estás postrado en una cama, dependes de ese grupo de personas para a través de sus palabras de motivación, sus oraciones, buenos deseos y hasta de su simple presencia, encontrar de nuevo el gusto y la motivación para ponerte de pie, no solo físicamente sino emocionalmente.

Y un tercer aspecto, pone sobre el fuego ese crisol cargado con todo aquello que es parte de tu vida, permitiendo hacer la separación de lo que es escoria, que estorba, ocupando un espacio en tu vida y en tu corazón; llámese objetos, productos, posesiones e incluso personas, purificando y dejando solo aquello que en verdad es importante, que ha sabido sobrepasar la prueba de los momentos difíciles, que es auténtico y que es genuino; es ahí donde vuelves a ser niño y tienes la oportunidad de descubrir y valorar lo que en verdad te ayuda a ser una mejor persona, valoras más a tu familia, identificas a tus verdaderos amigos e incluso descubres la bondad y la nobleza de aquellas personas, que hasta antes de esto parecían insignificantes en tu vida.

Volver a ser niño es una circunstancia de la vida, que da la oportunidad de apreciar mucho más, ese valor llamado humildad, en verdad somos tan frágiles y tan inestables, que no sabemos en qué momento, vamos a depender por completo de nuestros semejantes, no hay tiempo para alimentar la soberbia, el tiempo es corto para sembrar la semilla del buen vivir.

Cuando se llega a la madurez biológica y uno piensa que se encuentra en la plenitud de sus facultades físicas y emocionales, jamás pasa por la mente la idea de regresar de nuevo a ser un indefenso niño. La vanidad, la algarabía y el frenesí del momento, cautivan los sentidos, se experimenta la fortaleza, el ímpetu y el ánimo se desbordan, no hay obstáculo que parezca infranqueable, todo parece cuestión de voluntad, de decisión, de esfuerzo y de amalgamar algunos factores, para obtener el resultado esperado.

Pero la vida es una rueda de la fortuna, en el momento menos esperado te brinda la oportunidad, de volver a ser como un niño, eso permite valorar algunos aspectos que son realmente importantes: el primero, encuentra dimensión en el aspecto físico, cuando tu salud se encuentra en plena bonanza, es difícil valorar aquello que hacemos de forma mecánica, dar un paso es un acto natural que no representa mayor problema, pero cuando el dolor invade tus huesos, tus músculos y las fuerzas simplemente te abandonan, entonces dar un simple paso, es un acto que amerita una gran proeza. Es ahí, donde abres tus ojos y es gratificante sentir el apoyo de aquellas personas, que están a tu lado ofreciéndote su mano firme e invitándote a dar de nuevo ese primer paso, afortunado aquel que tiene ese privilegio de contar con una familia, con amigos y con un servicio médico, donde existen personas con una profunda vocación de servicio.

Un segundo aspecto, encuentra lugar en el ámbito emocional, por naturaleza somos seres sociales, por ello necesitamos constantemente encontrar una aceptación en un grupo cercano, que nos brinde identidad, confianza y le dé un sentido de importancia a nuestro ser. Cuando siendo adulto la vida te vuelve a poner en el origen del ciclo y de pronto estás postrado en una cama, dependes de ese grupo de personas para a través de sus palabras de motivación, sus oraciones, buenos deseos y hasta de su simple presencia, encontrar de nuevo el gusto y la motivación para ponerte de pie, no solo físicamente sino emocionalmente.

Y un tercer aspecto, pone sobre el fuego ese crisol cargado con todo aquello que es parte de tu vida, permitiendo hacer la separación de lo que es escoria, que estorba, ocupando un espacio en tu vida y en tu corazón; llámese objetos, productos, posesiones e incluso personas, purificando y dejando solo aquello que en verdad es importante, que ha sabido sobrepasar la prueba de los momentos difíciles, que es auténtico y que es genuino; es ahí donde vuelves a ser niño y tienes la oportunidad de descubrir y valorar lo que en verdad te ayuda a ser una mejor persona, valoras más a tu familia, identificas a tus verdaderos amigos e incluso descubres la bondad y la nobleza de aquellas personas, que hasta antes de esto parecían insignificantes en tu vida.

Volver a ser niño es una circunstancia de la vida, que da la oportunidad de apreciar mucho más, ese valor llamado humildad, en verdad somos tan frágiles y tan inestables, que no sabemos en qué momento, vamos a depender por completo de nuestros semejantes, no hay tiempo para alimentar la soberbia, el tiempo es corto para sembrar la semilla del buen vivir.