/ jueves 21 de octubre de 2021

Punto Gélido | Un Médico, Un Ángel

Existen seres extraordinarios, que son elegidos y dotados con una excelsa vocación, para servir a sus semejantes a través del arte sagrado de saber curar, solemos conocerlos como médicos, pero en realidad son ángeles.

Cuando estrechamos la mano de un médico, estamos estrechando la mano de un profesional de la salud, atrás de ese sencillo título, están horas y horas dedicadas al estudio, a la práctica y al perfeccionamiento de las habilidades, para diagnosticar con eficiencia un padecimiento, y recetar con atinada diligencia los medicamentos, conductas y actividades, que contribuirán al bienestar del paciente. Cuando estrechamos la mano de un médico, estrechamos la mano de un ángel enviado por el creador, de un ángel bendecido con el don de la sanación, por eso su vestimenta es blanca, porque representan a los ángeles en la tierra.

Un médico es un ser indispensable, velar por la salud de las personas es una encomienda, que implica una alta responsabilidad y un fino sentido del concepto de ética. La salud no es un juego, ni una actividad que permita la equivocación como un elemento de servicio, una vida es un valor insustituible e invaluable, por ello, esa labor del médico adquiere una dimensión sublime, digna de una profunda admiración. Porque un buen médico siempre será portador de una sonrisa franca, que inspira confianza al más escéptico paciente.


Un médico es un auténtico 24-7, no existe horario, día, ni espacio, que se encuentre completamente exento de la necesidad y de la presencia de él, su labor es tan indispensable al momento de nacer, como en el mismo momento de morir. Nuestro espíritu necesita del médico divino, y nuestro cuerpo del médico humano, el cuerpo de la mujer y el hombre son imperfectos, sufren desgaste y afectaciones en las andanzas cotidianas, que requieren ser atendidas y sanadas. Es el médico con sus conocimientos y habilidades el hacedor perfecto, que restablece esos malestares y le permite a nuestro cuerpo, una vida más longeva y con mayor calidad. Para el médico no existen las clases sociales en sus pacientes, lo mismo requieren de sus servicios los afortunados poseedores de abundantes recursos, que aquellas desafortunadas multitudes, castigadas por la injusta distribución de la riqueza.


Ser médico no siempre es sinónimo de un reconocimiento social amplio, su labor puede ser poco valorada. Cuando estamos al borde del dolor, del sufrimiento y de la impotencia, nos convertimos en admiradores y aduladores de ellos, pero con frecuencia, el tiempo nos hace olvidar la buena obra. Pero, el temple y el carácter del médico está más allá de cualquier trivialidad del ser humano, la satisfacción del deber cumplido, de salvar una vida, de aliviar el dolor, de su pasión por la medicina, los lleva a tener un orgullo personal, una entrega y un profesionalismo, que incluso llegan a arriesgar su propia vida para salvar la de sus semejantes. Eso le da un sentido profundo a su razón de ser, digno de admiración.


Un médico puede ser rico económicamente, como consecuencia del desempeño de su profesión, pero su mayor riqueza está en su calidad humana, en su don de servicio y su sentido de ética y dignidad. No existen palabras suficientes, para expresar la admiración y la gratitud por todos aquellos seres humanos, que ejercen la bendita profesión de ser médicos, porque un ser humano antes de ser un buen médico, es un excelente persona. ¡Un ángel!


Felicidades a todos los médicos, nuestra admiración y respeto.


Leoncio Durán Garibay | Ing. Industrial




Existen seres extraordinarios, que son elegidos y dotados con una excelsa vocación, para servir a sus semejantes a través del arte sagrado de saber curar, solemos conocerlos como médicos, pero en realidad son ángeles.

Cuando estrechamos la mano de un médico, estamos estrechando la mano de un profesional de la salud, atrás de ese sencillo título, están horas y horas dedicadas al estudio, a la práctica y al perfeccionamiento de las habilidades, para diagnosticar con eficiencia un padecimiento, y recetar con atinada diligencia los medicamentos, conductas y actividades, que contribuirán al bienestar del paciente. Cuando estrechamos la mano de un médico, estrechamos la mano de un ángel enviado por el creador, de un ángel bendecido con el don de la sanación, por eso su vestimenta es blanca, porque representan a los ángeles en la tierra.

Un médico es un ser indispensable, velar por la salud de las personas es una encomienda, que implica una alta responsabilidad y un fino sentido del concepto de ética. La salud no es un juego, ni una actividad que permita la equivocación como un elemento de servicio, una vida es un valor insustituible e invaluable, por ello, esa labor del médico adquiere una dimensión sublime, digna de una profunda admiración. Porque un buen médico siempre será portador de una sonrisa franca, que inspira confianza al más escéptico paciente.


Un médico es un auténtico 24-7, no existe horario, día, ni espacio, que se encuentre completamente exento de la necesidad y de la presencia de él, su labor es tan indispensable al momento de nacer, como en el mismo momento de morir. Nuestro espíritu necesita del médico divino, y nuestro cuerpo del médico humano, el cuerpo de la mujer y el hombre son imperfectos, sufren desgaste y afectaciones en las andanzas cotidianas, que requieren ser atendidas y sanadas. Es el médico con sus conocimientos y habilidades el hacedor perfecto, que restablece esos malestares y le permite a nuestro cuerpo, una vida más longeva y con mayor calidad. Para el médico no existen las clases sociales en sus pacientes, lo mismo requieren de sus servicios los afortunados poseedores de abundantes recursos, que aquellas desafortunadas multitudes, castigadas por la injusta distribución de la riqueza.


Ser médico no siempre es sinónimo de un reconocimiento social amplio, su labor puede ser poco valorada. Cuando estamos al borde del dolor, del sufrimiento y de la impotencia, nos convertimos en admiradores y aduladores de ellos, pero con frecuencia, el tiempo nos hace olvidar la buena obra. Pero, el temple y el carácter del médico está más allá de cualquier trivialidad del ser humano, la satisfacción del deber cumplido, de salvar una vida, de aliviar el dolor, de su pasión por la medicina, los lleva a tener un orgullo personal, una entrega y un profesionalismo, que incluso llegan a arriesgar su propia vida para salvar la de sus semejantes. Eso le da un sentido profundo a su razón de ser, digno de admiración.


Un médico puede ser rico económicamente, como consecuencia del desempeño de su profesión, pero su mayor riqueza está en su calidad humana, en su don de servicio y su sentido de ética y dignidad. No existen palabras suficientes, para expresar la admiración y la gratitud por todos aquellos seres humanos, que ejercen la bendita profesión de ser médicos, porque un ser humano antes de ser un buen médico, es un excelente persona. ¡Un ángel!


Felicidades a todos los médicos, nuestra admiración y respeto.


Leoncio Durán Garibay | Ing. Industrial