/ jueves 8 de julio de 2021

Punto gélido | Un abrazo hasta el cielo

En ese lugar distante ha dejado de brillar un ser extraordinario, el destino escogió el momento y la forma, provocando con ello una estela de incertidumbre, dolor y sufrimiento. La sorpresa, es la circunstancia que hace que el momento sea aún más difícil, la distancia provoca que los abrazos, la mirada y hasta las mismas palabras tengan esa extraña sensación de sentirse vacías, las lágrimas son sentimientos que brotan en silencio y que corren por las mejillas, como si estuvieran intentando liberar al doliente, de esa tristeza que invade el alma.

Las noticias vuelan y cruzan las fronteras a la velocidad del mismo viento, el ser querido ha llegado a su destino final. Atrás a quedado todo un legado, un historia, un camino recorrido, la misión ha sido cumplida, con errores, con aciertos, con momentos de tristeza, pero también de felicidad, con aprendizajes que costaron esfuerzo, con experiencias que regalaron frutos y bendiciones. Hoy ya no hay tiempo para juzgar, para criticar o para aconsejar, solo hay espacio para reconocer, admirar y para recordar en la gratitud, al ser extraordinario que ha partido, una vez que cumplió su misión en este viaje terrenal.

Sentarse en el jardín de los recuerdos, mientras la mente hace un viaje recreando imágenes, palabras, sonrisas, momentos… y en ese acompañamiento en medio del duelo, por pequeños espacios volvemos a darle vida en la imaginación, evocamos esos instantes sublimes de convivencia, donde una broma no podía faltar, una apasionada plática donde los colores políticos alcanzaban los tonos más intensos, donde las sonrisas estaban siempre presentes precedidas de un chascarrillo, historieta o leyenda narrada con un estilo singular, pero sobre todo, escuchar el mejor consejo sazonado con la escuela de la vida, y cómo dejar a un lado, la plegaria llena de fe y de esperanza, invariablemente pronunciada, ¡Con el Favor de Dios!

La mejor imagen que se puede evocar, es la de ese rostro alegre, donde los ojos danzaban al ritmo del humo de aquel interminable cigarrillo, los labios sonreían al compás de la pasión que describían sus palabras, de ese cuerpo ataviado con vestimenta de hombre fuerte, formal, de hombre de campo, y como dejar de mencionar, esa forma característica de sentarse, donde sus largas piernas cruzadas eran infaltables, en su cabeza ese sombrero siempre bien portado, que más que cubrir del sol, más bien protegía esa mente privilegiada, donde el conocimiento y la agilidad de pensamiento se resguardaban.

Hoy la realidad es difícil de aceptar, en medio del desconcierto por la repentina partida, resulta difícil pensar que esas manos fuertes, firmes y rudas ya no podrán hacer más caricias, que esos labios no pronunciarán más palabras de amor y que todo su ser ya no dará un paso más. Es inevitable sentir el corazón estrujado, la tristeza brota inevitablemente por los ojos, el tiempo, solo el tiempo y la fe en el creador, permitirá que aprendamos a seguir el camino sin su presencia, pero nunca, que aprendamos a vivir sin su recuerdo. Tío, hoy ya no puedo abrazarte como siempre lo hacía, por eso extiendo mis brazos y te hago llegar un abrazo hasta el cielo.

ING. INDUSTRIAL.

En ese lugar distante ha dejado de brillar un ser extraordinario, el destino escogió el momento y la forma, provocando con ello una estela de incertidumbre, dolor y sufrimiento. La sorpresa, es la circunstancia que hace que el momento sea aún más difícil, la distancia provoca que los abrazos, la mirada y hasta las mismas palabras tengan esa extraña sensación de sentirse vacías, las lágrimas son sentimientos que brotan en silencio y que corren por las mejillas, como si estuvieran intentando liberar al doliente, de esa tristeza que invade el alma.

Las noticias vuelan y cruzan las fronteras a la velocidad del mismo viento, el ser querido ha llegado a su destino final. Atrás a quedado todo un legado, un historia, un camino recorrido, la misión ha sido cumplida, con errores, con aciertos, con momentos de tristeza, pero también de felicidad, con aprendizajes que costaron esfuerzo, con experiencias que regalaron frutos y bendiciones. Hoy ya no hay tiempo para juzgar, para criticar o para aconsejar, solo hay espacio para reconocer, admirar y para recordar en la gratitud, al ser extraordinario que ha partido, una vez que cumplió su misión en este viaje terrenal.

Sentarse en el jardín de los recuerdos, mientras la mente hace un viaje recreando imágenes, palabras, sonrisas, momentos… y en ese acompañamiento en medio del duelo, por pequeños espacios volvemos a darle vida en la imaginación, evocamos esos instantes sublimes de convivencia, donde una broma no podía faltar, una apasionada plática donde los colores políticos alcanzaban los tonos más intensos, donde las sonrisas estaban siempre presentes precedidas de un chascarrillo, historieta o leyenda narrada con un estilo singular, pero sobre todo, escuchar el mejor consejo sazonado con la escuela de la vida, y cómo dejar a un lado, la plegaria llena de fe y de esperanza, invariablemente pronunciada, ¡Con el Favor de Dios!

La mejor imagen que se puede evocar, es la de ese rostro alegre, donde los ojos danzaban al ritmo del humo de aquel interminable cigarrillo, los labios sonreían al compás de la pasión que describían sus palabras, de ese cuerpo ataviado con vestimenta de hombre fuerte, formal, de hombre de campo, y como dejar de mencionar, esa forma característica de sentarse, donde sus largas piernas cruzadas eran infaltables, en su cabeza ese sombrero siempre bien portado, que más que cubrir del sol, más bien protegía esa mente privilegiada, donde el conocimiento y la agilidad de pensamiento se resguardaban.

Hoy la realidad es difícil de aceptar, en medio del desconcierto por la repentina partida, resulta difícil pensar que esas manos fuertes, firmes y rudas ya no podrán hacer más caricias, que esos labios no pronunciarán más palabras de amor y que todo su ser ya no dará un paso más. Es inevitable sentir el corazón estrujado, la tristeza brota inevitablemente por los ojos, el tiempo, solo el tiempo y la fe en el creador, permitirá que aprendamos a seguir el camino sin su presencia, pero nunca, que aprendamos a vivir sin su recuerdo. Tío, hoy ya no puedo abrazarte como siempre lo hacía, por eso extiendo mis brazos y te hago llegar un abrazo hasta el cielo.

ING. INDUSTRIAL.