/ jueves 11 de noviembre de 2021

Punto Gélido | Morir en el Norte

La luz del día se pierde siguiendo la huella del sol, mientras éste lentamente se desvanece en el lejano horizonte, es un ciclo que se cumple de forma puntual y constante. En cambio, la vida se extingue en un instante, el destino se cumple sabiamente, solo que, en ocasiones el misterio supera nuestra capacidad de raciocinio y entendimiento, el tiempo es corto o es largo, el punto de comparación es lo que suele marcar la diferencia. El momento y la circunstancia, son con frecuencia un gran enigma, la muerte simplemente llega, el viento se hace más intenso, y como por arte de magia, apaga la llama, dejando solo una estela de humo, el calor se escabulle en medio del infinito espacio, y solo queda ese dejo de dolor en aquellos, que aun conservan su veladora encendida.

Dejar su tierra, sus raíces, su esencia, para ir en busca de los sueños, es una acción común para muchas personas, incluso familias completas, el frío norte ejerce un poder de atracción importante. Tomar riesgos y emprender el viaje, en busca de la aventura que se cree, tendrá la recompensa de ofrecer una mejor calidad de vida, hace que, sin pensarlo mucho, las personas asuman el reto. Cruzar la frontera es el primer gran obstáculo, los sinsabores pueden llegar incluso a los más graves extremos, quedar en el intento. Pero la fortuna de cruzar con éxito, es también un amplia posibilidad.

Una vez consumado el acto de llegar al destino esperado, las vicisitudes se vuelven un reto permanente, el paraíso no siempre es como lo pintan o como lo platican, los monstros asechan en todo momento, y el instinto de supervivencia cobra su más alto sentido. El éxito siempre está latente, hay que trabajar fuerte y mantener una férrea disciplina para conseguirlo. Sin embargo, también las oportunidades suelen esconderse en medio de una cultura diferente, y entonces, la selva llena de vida se convierte en un desierto, donde el esfuerzo solo alcanza para subsistir, los sueños se pueden convertir, en frustrantes pesadillas.

Pero la vida, decíamos, se extingue en un instante, y morir en el norte, lejos de su tierra, de la familia, de sus raíces, con frecuencia añade un cúmulo de problemas y una maraña de sentimientos encontrados. La familia está dividida, en medio hay una línea divisoria llamada frontera, quien está en el norte, difícilmente puede regresar al sur, el argumento común es la falta de un documento legal, que le permita regresar libremente. Quien está en el sur, el inconveniente suele ser el mismo para ir al norte, un documento y recursos económicos son el factor, en tanto, el dolor no reconoce frontera alguna.

La decisión es compleja, pero hay que tomarla, y pronto, ¿dónde van a descansar los restos del ser amado? Cualquiera que sea la decisión; siempre habrá una parte de la familia, que no le será posible cumplir con el ritual completo, de despedir hasta su última morada al ser querido.

Morir en el norte es por si mismo, ya un gran dolor para la familia, poder despedir al ser querido de acuerdo a las tradiciones y costumbres, es un acompañamiento que no siempre se puede hacer, dejando con ello, huellas profundas de dolor y sufrimiento en hijos, en hermanos, en padres, en gran parte de la familia y seres queridos. Al morir en el norte hay ciclos que no se cierran, heridas en los sentimientos que no cicatrizan, familias separadas por una frontera que el dolor y el sufrimiento no reconocen.

Leoncio Durán Garibay | Ing. Industrial

La luz del día se pierde siguiendo la huella del sol, mientras éste lentamente se desvanece en el lejano horizonte, es un ciclo que se cumple de forma puntual y constante. En cambio, la vida se extingue en un instante, el destino se cumple sabiamente, solo que, en ocasiones el misterio supera nuestra capacidad de raciocinio y entendimiento, el tiempo es corto o es largo, el punto de comparación es lo que suele marcar la diferencia. El momento y la circunstancia, son con frecuencia un gran enigma, la muerte simplemente llega, el viento se hace más intenso, y como por arte de magia, apaga la llama, dejando solo una estela de humo, el calor se escabulle en medio del infinito espacio, y solo queda ese dejo de dolor en aquellos, que aun conservan su veladora encendida.

Dejar su tierra, sus raíces, su esencia, para ir en busca de los sueños, es una acción común para muchas personas, incluso familias completas, el frío norte ejerce un poder de atracción importante. Tomar riesgos y emprender el viaje, en busca de la aventura que se cree, tendrá la recompensa de ofrecer una mejor calidad de vida, hace que, sin pensarlo mucho, las personas asuman el reto. Cruzar la frontera es el primer gran obstáculo, los sinsabores pueden llegar incluso a los más graves extremos, quedar en el intento. Pero la fortuna de cruzar con éxito, es también un amplia posibilidad.

Una vez consumado el acto de llegar al destino esperado, las vicisitudes se vuelven un reto permanente, el paraíso no siempre es como lo pintan o como lo platican, los monstros asechan en todo momento, y el instinto de supervivencia cobra su más alto sentido. El éxito siempre está latente, hay que trabajar fuerte y mantener una férrea disciplina para conseguirlo. Sin embargo, también las oportunidades suelen esconderse en medio de una cultura diferente, y entonces, la selva llena de vida se convierte en un desierto, donde el esfuerzo solo alcanza para subsistir, los sueños se pueden convertir, en frustrantes pesadillas.

Pero la vida, decíamos, se extingue en un instante, y morir en el norte, lejos de su tierra, de la familia, de sus raíces, con frecuencia añade un cúmulo de problemas y una maraña de sentimientos encontrados. La familia está dividida, en medio hay una línea divisoria llamada frontera, quien está en el norte, difícilmente puede regresar al sur, el argumento común es la falta de un documento legal, que le permita regresar libremente. Quien está en el sur, el inconveniente suele ser el mismo para ir al norte, un documento y recursos económicos son el factor, en tanto, el dolor no reconoce frontera alguna.

La decisión es compleja, pero hay que tomarla, y pronto, ¿dónde van a descansar los restos del ser amado? Cualquiera que sea la decisión; siempre habrá una parte de la familia, que no le será posible cumplir con el ritual completo, de despedir hasta su última morada al ser querido.

Morir en el norte es por si mismo, ya un gran dolor para la familia, poder despedir al ser querido de acuerdo a las tradiciones y costumbres, es un acompañamiento que no siempre se puede hacer, dejando con ello, huellas profundas de dolor y sufrimiento en hijos, en hermanos, en padres, en gran parte de la familia y seres queridos. Al morir en el norte hay ciclos que no se cierran, heridas en los sentimientos que no cicatrizan, familias separadas por una frontera que el dolor y el sufrimiento no reconocen.

Leoncio Durán Garibay | Ing. Industrial