/ jueves 26 de agosto de 2021

Punto gélido | Luces y sombras

Por un instante, los pasos que ayer eran rápidos y ágiles, que hoy son torpes y lentos, se detienen frente al desgastado espejo que se encuentra en aquel rincón, entre luces y sombras, el empolvado sillón, que está frente al espejo, es una tentación que ejerce una mágica atracción, el hueco que tiene su asiento hace que el cuerpo se acomode mejor que en ningún otro lugar, los brazos encuentran su mejor postura sobre el deshilachado cojín, los pies juegan libres sobre el viejo y agrietado piso gris y la cabeza danza de un lado a otro hasta encontrar su mejor postura sobre la almohada que le abre las alas a los sueños, que despierta la nostalgia y que absorbe los recuerdos, que ruedan en forma de gotas cristalinas sobre los bordes de las arrugadas mejillas.

El olor del rico café, que se acompaña con la exquisitez de una galleta hecha con la receta secreta, hace que la imaginación comience su viaje sin fronteras, a donde los recuerdos danzan solos, en medio de sombras y luces, donde esperan ansiosos que el presente les extienda la mano y los invite a danzar, al ritmo del mejor instrumento musical que el dueño de la imaginación sepa y quiera interpretar. Y es ahí, en ese salón de baile improvisado en medio de la memoria, donde la vida se vuelve a reflejar fielmente en el viejo espejo aquel, ahí es posible volverla a vivir, con el único, pero, de que no se puede cambiar nada, lo escrito, escrito está, la tinta es indeleble. Sin embargo, el placer de zambullirse en medio del pasado, es algo que alimenta el presente con la mejor de las energías; la sonrisa, la tristeza, la paz, el amor, el acierto, el error y cada uno de los capítulos vividos, dan ese sentido especial, irrepetible y exclusivo a cada ser humano.

El tiempo se convierte en una ave ligera, sobre sus alas viaja el presente y con ella la realidad, la magia y la atracción del viejo sillón es interminable, pero contra la propia voluntad, es necesario volverse a poner de pie, dejar a un lado las sombras por un momento y continuar el viaje siguiendo las luces del presente. Y entonces allá va de nuevo el adulto mayor, con su bordón en mano, pisando suavemente sobre sus sandalias, dejando a un lado sus achaques, cargando en su otra mano un puñado de pastillas y en su cuerpo un costal de achaques. Eso sí, su voluntad pisa firme, su sabiduría es su mejor apoyo, su entusiasmo es su mejor faro, su corazón, aunque con muchas cicatrices, aun late fuerte y busca siempre encontrar con quien compartir el tesoro que guarda en él; su amor, su bondad, su ternura, a cambio no suele pedir mucho, solo un poco de atención y una pizca de comprensión.

Que éste día 28 de agosto que festejamos el Día de los Adultos Mayores, sea la ocasión para encontrarnos con ellos en ese viejo sillón y compartir ese pasado, que se refleja en las sombras del desgastado espejo de la vida, escucharlos narrar una y otra vez su historia de vida es una fuente inagotable de sabiduría y una exquisita oportunidad para hacerles sentir importantes. También es la ocasión para ayudarles a ponerse de pie, mejorando su presente, su calidad de vida, ésta crisis sanitaria nos plantea la imperante necesidad de ser esa luz, esas luces, que garanticen sus derechos, que disminuya las desigualdades, que ofrezca a todos y todas las personas en edad adulta, las oportunidades de una vida digna.

¡Que no seamos una sombra más, sino las luces que ellos esperan!

Ingeniero industrial

Por un instante, los pasos que ayer eran rápidos y ágiles, que hoy son torpes y lentos, se detienen frente al desgastado espejo que se encuentra en aquel rincón, entre luces y sombras, el empolvado sillón, que está frente al espejo, es una tentación que ejerce una mágica atracción, el hueco que tiene su asiento hace que el cuerpo se acomode mejor que en ningún otro lugar, los brazos encuentran su mejor postura sobre el deshilachado cojín, los pies juegan libres sobre el viejo y agrietado piso gris y la cabeza danza de un lado a otro hasta encontrar su mejor postura sobre la almohada que le abre las alas a los sueños, que despierta la nostalgia y que absorbe los recuerdos, que ruedan en forma de gotas cristalinas sobre los bordes de las arrugadas mejillas.

El olor del rico café, que se acompaña con la exquisitez de una galleta hecha con la receta secreta, hace que la imaginación comience su viaje sin fronteras, a donde los recuerdos danzan solos, en medio de sombras y luces, donde esperan ansiosos que el presente les extienda la mano y los invite a danzar, al ritmo del mejor instrumento musical que el dueño de la imaginación sepa y quiera interpretar. Y es ahí, en ese salón de baile improvisado en medio de la memoria, donde la vida se vuelve a reflejar fielmente en el viejo espejo aquel, ahí es posible volverla a vivir, con el único, pero, de que no se puede cambiar nada, lo escrito, escrito está, la tinta es indeleble. Sin embargo, el placer de zambullirse en medio del pasado, es algo que alimenta el presente con la mejor de las energías; la sonrisa, la tristeza, la paz, el amor, el acierto, el error y cada uno de los capítulos vividos, dan ese sentido especial, irrepetible y exclusivo a cada ser humano.

El tiempo se convierte en una ave ligera, sobre sus alas viaja el presente y con ella la realidad, la magia y la atracción del viejo sillón es interminable, pero contra la propia voluntad, es necesario volverse a poner de pie, dejar a un lado las sombras por un momento y continuar el viaje siguiendo las luces del presente. Y entonces allá va de nuevo el adulto mayor, con su bordón en mano, pisando suavemente sobre sus sandalias, dejando a un lado sus achaques, cargando en su otra mano un puñado de pastillas y en su cuerpo un costal de achaques. Eso sí, su voluntad pisa firme, su sabiduría es su mejor apoyo, su entusiasmo es su mejor faro, su corazón, aunque con muchas cicatrices, aun late fuerte y busca siempre encontrar con quien compartir el tesoro que guarda en él; su amor, su bondad, su ternura, a cambio no suele pedir mucho, solo un poco de atención y una pizca de comprensión.

Que éste día 28 de agosto que festejamos el Día de los Adultos Mayores, sea la ocasión para encontrarnos con ellos en ese viejo sillón y compartir ese pasado, que se refleja en las sombras del desgastado espejo de la vida, escucharlos narrar una y otra vez su historia de vida es una fuente inagotable de sabiduría y una exquisita oportunidad para hacerles sentir importantes. También es la ocasión para ayudarles a ponerse de pie, mejorando su presente, su calidad de vida, ésta crisis sanitaria nos plantea la imperante necesidad de ser esa luz, esas luces, que garanticen sus derechos, que disminuya las desigualdades, que ofrezca a todos y todas las personas en edad adulta, las oportunidades de una vida digna.

¡Que no seamos una sombra más, sino las luces que ellos esperan!

Ingeniero industrial